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Introducción
El presente artículo pretende explorar de manera somera algunas de las posibilidades que tiene la exégesis socio-científica, así como reflexionar brevemente sobre su aplicación y sus limitaciones.
En primer lugar cabría preguntarse qué es o a qué llamamos exégesis socio-científica. Tal y como expone Rafael Aguirre1, el exégeta pionero en la aplicación en el contexto español de este tipo de análisis y al que seguiremos frecuentemente en este trabajo, es la aplicación a la exégesis bíblica de las ciencias sociales, especialmente la sociología y la antropología social y cultural.
En segundo lugar, es pertinente la pregunta ¿por qué la exégesis socio-científica? Básicamente el acercamiento a los textos bíblicos desde las ciencias sociales pretende superar dos problemas con los que nos encontramos habitualmente cuando leemos la Biblia o la estudiamos. Por un lado, superar la distancia socio-cultural de los textos, que en muchos casos dificulta su lectura y la interpretación que de ellos hacemos, y por otro lado, evitar el etnocentrismo y el anacronismo2. Es decir, leer los textos usando nuestra propia cultura y considerarla consciente o inconscientemente normativa, o imponer a los textos pre-comprensiones que le son ajenas cultural o históricamente.
En este punto resulta imprescindible preguntarnos por la actitud metodológica de la exégesis socio-científica. Como es de entender, este tipo de exégesis usa los modelos conceptuales que le son propios a las ciencias sociales. Como ya hemos comentado en este artículo, vamos a considerar fundamentalmente la antropología social y cultural.
La antropología social y cultural estudia la cultura, y por cultura entendemos una determinada tradición de pensamiento y comportamiento aprendida en sociedad3. Por ello la antropología social y cultural usa modelos conceptuales para comprender una cultura desde el punto de vista del nativo, intentando entender la perspectiva de aquellos que son sus intervinientes principales. A esto es lo que se llama en la tradición antropológica norteamericana visión emic. Pero también la antropología en su análisis y sus conclusiones usa modelos producidos por el antropólogo, es decir, con una perspectiva del que es foráneo a la cultura que se estudia. A esto es lo que se llama visión etic. Por otro lado, la sociología estudia básicamente los grupos, relaciones y comportamientos humanos, pero a partir de las sociedades actuales4.
Hemos mencionado que las ciencias sociales usan modelos en su estudio, pero ¿qué es exactamente un modelo y qué limitaciones tienen en su aplicación? Un modelo5 es una construcción abstracta que sirve como instrumento para analizar y comprender un aspecto de la realidad, que estudiamos a partir de los datos obtenidos por la experiencia. Tal y como hemos señalado, la antropología pretende hacer explícitas las categorías mentales y de comportamiento, tanto desde el punto de vista de los intervinientes en una cultura como la de su observador/es. Para ello, necesita abstraer rasgos de dicha cultura que puedan ser analizables y conceptualizados para su estudio, a esto llamamos modelo.
Por otra parte, un aspecto muy importante en la consideración epistemológica de la antropología es que el acceso a la realidad está siempre mediada culturalmente, así que gran parte de su estudio se basa en hacer explícitas estas mediaciones a través de modelos conceptuales. Estos modelos diseñados a partir de las ciencias sociales son los que el exégeta bíblico usa en su aplicación a los textos bíblicos. Las limitaciones inherentes a los modelos de las ciencias sociales se estudiarán con más detenimiento a lo largo de este artículo.
Por último cabe señalar en este apartado introductorio que la exégesis socio-científica no tiene la pretensión de totalizar el trabajo de la exégesis bíblica, sino que simplemente es una herramienta más en la consecución de los fines propuestos, y que apoya y complementa el resto de metodologías críticas y narrativas, dentro de la exégesis bíblica actual producida en el ámbito académico.
A partir de todo lo expuesto anteriormente, planteamos como tesis del presente trabajo la legitimidad del uso de la exégesis socio-científica, asumiendo que ésta es una clara continuación de los estudios histórico-críticos.
La exégesis socio-científica es legítima heredera y continuadora de los métodos histórico-críticos
La exégesis bíblica académica, tal y como se ha practicado en las universidades europeas y norteamericanas en los últimos dos siglos, corre paralela al desarrollo intelectual y académico occidental de este periodo. La exégesis crítica basada en los métodos histórico-críticos surgió como resultado del pensamiento de la Ilustración, con la convicción de que los textos bíblicos podrían ser objeto de análisis por parte de la razón como cualquier otro aspecto de la realidad. Así se practicó una exégesis que intentaba comprender lo dicho por los textos desde parámetros racionales, y no solo desde presupuestos de la fe y/o de autoridad eclesial. Además, como es típico del periodo, “lo histórico” alcanzó grado de paradigma al igual que ocurrió en otras disciplinas académicas. Esto se mantuvo desde finales del s. XVIII hasta gran parte del s. XX.
En este contexto, las ciencias sociales son resultado directo del clima intelectual de la Ilustración y surgen y se desarrollan metodológicamente con ellas. Así con respecto a la antropología, el s. XIX supone el surgimiento de esta disciplina con identidad propia y con conciencia de serlo. Sin embargo, el s. XX con sus dos guerras mundiales trajo importantes cambios en el panorama intelectual y académico occidental, y se empezaron a cuestionar desde diferentes disciplinas los presupuestos de la Ilustración. Esto supuso importantes cambios de paradigmas en las ciencias sociales, pero también en la exégesis bíblica académica.
En el caso de la antropología social y cultural, que ya había visto con el inicio de siglo un cambio de paradigma en el desarrollo del trabajo de campo, hacia los años 70 experimenta un nuevo escenario, en el que se replanteó por completo la disciplina y su metodología. De aquí surge una “nueva antropología”, que ya no estudiará solo lo lejano de otras culturas, sino también lo próximo de su propia cultura. Este cambio de paradigma coincide con el comienzo de la aplicación de las ciencias sociales a la exégesis bíblica6 y su posterior popularización. También se produce un desplazamiento desde Alemania, que desde la Ilustración llevó siempre la primacía en la exégesis, a Estados Unidos, donde precisamente el desarrollo de las ciencias sociales fue muy significativo7. Cabe resaltar que los estudios sociales, y especialmente la antropología social y cultural, tuvo en Alemania un estancamiento debido a su asociación con postulados racistas y su instrumentalización por el régimen nazi. Así que en parte esto explica el porqué la exégesis socio-científica ha tenido mayor desarrollo en Estados Unidos que en Alemania.
Los métodos histórico-críticos siempre han tratado la materia que hoy de forma específica estudia tanto la sociología como la antropología8: economía, política, relaciones de parentesco, creación de instituciones, desarrollo y tipos de sociedades, estudios simbólicos y cognitivos. Así como los presupuestos conceptuales sobre el acceso al conocimiento, el sentido de la historia o la evolución de las culturas y las sociedades.
Por tanto, y según todo lo expuesto anteriormente, el uso de la exégesis socio-científica corre paralelo al desarrollo de las ciencias sociales, así que en propiedad puede reconocerse como el desarrollo “natural” a partir de los estudios histórico-críticos. Al igual que la “especialización” antropológica o sociológica es el desarrollo de estudios que, antes de su consolidación como disciplinas independientes, correspondían a los estudios “históricos”.
El uso de modelos de las ciencias sociales por parte de la exégesis bíblica
El uso de modelos de las ciencias sociales aplicados a los textos bíblicos nos permiten analizarlos y superar la brecha cultural que nos distancia de ellos.
En base al trabajo de campo, en lo concerniente a la antropología, se establecen los modelos teóricos con los que hacemos posteriormente comparaciones culturales. Así pues, tenemos el modelo de la “cultura mediterránea” para el NT y el modelo de la cultura del Antiguo Oriente Próximo para el AT.
Una de las críticas que podrían plantearse es que resulta altamente cuestionable aislar rasgos de “una cultura mediterránea” para los textos novotestamenterios en base a unos pocos elementos: paradigma honor-vergüenza, las relaciones de parentesco, personalidad diádica y los conceptos de pureza-impureza. Se corre el riesgo de hacer una simplificación y desvirtuar o forzar lo que los textos dicen en favor del modelo.
Por otro lado, también es altamente cuestionable hablar de una cultura del AOP para los textos verotestamentarios, ya que en realidad en ellos tendríamos una superposición de estratos culturales y una pluralidad de los mismos, que no siempre podrían delimitarse adecuadamente debido a que hay un proceso editorial en los textos, lo que podría oscurecer esta estratificación cultural.
Es cierta la necesidad de usar los modelos con suma cautela y ser conscientes de que son eso, proyecciones abstractas en base a rasgos particulares, y cuya operatividad está limitada a la información que los propios textos ofrecen. En ningún caso debe forzarse una interpretación para hacer encajar un texto en el modelo9. También es posible no usar modelos tan omniabarcantes, sino describir la cultura de un contexto histórico dado, y tratar asuntos o rasgos particulares de los textos para analizar temas puntuales. El uso de la metodología de las ciencias sociales debe aplicarse en base a una racionalidad crítica y dentro del constante proceso de diálogo académico inherente a las disciplinas.
La aplicación de los modelos, el paso del campo o la sociedad al texto
En realidad plantear la cuestión de si es lícito o no, el uso de modelos en la exégesis bíblica parece ocioso, porque toda exégesis usa unos modelos conceptuales, ya sean filosóficos y/o teológicos. Tal y como decía Bultmann “no hay exégesis sin presuposiciones”10. El pretender no usar ningún modelo es condenarse a usarlo acríticamente y sin conciencia de ello. Por tanto, si aceptamos lo anterior, la ventaja del uso de modelos que tienen una validación empírica supone usar unas metodologías que pueden ser sometidas constantemente a crítica y revisión11, así como a sus resultados.
Otra de las críticas que se pueden hacer a los modelos de las ciencias sociales es que estos modelos teóricos, aplicados a los textos bíblicos, no tienen validación en “el campo” o en “sociedades” que ya no existen.
No obstante, es muy importante recordar que no se crean modelos a partir de los textos bíblicos, sino que se aplican los modelos validados en otros contextos culturales, por ejemplo, mediante el trabajo de campo de los antropólogos. Además, sí puede establecerse comparaciones de los rasgos de diferentes culturas12, ya que esto constituye una práctica habitual en los métodos antropológicos y sociológicos.
Por otro lado, el trabajo de las ciencias sociales se hace a menudo sobre textos, como prueba el trabajo de la etnología, que hace comparaciones culturales sobre los textos de monografías antropológicas, o algunos antropólogos que hacen estudios de sociedades antiguas como Grecia o Roma.
La relación entre teología y ciencias sociales
Por último, no queremos terminar el presente trabajo sin mencionar brevemente la relación entre teología y ciencias sociales. En primer lugar, lo que aportarían las ciencias sociales a la teología es evitar el etnocentrismo y el anacronismo en lo que respecta a la lectura del pasado, e incluso del presente, de otras sociedades y culturas.
Por otro lado, parecería que los ámbitos de conocimiento de la teología y las ciencias sociales son divergentes, pero como ya se ha puesto de manifiesto, la relación entre exégesis y ciencias sociales está presente desde el surgimiento de éstas en el s. XIX. Y lo mismo puede decirse de la teología, que está haciendo un amplio uso de las mismas en diferentes áreas, por ejemplo, en misionología. E incluso podrían aportar un abanico conceptual adecuado para repensar temas de la dogmática tradicional, por ejemplo, como la gracia y el concepto de don, dentro de la comprensión de una antropología económica.
Además las ciencias sociales pueden proveer a la teología de una metodología adecuada para tratar temas sobre los que habitualmente no se ha pronunciado, cuando no los ha relegado por completo, como son las condiciones económicas, políticas y sociales, tal y como ha hecho la teología de la liberación. Así la teología queda enraizada en su realidad “mundana”, y se evita una tendencia especulativa introvertida y preocupada solo de sí misma.
También habrá quien argumente que algunas de las orientaciones conceptuales y metodológicas de las ciencias sociales, como el materialismo cultural, el marxismo o el neo-evolucionismo son contrarias, o al menos problemáticas, en su relación con la teología cristiana, por integrarse en marcos comprensivos de difícil conciliación con sus propios valores.
Sin embargo, la aplicación que haga el exégeta o el teólogo cristiano de las metodologías de las ciencias sociales no se hará de forma acrítica, y la teología cristiana con su aquilatada experiencia intelectual tiene los elementos suficientes para no convertirse en subsidiaria de ninguna ideología.
Por otro lado, también es importante tener en cuenta que toda orientación metodológica condiciona el objeto de estudio. Por ejemplo, en el caso que nos ocupa, el uso de las ciencias sociales nos proveerá de unas lentes para el estudio de una serie de temas, pero nos cerrarán o dejarán indiferentes sobre otros. Por eso considero necesario que la teología no delegue por completo en las ciencias sociales los temas y los intereses objeto de su consideración, que mantenga su propias orientaciones y que se sirva de las ciencias sociales allí donde pueden representar un complemento adecuado.
Conclusión
La exégesis socio-científica debe ser aplicada en colaboración con otras metodologías exegéticas y, con las debidas cautelas, puede aportar mucha luz sobre una variedad de temas, así como proveer una serie de herramientas conceptuales que servirán al exégeta de ayuda para afinar su análisis y la comprensión de los textos. Y al teólogo para estudiar y comprender mejor, tanto su propia cultura, como la sociedad en la que vive, de forma y manera que su teología tenga mayor relevancia para las personas y las comunidades para las que trabaja. Por todo lo expuesto consideramos que las ciencias sociales son un complemento indispensable para el exégeta o el teólogo del s. XXI.
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- Aguirre, Rafael, Del movimiento de Jesús a la iglesia cristiana, p. 17.↩
- Ibíd, p. 6.↩
- La definición de cultura que hemos ofrecido es a nuestro juicio la más sencilla y operativa en su aplicación. No obstante, ha habido un gran debate en la comunidad antropológica a lo largo del desarrollo de su disciplina acerca del concepto de cultura. Ver en Díaz de Rada, Ángel. Cultura, Antropología y otras tonterías.↩
- Ibíd, p. 19.↩
- Aguirre, Rafael, El Nuevo Testamento en su contexto, pp. 22-23↩
- Whitelam, Keith, El mundo social de la Biblia en la Interpretación Bíblica hoy, pp. 54-55↩
- Aguirre, Rafael, La Biblia y la exégesis socio-científica, p. 3↩
- Whitelam, Keith, El mundo social de la Biblia en la Interpretación Bíblica hoy, pp. 53-54↩
- Aguirre, Rafael, Del movimiento de Jesús a la iglesia cristiana, p. 22↩
- Butmann, Rudolf, ¿Es posible una exégesis sin presuposiciones?, p. 1↩
- Aguirre, Rafael, Del movimiento de Jesús a la iglesia cristiana, pp. 21-22↩
- Aguirre, Rafael, La Biblia y la exégesis socio-científica, p. 7↩