Publicado en el canal divulgativo: Naturaleza y Trascendencia | Citación
El argumento ontológico sobre la existencia de Dios, Parte I
VER PARTE II
Raúl Isea
Debemos reconocer que la humanidad aún no ha podido comprobar la existencia de Dios a partir de un razonamiento deductivo, sin emplear argumentos teológicos. Por lo que este trabajo no pretende cuestionar ningún aspecto de la religión, tampoco convencer a ateos o a agnósticos. Se trata más bien de mostrar cómo a partir de una serie de premisas1 se puede construir un razonamiento, denominado ontológico, el cual suele ser utilizado a favor de la existencia de un ser que identificamos como Dios.
Este ensayo es uno de tres, el cual está focalizado en hacer comprensible el argumento ontológico para el público en general, para lo cual se hace un repaso de la visión original de teólogos y filósofos como Avicena o San Anselmo, sin olvidar los aportes de Kant, Hume, Leibniz, Tillich y Anscombe.
La historia nos recuerda razonamientos tempranos que concluyen la existencia de un ser perfecto y atemporal. Uno de ellos fue el del musulmán Ibn Siná (980-1037), también conocido como Avicena, que se centra en la esencia y la existencia. El médico y filósofo persa explica que nuestra existencia se debe a una Causa Primera que le dio origen a nuestra esencia y que coexiste con ella; esta Causa Primera es lo que hoy conocemos como Dios2.
Según Avicena, nuestro universo consiste en una sucesión o concatenación de seres, cada uno de los cuales le debe su existencia al ser inmediatamente superior. Imaginen entonces el universo jerarquizado por seres situados en distintos niveles, de modo que los de un nivel deban su existencia a los del nivel inmediatamente superior a ellos. Pero entonces habrá una esencia que será su propia existencia; es decir, que será autosuficiente y, por ende, su existencia no dependerá de un ser perteneciente a otro nivel. La esencia es eterna por sí misma. De modo que para Avicena, la Causa Primera necesariamente existe porque siempre ha existido.
En este punto, los argumentos dados se basan en el concepto de esencia y son conocidos como argumentos a priori. Este tipo de razonamiento centrado en la demostración de la existencia de Dios es lo que se considera un argumento ontológico. Pero ¿qué entendemos por argumento ontológico? El filósofo Immanuel Kant (1724-1804) afirmó que el argumento debe demostrar la existencia de una causa primera a partir de conceptos a priori3. Es insuficiente razonar lógicamente su existencia, pues también se debe considerar su esencia, de allí que empleará lo que denominó “concepto de una esencia suprema”.
Ya Gottfried Leibniz (1646-1716) había definido a Dios diciendo que es “la existencia del ser necesario, en cuya esencia está contenida la existencia o a quien le basta ser posible para ser real”4. Por lo que observamos, se incluye la necesidad como requisito, que proviene de sí mismo: “Si el ser necesario es posible, entonces existe, pues ser necesario y ser a través de la propia esencia son una y la misma cosa”.
El aporte de San Anselmo
San Anselmo (1033-1109), arzobispo de Canterbury, plasma su propia necesidad de explicar razonadamente su convicción de fe sobre la existencia de Dios en su obra Proslogion (del latín Prooemiun, en castellano, Alocución) publicada en 1078: “(…) me pregunté si no podía tal vez encontrar un único argumento que no necesitase de ningún otro para justificarse, y que él sólo bastase para establecer que Dios existe verdaderamente”5. Es lo que se conoce como el argumento anselmiano. Habría que esperar seiscientos años para llamarlo, según Kant, el argumento ontológico.
En el segundo capítulo del Proslogion define a Dios al indicar: “(…) creemos que por encima de ti no se puede concebir nada por el pensamiento”, justamente la base de su razonamiento, que se puede leer en la traducción del latín realizada por el filósofo y escritor español Antonio Millán-Puelles (1921-2005)6:
Es posible esquematizar lo anterior aplicando forma lógica al razonamiento:
Por su parte, la filósofa británica Elizabeth Anscombe (1919-2001) esquematizó el argumento de San Anselmo de la siguiente manera8:
Claramente se observa que la premisa 3(a) es un argumento existencial.
Una cuestión significativa que Anscombe advierte es que probablemente la obra de San Anselmo no haya sido traducida correctamente, con lo cual es muy posible que San Anselmo haya querido decir realmente: “Ya que si sólo está en el intelecto, se puede pensar que lo que es mayor está en la realidad también”9.
De modo que el argumento de San Anselmo, según lo sostenido por Anscombe, debería ser:
David Hume señala un absurdo
Es importante describir el argumento formulado por David Hume (1711-1776) referente a la imposibilidad de demostrar a partir de argumentos a priori la existencia de Dios, basado en el hecho de que “nada puede probarse como existente a partir de una argumentación racional a priori”10. Hume sostenía que solo la existencia puede demostrarse por la experiencia, y no a partir de las ideas de los hombres.
Este punto es reforzado por varios pensadores, entre los cuales, permítanme señalar al teólogo Karl Barth (1886-1968) quien señalo que el argumento de San Anselmo entra más en el campo teológico que filosófico11, sosteniendo que el hombre es incapaz de demostrar la existencia de Dios, sino que es Dios quien puede probarse a sí mismo.
En contraposición, como está plasmado en el Anuario Filosófico publicado en 1982, Anscombe sostiene12:
Con lo cual, se debe reevaluar lo expresado por Hume ya que sí es posible plantear un argumento ontológico a priori como lo indica Anscombe.
La crítica del monje Gaunilo
Como se evidencia en el propio documento de San Anselmo, uno de sus principales críticos fue el monje Gaunilo de Marmoutiers, quien objeta que el argumento de Anselmo se puede emplear para demostrar que existe cualquier cosa que uno pueda imaginar. Y para ello, cita el famoso ejemplo de la Isla Perfecta, la cual debería existir en la realidad y tener todos los atributos de perfección y grandeza que en ninguna otra isla se hayan visto antes. San Anselmo le responde: “Me comprometo a encontrar dicha isla y dársela de modo que no se vuelva a perder jamás”, dando a entender que no existen islas perfectas, ni árboles perfectos, porque son entes limitados, mientras que su argumento se refiere a un ser sin límites que no es posible concebir.
Este tipo de razonamiento se enmarca en las llamadas objeciones por saturación, porque no pretenden demostrar dónde o cómo falla el argumento, sino que simplemente lo acepta como válido.
La crítica de Kant
Immanuel Kant (1724-1804) afirma que “existir no es obviamente una afirmación real” sin tener bases cuando se asevera que la existencia es mejor que la inexistencia13. Indica que si incluimos la existencia en la definición de algo, entonces afirmar que ese algo existe es una tautología; es decir, cuando se afirma que la existencia es parte de la definición de Dios, entonces simplemente estamos afirmando que Dios existe sin aportar elementos de base para demostrar su existencia. De hecho, Kant no niega la existencia de Dios, pero dice que su existencia no puede ser probada desde la razón.
Justo en este punto, comienza a ser un tema de debate. Para ilustrarlo, sirva un ejemplo. Podemos afirmar que los caballos existen, pero no los centauros porque no los hemos visto, ya que el concepto de caballo tiene la propiedad de existencia mientras que el segundo no. De manera que intentar demostrar la existencia de Dios se basa en afirmar una propiedad (en este caso, la existencia) de ese algo que él dice que es falaz, la definición de algo no implica su existencia.
Ya Aristóteles había indicado en su obra Los segundos Analíticos14 que la existencia no debe ser parte de la esencia, son dos conceptos diferentes. Por todo ello, somos capaces de comprender una de las principales críticas contra el argumento ontológico de San Anselmo, cuando este incluyó en la definición de Dios el predicado de su existencia.
Paul Tillich
Valga hacer una breve referencia a la reflexión del filósofo y teólogo Paul Tillich (1886-1965) sobre el argumento ontológico, para lo cual se necesita explicar qué es la aseidad de Dios15. Este término proviene del latín a se, que significa “en sí mismo”. Es decir, Dios existe en sí mismo, es el ser último, el único ser con auto-existencia, pues es el inicio y el fin.
Todos los seres tienen un creador, un punto de inicio de su existencia, y claro está, un punto final. Pero por definición, Dios no tiene creador (no es criatura), Dios tiene la eternidad dentro de sí como parte de su definición, por lo que Dios siempre ha existido.
Entonces la aseidad de Dios implicaría la coincidencia de su existencia con su esencia. Tillich defiende el hecho de que Dios es el ser mismo, no es un ser. En otras palabras, afirma la aseidad de Dios: ningún aspecto puede llegar a explicar su existencia, porque él siempre ha estado allí.
Dicha a aclaración de aseidad nos permite comprender la razón que condujo a Tillich a reflexionar que no tiene sentido afirmar que “Dios existe”, tan frecuentemente citado en muchas tratados de filosofía o teología. Porque Dios es el Ser mismo, la base de todo lo que es imposible pensar desde nuestra comprensión. En ese sentido, no resulta extraño comprender por qué Tillich afirma que es imposible hablar de argumentos ontológicos para demostrar la existencia de Dios, ya que dicho razonamiento es una simple “(…) descripción racional de la relación de nuestra mente con el ser como tal”. De hecho, y como C. A. Mora16 explica claramente en su trabajo: “Tillich critica a San Anselmo porque supone que es incorrecto pensar que nosotros podemos lograr formarnos un concepto de Dios que va a extenderse desde una idea en nuestra mente a ser una realidad concreta fuera de la misma”.
Conclusiones
La demostración de la existencia de Dios es uno de los problemas más antiguos y reales planteados por la humanidad cuando partimos de premisas lógicamente justificadas, aunque la historia nos ha mostrado que partir de un argumento a priori da por hecho que él existe, y sólo se está probando lo que se quiere comprobar: Dios existe.
Lo que no podemos poner en duda es el hecho de que el argumento de San Anselmo, al definir a Dios como aquello mayor que lo cual nada puede ser concebido, da los frutos de cómo la razón reconoce que es imposible poder definir un ser desde nuestra dimensión terrenal. En ese sentido, el argumento ontológico de San Anselmo tiende más a ser una mostración que una demostración por sí misma.
A pesar de la crítica de Kant sobre la existencia del ser al referirse a él como una perfección, probablemente lo importante sea considerar que la no-existencia carece de perfección, y por ende, es imperfecto, por lo que no puede concebirse un ser llamado Dios porque nada puede impedir su existencia. Al reflexionar acerca de estas últimas palabras, y saliendo del terreno filosófico, es cómo si pensáramos que Dios mismo condiciona su propia existencia.
Probablemente, los puntos de vista mencionados a lo largo del presente ensayo sean cuestionables per se para demostrar la existencia de Dios desde argumentos apriorísticos como lo indicara Hume, porque la historia nos ha enseñado que siempre será posible formular una antítesis de dicha argumentación, como se evidenció desde el mismo momento en que San Anselmo presentó su definición de Dios a través de la crítica del monje Gaunilo.
Lo que no podemos negar es que la formulación a priori fue la semilla de mostaza que hoy en día cosechamos del árbol de la razón para debatir la existencia de Dios. Por todo ello, y desde mi perspectiva como creyente, considero que con este tipo de argumentaciones estamos demostrando que nosotros no somos producto de un lanzamiento azaroso originado desde la nada; sino una proyección o reflejo de un ser al que no podemos describir con simples palabras por la limitación de nuestro entendimiento.
Citación (ISO 690:2010): ISEA, Raúl. El argumento ontológico sobre la existencia de Dios, Parte I [en línea]. Nat. y Tras. (Rev. RYPC), 17 marzo 2015. <http://www.revista-rypc.org/2015/03/el-argumento-ontologico-sobre-la.html> [consulta: ].↑
El argumento ontológico sobre la existencia de Dios, Parte I
VER PARTE II
San Anselmo de Canterbury. Fuente: wordpress.com. |
Debemos reconocer que la humanidad aún no ha podido comprobar la existencia de Dios a partir de un razonamiento deductivo, sin emplear argumentos teológicos. Por lo que este trabajo no pretende cuestionar ningún aspecto de la religión, tampoco convencer a ateos o a agnósticos. Se trata más bien de mostrar cómo a partir de una serie de premisas1 se puede construir un razonamiento, denominado ontológico, el cual suele ser utilizado a favor de la existencia de un ser que identificamos como Dios.
Este ensayo es uno de tres, el cual está focalizado en hacer comprensible el argumento ontológico para el público en general, para lo cual se hace un repaso de la visión original de teólogos y filósofos como Avicena o San Anselmo, sin olvidar los aportes de Kant, Hume, Leibniz, Tillich y Anscombe.
La historia nos recuerda razonamientos tempranos que concluyen la existencia de un ser perfecto y atemporal. Uno de ellos fue el del musulmán Ibn Siná (980-1037), también conocido como Avicena, que se centra en la esencia y la existencia. El médico y filósofo persa explica que nuestra existencia se debe a una Causa Primera que le dio origen a nuestra esencia y que coexiste con ella; esta Causa Primera es lo que hoy conocemos como Dios2.
Según Avicena, nuestro universo consiste en una sucesión o concatenación de seres, cada uno de los cuales le debe su existencia al ser inmediatamente superior. Imaginen entonces el universo jerarquizado por seres situados en distintos niveles, de modo que los de un nivel deban su existencia a los del nivel inmediatamente superior a ellos. Pero entonces habrá una esencia que será su propia existencia; es decir, que será autosuficiente y, por ende, su existencia no dependerá de un ser perteneciente a otro nivel. La esencia es eterna por sí misma. De modo que para Avicena, la Causa Primera necesariamente existe porque siempre ha existido.
En este punto, los argumentos dados se basan en el concepto de esencia y son conocidos como argumentos a priori. Este tipo de razonamiento centrado en la demostración de la existencia de Dios es lo que se considera un argumento ontológico. Pero ¿qué entendemos por argumento ontológico? El filósofo Immanuel Kant (1724-1804) afirmó que el argumento debe demostrar la existencia de una causa primera a partir de conceptos a priori3. Es insuficiente razonar lógicamente su existencia, pues también se debe considerar su esencia, de allí que empleará lo que denominó “concepto de una esencia suprema”.
Ya Gottfried Leibniz (1646-1716) había definido a Dios diciendo que es “la existencia del ser necesario, en cuya esencia está contenida la existencia o a quien le basta ser posible para ser real”4. Por lo que observamos, se incluye la necesidad como requisito, que proviene de sí mismo: “Si el ser necesario es posible, entonces existe, pues ser necesario y ser a través de la propia esencia son una y la misma cosa”.
El aporte de San Anselmo
San Anselmo (1033-1109), arzobispo de Canterbury, plasma su propia necesidad de explicar razonadamente su convicción de fe sobre la existencia de Dios en su obra Proslogion (del latín Prooemiun, en castellano, Alocución) publicada en 1078: “(…) me pregunté si no podía tal vez encontrar un único argumento que no necesitase de ningún otro para justificarse, y que él sólo bastase para establecer que Dios existe verdaderamente”5. Es lo que se conoce como el argumento anselmiano. Habría que esperar seiscientos años para llamarlo, según Kant, el argumento ontológico.
En el segundo capítulo del Proslogion define a Dios al indicar: “(…) creemos que por encima de ti no se puede concebir nada por el pensamiento”, justamente la base de su razonamiento, que se puede leer en la traducción del latín realizada por el filósofo y escritor español Antonio Millán-Puelles (1921-2005)6:
El insensato dijo en su corazón: no hay Dios. Este Dios es algo mayor que lo cual nada puede pensarse. Pero cuando el insensato oye esta expresión entiende lo que oye y lo que entiende está en su entendimiento, aun cuando no entienda que ese algo mayor que lo cual nada puede pensarse exista. Pues una cosa es la presencia de algo en el entendimiento, y otra cosa es entenderlo. Ahora bien, el insensato debe admitir que lo que oye, y entiende, está en el entendimiento. Empero, además, ha de estar en la realidad. En efecto, si sólo estuviese en el entendimiento aquello de que no puede pensarse nada mayor, no sería lo mayor que puede pensarse, pues le faltaría para ello ser real. Si aquello mayor que lo cual no puede pensarse nada está en el entendimiento únicamente, aquello mismo mayor que lo cual nada puede ser pensado será algo mayor que lo cual es posible pensar algo. Por lo tanto, debe existir, tanto en el entendimiento como en la realidad, algo mayor que lo cual nada puede pensarse, y este algo es precisamente Dios.
Es posible esquematizar lo anterior aplicando forma lógica al razonamiento:
- Dios es algo mayor que lo cual nada puede pensarse.
- [Cuando] el insensato oye esta expresión entiende lo que oye y lo que entiende está en su entendimiento, aun cuando no entienda que ese algo mayor que lo cual nada puede pensarse exista.
- El insensato debe admitir que lo que oye, y entiende, está en el entendimiento. Empero, además, ha de estar en la realidad.
- Si sólo estuviese en el entendimiento aquello de que no puede pensarse nada mayor, no sería lo mayor que puede pensarse, pues le faltaría para ello ser real.
- Si aquello mayor que lo cual no puede pensarse nada está en el entendimiento únicamente, aquello mismo mayor que lo cual nada puede ser pensado será algo mayor que lo cual es posible pensar algo.
- Por lo tanto, debe existir, tanto en el entendimiento como en la realidad, algo mayor que lo cual nada puede pensarse, y este algo es precisamente Dios.
Por su parte, la filósofa británica Elizabeth Anscombe (1919-2001) esquematizó el argumento de San Anselmo de la siguiente manera8:
- Dios = aquello mayor que lo cual nada puede ser concebido.
- Aquello mayor que lo cual nada puede ser concebido existe de todos modos en la mente del insensato que dice que no hay tal cosa.
- Si aquello mayor que lo cual nada puede ser concebido sólo está en una mente, puede pensarse que exista también en la realidad, lo que es mayor
- Si aquello mayor que lo cual nada puede ser concebido existe sólo en una mente, no es aquello mayor que lo cual nada puede ser concebido.
- Pero es una contradicción decir que algo mayor que lo cual nada puede ser concebido es algo de lo que puede ser concebido algo mayor.
- Entonces, aquello mayor que lo cual nada puede ser concebido existe en la realidad, así como en una mente.
3(a). Si aquello mayor que lo cual nada puede ser concebido sólo existe en una mente, puede pensarse aún que exista en la realidad también.
3(b). Lo que existe en la realidad así como en una mente es mayor que lo que existe sólo en una mente.
Claramente se observa que la premisa 3(a) es un argumento existencial.
Una cuestión significativa que Anscombe advierte es que probablemente la obra de San Anselmo no haya sido traducida correctamente, con lo cual es muy posible que San Anselmo haya querido decir realmente: “Ya que si sólo está en el intelecto, se puede pensar que lo que es mayor está en la realidad también”9.
De modo que el argumento de San Anselmo, según lo sostenido por Anscombe, debería ser:
- Dios = aquello mayor que lo cual nada puede ser concebido.
- Aquello mayor que lo cual nada puede ser concebido existe de todos modos en el intelecto del insensato que dice que tal cosa no existe.
- Si esto sólo existe en un intelecto, se puede pensar que lo que es mayor que él existe en la realidad también.
- Luego, si algo mayor que lo cual nada puede ser concebido está sólo en el intelecto, no es algo mayor que lo cual nada puede ser concebido.
- Pero esto conlleva una contradicción.
- Por consiguiente, aquello mayor que lo cual nada puede ser concebido existe en la realidad también.
David Hume señala un absurdo
Es importante describir el argumento formulado por David Hume (1711-1776) referente a la imposibilidad de demostrar a partir de argumentos a priori la existencia de Dios, basado en el hecho de que “nada puede probarse como existente a partir de una argumentación racional a priori”10. Hume sostenía que solo la existencia puede demostrarse por la experiencia, y no a partir de las ideas de los hombres.
Este punto es reforzado por varios pensadores, entre los cuales, permítanme señalar al teólogo Karl Barth (1886-1968) quien señalo que el argumento de San Anselmo entra más en el campo teológico que filosófico11, sosteniendo que el hombre es incapaz de demostrar la existencia de Dios, sino que es Dios quien puede probarse a sí mismo.
En contraposición, como está plasmado en el Anuario Filosófico publicado en 1982, Anscombe sostiene12:
(…) pensar en aquello mayor de lo cual nada puede ser concebido no es nada fuera de la mente, y por ende, es algo que puede no-existir, es decir, no-existente. Pero es posible pensar que aquello mayor que lo cual nada puede ser concebido sí que existe. Si se piensa como existente, no se puede pensar como posiblemente no-existente, y el pensarlo como no posiblemente no-existente es obviamente un pensarlo como mayor que si es pensado como posiblemente no-existente. Por consiguiente, el pensarlo como existente lleva a un pensarlo como mayor que lo que fue pensado como no-existente.
Con lo cual, se debe reevaluar lo expresado por Hume ya que sí es posible plantear un argumento ontológico a priori como lo indica Anscombe.
La crítica del monje Gaunilo
Como se evidencia en el propio documento de San Anselmo, uno de sus principales críticos fue el monje Gaunilo de Marmoutiers, quien objeta que el argumento de Anselmo se puede emplear para demostrar que existe cualquier cosa que uno pueda imaginar. Y para ello, cita el famoso ejemplo de la Isla Perfecta, la cual debería existir en la realidad y tener todos los atributos de perfección y grandeza que en ninguna otra isla se hayan visto antes. San Anselmo le responde: “Me comprometo a encontrar dicha isla y dársela de modo que no se vuelva a perder jamás”, dando a entender que no existen islas perfectas, ni árboles perfectos, porque son entes limitados, mientras que su argumento se refiere a un ser sin límites que no es posible concebir.
Este tipo de razonamiento se enmarca en las llamadas objeciones por saturación, porque no pretenden demostrar dónde o cómo falla el argumento, sino que simplemente lo acepta como válido.
La crítica de Kant
Immanuel Kant (1724-1804) afirma que “existir no es obviamente una afirmación real” sin tener bases cuando se asevera que la existencia es mejor que la inexistencia13. Indica que si incluimos la existencia en la definición de algo, entonces afirmar que ese algo existe es una tautología; es decir, cuando se afirma que la existencia es parte de la definición de Dios, entonces simplemente estamos afirmando que Dios existe sin aportar elementos de base para demostrar su existencia. De hecho, Kant no niega la existencia de Dios, pero dice que su existencia no puede ser probada desde la razón.
Justo en este punto, comienza a ser un tema de debate. Para ilustrarlo, sirva un ejemplo. Podemos afirmar que los caballos existen, pero no los centauros porque no los hemos visto, ya que el concepto de caballo tiene la propiedad de existencia mientras que el segundo no. De manera que intentar demostrar la existencia de Dios se basa en afirmar una propiedad (en este caso, la existencia) de ese algo que él dice que es falaz, la definición de algo no implica su existencia.
Ya Aristóteles había indicado en su obra Los segundos Analíticos14 que la existencia no debe ser parte de la esencia, son dos conceptos diferentes. Por todo ello, somos capaces de comprender una de las principales críticas contra el argumento ontológico de San Anselmo, cuando este incluyó en la definición de Dios el predicado de su existencia.
Paul Tillich
Valga hacer una breve referencia a la reflexión del filósofo y teólogo Paul Tillich (1886-1965) sobre el argumento ontológico, para lo cual se necesita explicar qué es la aseidad de Dios15. Este término proviene del latín a se, que significa “en sí mismo”. Es decir, Dios existe en sí mismo, es el ser último, el único ser con auto-existencia, pues es el inicio y el fin.
Todos los seres tienen un creador, un punto de inicio de su existencia, y claro está, un punto final. Pero por definición, Dios no tiene creador (no es criatura), Dios tiene la eternidad dentro de sí como parte de su definición, por lo que Dios siempre ha existido.
Entonces la aseidad de Dios implicaría la coincidencia de su existencia con su esencia. Tillich defiende el hecho de que Dios es el ser mismo, no es un ser. En otras palabras, afirma la aseidad de Dios: ningún aspecto puede llegar a explicar su existencia, porque él siempre ha estado allí.
Dicha a aclaración de aseidad nos permite comprender la razón que condujo a Tillich a reflexionar que no tiene sentido afirmar que “Dios existe”, tan frecuentemente citado en muchas tratados de filosofía o teología. Porque Dios es el Ser mismo, la base de todo lo que es imposible pensar desde nuestra comprensión. En ese sentido, no resulta extraño comprender por qué Tillich afirma que es imposible hablar de argumentos ontológicos para demostrar la existencia de Dios, ya que dicho razonamiento es una simple “(…) descripción racional de la relación de nuestra mente con el ser como tal”. De hecho, y como C. A. Mora16 explica claramente en su trabajo: “Tillich critica a San Anselmo porque supone que es incorrecto pensar que nosotros podemos lograr formarnos un concepto de Dios que va a extenderse desde una idea en nuestra mente a ser una realidad concreta fuera de la misma”.
Conclusiones
La demostración de la existencia de Dios es uno de los problemas más antiguos y reales planteados por la humanidad cuando partimos de premisas lógicamente justificadas, aunque la historia nos ha mostrado que partir de un argumento a priori da por hecho que él existe, y sólo se está probando lo que se quiere comprobar: Dios existe.
Lo que no podemos poner en duda es el hecho de que el argumento de San Anselmo, al definir a Dios como aquello mayor que lo cual nada puede ser concebido, da los frutos de cómo la razón reconoce que es imposible poder definir un ser desde nuestra dimensión terrenal. En ese sentido, el argumento ontológico de San Anselmo tiende más a ser una mostración que una demostración por sí misma.
A pesar de la crítica de Kant sobre la existencia del ser al referirse a él como una perfección, probablemente lo importante sea considerar que la no-existencia carece de perfección, y por ende, es imperfecto, por lo que no puede concebirse un ser llamado Dios porque nada puede impedir su existencia. Al reflexionar acerca de estas últimas palabras, y saliendo del terreno filosófico, es cómo si pensáramos que Dios mismo condiciona su propia existencia.
Probablemente, los puntos de vista mencionados a lo largo del presente ensayo sean cuestionables per se para demostrar la existencia de Dios desde argumentos apriorísticos como lo indicara Hume, porque la historia nos ha enseñado que siempre será posible formular una antítesis de dicha argumentación, como se evidenció desde el mismo momento en que San Anselmo presentó su definición de Dios a través de la crítica del monje Gaunilo.
Lo que no podemos negar es que la formulación a priori fue la semilla de mostaza que hoy en día cosechamos del árbol de la razón para debatir la existencia de Dios. Por todo ello, y desde mi perspectiva como creyente, considero que con este tipo de argumentaciones estamos demostrando que nosotros no somos producto de un lanzamiento azaroso originado desde la nada; sino una proyección o reflejo de un ser al que no podemos describir con simples palabras por la limitación de nuestro entendimiento.
- Entendiendo por premisas aquellas proposiciones (bien sean verdaderas o falsas) que anteceden a las conclusiones.↩
- Mayores detalles en la Enciclopedia Católica online, disponible en http://goo.gl/6kcP9D.↩
- MARION, J.L. ¿Es el argumento ontológico realmente ontológico? Tópicos, 32 (2007), 179-205.↩
- MARION, J.L. Ibídem.↩
- PÉREZ DE LABORDA, M. El “unum argumentum” de San Anselmo: un intento de demostrar lo que la fe enseña sobre Dios. Acta Philosophica, 4 (1995), 95-103.↩
- MILLÁN-PUELLES, A. Obras Completas II: Fundamentos de Filosofía. RIALP Ediciones, Madrid, (1955).↩
- MALCOLM, N. Anselm's ontological arguments. Philosophical Review, 69 (1960), 41-62.↩
- ANSCOMBE, G.E.M. Why Anselm's Proof in the Proslogion is not an Ontological Argument. Thoreau Quarterly, 17 (1985), 32-40.↩
- ANSCOMBE, G.E.M. Why Anselm's Proof in the Proslogion is not an Ontological Argument? Thoreau Quarterly, 17 (1985), 32-40.↩
- HUME, D. Diálogos sobre la religión natural. Fondo de Cultura Económica, México D.F., (2005).↩
- BARTH, K. Anselm: Fides Quaerens Intellectum: Anselm's proof of the existence of God in the context of his theological scheme. SCM Press, UK, (2012).↩
- ANSCOMBE, G.E.M. Por qué la prueba de Anselmo en el Proslogion no es un argumento ontológico, Anuario Filosófico, 25 (1982), 9-18.↩
- FERREIRO, H. El argumento ontológico y la muerte de la metafísica: dos visiones complementarias –Kant y Hegel. Veritas, 57 (2012), 99-120.↩
- ECHAURI, R. Esencia y existencia en Aristóteles. Anuario filosófico, 8 (1975), 117-129.↩
- MORA, C. A. El argumento ontológico en Paul Tillich y Jean-Luc Marion. Escritos, 18 (2010), 36-51.↩
- MORA, C. A. El argumento ontológico en Paul Tillich y Jean-Luc Marion. Escritos, 18 (2010), 36-51.↩
Citación (ISO 690:2010): ISEA, Raúl. El argumento ontológico sobre la existencia de Dios, Parte I [en línea]. Nat. y Tras. (Rev. RYPC), 17 marzo 2015. <http://www.revista-rypc.org/2015/03/el-argumento-ontologico-sobre-la.html> [consulta: ].↑