Publicado en el canal divulgativo: Naturaleza y Trascendencia | Citación
Cristianos frente al reciente hallazgo del BICEP2
Actualización: Posterior al anuncio de la colaboración BICEP2, nuevos análisis terminaron por desmentir el hallazgo, revelando que las señales detectadas correspondieron a polvo de nuestra galaxia, la vía lactea [doi:10.1038/nature.2015.16830]. Con todo, el argumento de este artículo no se ve afectado, ya que su objetivo es proponer una mejor comprensión de la relación entre la teología cristiana y la cosmología de los orígenes.
Manuel David Morales
Quizás más de algún lector se preguntará por qué esperé poco más de dos semanas para publicar un artículo sobre el importante hallazgo anunciado por el equipo colaborador del BICEP2; esto es, la detección de ondas gravitacionales primordiales como primera evidencia directa a favor de la inflación cósmica1. La razón no es que no sea alentadora -porque de hecho, para quienes trabajamos en ondas gravitacionales ¡sí que lo es!-, sino más bien que ante el desproporcionado boom que ha tenido esta noticia en los medios, no deja de ser importante evaluar críticamente las principales reacciones que ha provocado en el mundo cristiano, y que he recopilado de diferentes fuentes.
¿En qué consiste este descubrimiento?
Comencemos precisando. Aun cuando este hallazgo está relacionado con el Big Bang, o como los físicos le denominan, el “modelo estándar” de la cosmología2, éste en realidad va más allá de constituir una evidencia a su favor. El modelo estándar ya ha sido confirmado desde hace décadas con pruebas tales como la observación de la expansión del Universo por Hubble, la primera detección de la radiación de fondo de microondas por Penzias y Wilson, entre otras. Y es que el modelo inflacionario constituye un ingrediente que los cosmólogos adicionan al modelo estándar para mitigar algunas de sus dificultades3. Pero por supuesto, no es un mero “parche” basado en hipótesis ad hoc, ya que en realidad constituye una sólida extensión teórica, que realiza predicciones, dentro de las cuales precisamente está la confirmada por el BICEP2.
Sin entrar en detalles técnicos, lo que básicamente sostiene el modelo inflacionario es que cuando nuestro universo tenía $10^{-35}$ segundos de edad, y durante un rapidísimo instante de $10^{-32}$ segundos, experimentó una expansión a una tasa muchísimo más alta que la predicha por el modelo estándar. Las propiedades de las partículas elementales involucradas en dicha época inflacionaria es algo que aún no se conoce. Sin embargo, lo que sí podemos decir es que es producto de lo que en física denominamos por “transición de fase”4, la fuerza nuclear fuerte se desligó de la fuerza nuclear débil y de la fuerza electromagnética -que hasta antes de la inflación se encontraban unificadas-, llenando el universo de una energía llamada “energía del vacío”, lo que finalmente hizo que la interacción gravitacional se comportara de manera repulsiva. Algo muy similar ocurre con la constante cosmológica $\Lambda$ la cual hace que nuestro universo se expanda de manera acelerada, aunque a una tasa muchísimo menor que la experimentada en la época inflacionaria.
En lo que respecta a la comprobación experimental del modelo, el camino natural es intentar detectar las ondas gravitacionales producidas por la inflación5 -de forma similar a como observamos las perturbaciones del agua en la orilla de una piscina, algunos segundos después de que alguien ha hecho un clavado en su centro-. Aunque la desventaja aquí, es que hoy no se cuenta con tecnología suficiente para medir este tipo de perturbaciones espacio-temporales primordiales. Por lo tanto, se han trabajado en caminos alternativos, como por ejemplo, el observar la radiación de fondo de microondas, y sus diferentes modos de polarización.
“¿Pero qué son los modos de polarización?”… se preguntará más de algún lector. En palabras simples, son los diferentes componentes de la radiación que nos llegan del cielo -que matemáticamente puede describirse como un campo vectorial6-. En este caso concreto tenemos dos: el gradiente, asociado al campo eléctrico, modo E, y que nos dice cuánto varía la radiación entre dos puntos en el cielo con respecto a la distancia que los separa; y el rotacional, asociado al campo magnético, modo B, que nos entrega una medida de cuan arremolinada es la radiación que recibimos (ver figura 1). Y es el modo B o componente rotacional la que contiene la información sobre las ondas gravitacionales primordiales, y que en efecto fue observada en el BICEP27.
Una mirada crítica a las diferentes reacciones
Más allá de la información científica -que aquí la tomaremos como el background de la problemática-, resulta interesante apreciar las diferentes reacciones que han surgido en el mundo cristiano. Considérese las declaraciones de Leslie A. Wickman, científica espacial de la Azusa Pacific University:
Al margen de que éstas y otras declaraciones similares9 parecieran no señalar de forma clara que este descubrimiento constituye principalmente una evidencia de una extensión del modelo estándar, aquí surge algo interesante. Y es que este tipo de opiniones, que ven en el Big Bang un apoyo científico a favor de la creación bíblica, casi siempre generan tensiones conceptuales al identificar aspectos científicos con aspectos teológicos y metafísicos. Considérese dos ejemplos:
¿Comienzo ≡ Origen?
Si hay algo que se desprende naturalmente del modelo estándar de la cosmología, es la idea de que nuestro universo observable tiene un comienzo. En lenguaje matemático, dicho comienzo es parametrizado con un tiempo $t=0$, y en muchos de los modelos cosmológicos corresponde a una singularidad. Sin embargo, cuando en la ciencia se habla de “comienzo”, no es sinónimo de “origen” o comienzo absoluto como el enseñado en teología. Esto ya que $t=0$ representa un límite que se desprende de relatividad general, que apelando a extensiones del modelo estándar, puede removerse -como por ejemplo, los originados en gravedad cuántica-. Por lo que teóricamente uno podría concebir estados físicos previos al Big Bang, un universo autocontenido sin comienzo, entre otras opciones10.
¿Singularidad ≡ Nada?
Algunos cristianos tienden a identificar la singularidad -el instante cuando el universo se encontraba comprimido en un volumen casi cero, con densidad y temperatura infinitas- con la noción metafísica de “nada”. Esto constituye un encaje muy cuestionable, ya que en el terreno de la cosmología no se tiene en absoluto claro si dicha singularidad ocurrió realmente, o incluso en caso de que hubiera ocurrido, qué es lo que representa. Por lo demás, si sostenemos que la singularidad en $t=0$ constituye el límite entre la no-existencia y la existencia, por pura analogía las estrellas luego de colapsar gravitacionalmente a una singularidad, deberían de dejar existir11; algo que obviamente no ocurre, ya que su estadio último es un agujero negro.
Lo curioso de opiniones como la de Wickman, es que motivadas por un interés puramente apologético, parecieran no asimilar que el descubrimiento del BICEP2, más que entregar apoyo científico para la doctrina cristiana de la creación, constituye el primer “guiño” a una de las explicaciones que compiten con el moderno argumento teleológico basado en el ajuste fino del universo. Me refiero a la hipótesis del multiverso. Esto lo podemos ver en dos pasos:
Primero, que la inflación se formula para mitigar, entre otras cosas, el problema de las condiciones iniciales del universo, o por qué algunos parámetros físicos tuvieron que estar finamente ajustados para producir un universo como el nuestro. Y segundo, que una vez que la inflación cósmica se establece como modelo plausible a la luz de las observaciones -algo que comienza a saborearse a partir del hallazgo del BICEP2-, se allana el terreno para tomar el siguiente paso, el cual es considerar extensiones a la inflación cósmica, como por ejemplo la inflación caótica de Linde, de las cuales se desprende la idea de los muchos universos, que terminaría por remover gran parte del ajuste fino.
Es claro que aquí no estamos en presencia de una “demostración” del multiverso, pero sí del primer paso para ir pensando en extensiones al modelo inflacionario, que en el futuro podrían acercarnos mucho más a esta idea12. ¿Acaso esto no constituye una buena razón para replantearnos la empresa apologética, y pensar en interpretaciones teológicas de la cosmología un poco más abiertas?
Si posturas como las anteriores son problemáticas cuando distinguimos cuidadosamente los terrenos de la ciencia y la teología, desastrosas resultan ser las reacciones de aquellos cristianos, que basados en un entendimiento ultra-literal del Génesis, rechazan los descubrimientos científicos. Éste es el caso del creacionista de la tierra joven John G. Hartnett:
Éste y otros señalamientos14 esencialmente apuntan a que no sería posible concluir que las señales recibidas por el BICEP2 corresponden a las ondas gravitacionales primordiales, debido a que no se están descartando todas y cada una de las otras posibles causas para dichas señales, y que no podemos retroceder el tiempo y estar “allí” para observarlo-. Lo realmente curioso, es que el mismo Harnett señala que hacer frente a estas dificultades constituye una simple y llana utopía, ya que “tendría que saberlo todo, lo que le haría un dios”15. ¿Qué clase de dificultades “teóricas” son éstas, que ni siquiera admiten posibles escenarios lógicos que nos permitan superarlas? Es cierto que debemos ser críticos con los resultados que nos entrega la ciencia. Pero esto no significa caer en una especie de solipsismo científico, que ni siquiera reconozca que la ciencia, más que “demostrar fuera de toda duda” una teoría, lo que busca es evidencia acumulativa que apunte a su verosimilitud. Por lo demás, siempre será posible aplicar este tipo de críticas a los diferentes “modelos creacionistas”, que en vez de buscar el arbitraje de la observación16, al final descansan en supuestos religiosos no negociables desprendidos de una muy particular interpretación de los textos bíblicos.
Advertidos los problemas de las posturas como las anteriores, surge una tercera opinión, menos difundida en los medios, pero bastante mejor articulada. Ésta es la de considerar la creación como algo independiente de los recientes hallazgos científicos, así como de las explicaciones científicas acerca de los orígenes, en general. Aquí una referencia obligada es la del sacerdote y astrónomo belga Georges Lemaître, que pertinentemente ha sido puntualizada por Marcio Campos hace algunos días17, pero que ya se adelantaba hace un par de años por Eduardo Riaza y Pablo de Felipe18.
Tomando las referencias señaladas, podemos decir que la postura de Lemaître -la cual naturalmente se contrapuso con la interpretación apologética que el papa Pío XII le dio a la teoría del Big Bang-, fue de considerar ciencia y la religión como caminos distintos, pero complementarios, en la búsqueda de la verdad. Pero además fue crítico que el científico creyente considerara la ciencia y la religión como dominios aislados, en que en ciertas ocasiones invocara su ciencia y en otras a su fe, así como del intento de mezclar y confundir aquello que debe permanecer separado.
Es claro que la virtud de este tipo de posturas, es que evitan el tradicional enfoque apologético coercitivo, que busca “demostraciones científicas” a favor de la existencia de Dios. La realidad divina, por definición, está por sobre cualquier demostración racional -sin contar que esto es coherente con el hecho de que casi nadie se hace cristiano o ateo/agnóstico por demostraciones, sino más bien por cuestiones vivenciales-. Pero además, nos invitan a superar el ya trasnochado prejuicio de considerar ciencia y religión como dominios en conflicto, cuando bien sabemos, poseen una naturaleza epistemológica que globalmente las hace muy diferentes19.
Ahora bien, es necesario señalar que este tipo de enfoques tampoco está exento de dificultades. Porque por ejemplo, si consideramos que los descubrimientos científicos sobre los orígenes son independientes de la creación, como en la práctica lo sostuvo Lemaître con el caso del Big Bang, ¿cómo se explica que muchos de éstos nos provean un marco para rechazar ciertas interpretaciones de los textos bíblicos? Aquí podría replicarse que las interpretaciones rechazadas nunca fueron acertadas, porque incurrieron en los problemas de las posturas antes mencionadas. Sin embargo, si somos realistas, es difícil no reconocer que estas apreciaciones casi siempre se hacen a posteriori. En este sentido, el hecho de que la evolución de la teología cristiana casi siempre haya ido de la mano con la evolución de la cultura occidental, y el conocimiento científico en particular, resulta ser bastante coherente. Es innegable que existe un flujo de información desde la ciencia hacia la teología, o en otras palabras, interacción.
El desafío: considerar alternativas más dialógicas
¿Existe alguna característica común a todas las reacciones cristianas aquí mencionadas? A simple vista, y considerando que quienes las sostienen pertenecen a sectores del cristianismo algo desconectados entre sí -como por ejemplo sucede con el evangelicalismo, que tienden a posturas como las dos primeras; y las ortodoxias cristianas, muy afines a la tercera-, pareciera ser que no. Aunque, si nos enfocamos en sus motivaciones, no es difícil apreciar que uno de los motores principales que las mueven es el de conservar ciertas verdades de la fe, sistematizadas al alero de tradiciones teológicas muy específicas. En este sentido, se nos presenta la teología cristiana como un terreno inmune a cualquier tipo de innovación proveniente del ámbito de las ciencias naturales.
Si lo que buscamos es establecer una imagen de Dios predominantemente trascendente, o incluso, fortalecer el compromiso cristiano hacia esta imagen, estos caminos quizás lo faciliten. Sin embargo, aquí lo preocupante es que hacen del Cristianismo, y la teología cristiana en particular, un terreno intelectualmente estancado, poco innovador, y con escasa empatía epistemológica y metodológica hacia la cultura científica moderna. En virtud de esto, creo que uno de los caminos más fructíferos a la hora de superar estas posturas, es el de construir teologías motivadas por la integración, en contexto con las ciencias naturales, y que sean capaces de generar una verdadera interacción entre la fe cristiana y los hallazgos de la ciencia moderna. Lo cual, sin duda, hará del Cristianismo un terreno inteligible, culturalmente informado, y sujeto a constante revisión.
Por motivos de espacio no podré seguir extendiéndome mucho. No obstante, para que el lector al menos pueda asimilar algunas alternativas, resulta ilustrativo considerar el concepto de consonancia, acuñado por el filósofo Ernan McMullin; quien reconociendo la independencia de la ciencia y la teología, orienta al cristiano a “esforzarse en hacer de su teología y la cosmología consonantes con respecto a las contribuciones que éstas hacen a (ésta) visión de mundo”.20 En este sentido, el teólogo Ted Peters plantea una metodología para buscar lo que él llama “consonancia hipotética”21:
i. Escuchar los sonidos preliminares en resonancia,
ii. Construir una hipótesis, que de verificarse, permita identificar consonancias,
iii. Estudiar las posibilidades, considerando la pluralidad de enfoques, pero la unicidad de la realidad,
iv. Esperar que surja algún tipo de concordancia entre ambas disciplinas.
Hace algún tiempo me referí muy someramente a una interesante alternativa de interacción entre creatio ex nihilo y la teoría del Big Bang propuesta por Robert J. Russell22, que básicamente se elabora desde una interpretación realista de la consonancia. Es decir, que el análisis de las contribuciones de ambas disciplinas y el posterior reconocimiento de la consonancia se hace desde la objetividad del afuera. Sin embargo este camino no es único, ya que el análisis también puede realizarse desde adentro, considerando que la consonancia también puede darse en la construcción de una visión de mundo en la que la teología y la ciencia se reúnan. Éste es el caso de la “consonancia constructiva” sostenida por el físico y teólogo Willem B. Drees, que toma en cuenta que las ideas metafísicas, en efecto, influyen en la elaboración de modelos cosmológicos, y cómo estas pueden estar en consonancia con las ideas teológicas. Tomando la noción de programas de investigación (Lakatos), y considerando que en la cosmología existen diversos modelos en competencia, Drees puntualiza:
Acercamientos como el de Drees, Russell y Peters constituyen una pequeña muestra de posturas teológicas mejor articuladas a la hora de entablar diálogo entre el cristianismo y la cosmología moderna. Debido a que generan innovaciones en el entendimiento de la relación ciencia-religión, reconociendo que en efecto, existe un flujo de información entre ambos dominios. Todo esto es de suma importancia, ya que hacen del Cristianismo algo relevante para nuestra cultura científica moderna. Pero, lo que es más destacable, es que permiten apropiarnos teológicamente de los diversos modelos que hoy encontramos en el gran “menú” de la física cosmológica.
Citación (ISO 690:2010): MORALES, Manuel David. Cristianos frente al reciente hallazgo del BICEP2 [en línea]. Nat. y Tras. (Rev. RYPC), 8 abril 2014. <http://www.revista-rypc.org/2014/04/cristianos-frente-al-reciente-hallazgo.html> [consulta: ].↑
Cristianos frente al reciente hallazgo del BICEP2
Actualización: Posterior al anuncio de la colaboración BICEP2, nuevos análisis terminaron por desmentir el hallazgo, revelando que las señales detectadas correspondieron a polvo de nuestra galaxia, la vía lactea [doi:10.1038/nature.2015.16830]. Con todo, el argumento de este artículo no se ve afectado, ya que su objetivo es proponer una mejor comprensión de la relación entre la teología cristiana y la cosmología de los orígenes.
Telescopios SP y BICEP2. Fuente: Physicsworld.com. |
Quizás más de algún lector se preguntará por qué esperé poco más de dos semanas para publicar un artículo sobre el importante hallazgo anunciado por el equipo colaborador del BICEP2; esto es, la detección de ondas gravitacionales primordiales como primera evidencia directa a favor de la inflación cósmica1. La razón no es que no sea alentadora -porque de hecho, para quienes trabajamos en ondas gravitacionales ¡sí que lo es!-, sino más bien que ante el desproporcionado boom que ha tenido esta noticia en los medios, no deja de ser importante evaluar críticamente las principales reacciones que ha provocado en el mundo cristiano, y que he recopilado de diferentes fuentes.
¿En qué consiste este descubrimiento?
Comencemos precisando. Aun cuando este hallazgo está relacionado con el Big Bang, o como los físicos le denominan, el “modelo estándar” de la cosmología2, éste en realidad va más allá de constituir una evidencia a su favor. El modelo estándar ya ha sido confirmado desde hace décadas con pruebas tales como la observación de la expansión del Universo por Hubble, la primera detección de la radiación de fondo de microondas por Penzias y Wilson, entre otras. Y es que el modelo inflacionario constituye un ingrediente que los cosmólogos adicionan al modelo estándar para mitigar algunas de sus dificultades3. Pero por supuesto, no es un mero “parche” basado en hipótesis ad hoc, ya que en realidad constituye una sólida extensión teórica, que realiza predicciones, dentro de las cuales precisamente está la confirmada por el BICEP2.
Sin entrar en detalles técnicos, lo que básicamente sostiene el modelo inflacionario es que cuando nuestro universo tenía $10^{-35}$ segundos de edad, y durante un rapidísimo instante de $10^{-32}$ segundos, experimentó una expansión a una tasa muchísimo más alta que la predicha por el modelo estándar. Las propiedades de las partículas elementales involucradas en dicha época inflacionaria es algo que aún no se conoce. Sin embargo, lo que sí podemos decir es que es producto de lo que en física denominamos por “transición de fase”4, la fuerza nuclear fuerte se desligó de la fuerza nuclear débil y de la fuerza electromagnética -que hasta antes de la inflación se encontraban unificadas-, llenando el universo de una energía llamada “energía del vacío”, lo que finalmente hizo que la interacción gravitacional se comportara de manera repulsiva. Algo muy similar ocurre con la constante cosmológica $\Lambda$ la cual hace que nuestro universo se expanda de manera acelerada, aunque a una tasa muchísimo menor que la experimentada en la época inflacionaria.
En lo que respecta a la comprobación experimental del modelo, el camino natural es intentar detectar las ondas gravitacionales producidas por la inflación5 -de forma similar a como observamos las perturbaciones del agua en la orilla de una piscina, algunos segundos después de que alguien ha hecho un clavado en su centro-. Aunque la desventaja aquí, es que hoy no se cuenta con tecnología suficiente para medir este tipo de perturbaciones espacio-temporales primordiales. Por lo tanto, se han trabajado en caminos alternativos, como por ejemplo, el observar la radiación de fondo de microondas, y sus diferentes modos de polarización.
Figura 1: Descomposición de un campo vectorial en su componente gradiente (a) y rotacional (b). |
“¿Pero qué son los modos de polarización?”… se preguntará más de algún lector. En palabras simples, son los diferentes componentes de la radiación que nos llegan del cielo -que matemáticamente puede describirse como un campo vectorial6-. En este caso concreto tenemos dos: el gradiente, asociado al campo eléctrico, modo E, y que nos dice cuánto varía la radiación entre dos puntos en el cielo con respecto a la distancia que los separa; y el rotacional, asociado al campo magnético, modo B, que nos entrega una medida de cuan arremolinada es la radiación que recibimos (ver figura 1). Y es el modo B o componente rotacional la que contiene la información sobre las ondas gravitacionales primordiales, y que en efecto fue observada en el BICEP27.
Una mirada crítica a las diferentes reacciones
Más allá de la información científica -que aquí la tomaremos como el background de la problemática-, resulta interesante apreciar las diferentes reacciones que han surgido en el mundo cristiano. Considérese las declaraciones de Leslie A. Wickman, científica espacial de la Azusa Pacific University:
[E]sta nueva evidencia sugiere fuertemente que hubo un comienzo para nuestro universo. Si el universo de hecho tuvo un comienzo, por la simple lógica de causa y efecto, tuvo que haber un agente -separado e independiente del efecto- que lo causara. Eso suena muy similar a Génesis 1:1: “En el principio Dios creó los cielos y la Tierra”. Entonces, este último descubrimiento es una buena noticia para nosotros los creyentes, ya que agrega un apoyo científico a la idea de que el universo fue causado -o creado- por algo o alguien fuera de e independiente de éste8.
Al margen de que éstas y otras declaraciones similares9 parecieran no señalar de forma clara que este descubrimiento constituye principalmente una evidencia de una extensión del modelo estándar, aquí surge algo interesante. Y es que este tipo de opiniones, que ven en el Big Bang un apoyo científico a favor de la creación bíblica, casi siempre generan tensiones conceptuales al identificar aspectos científicos con aspectos teológicos y metafísicos. Considérese dos ejemplos:
¿Comienzo ≡ Origen?
Si hay algo que se desprende naturalmente del modelo estándar de la cosmología, es la idea de que nuestro universo observable tiene un comienzo. En lenguaje matemático, dicho comienzo es parametrizado con un tiempo $t=0$, y en muchos de los modelos cosmológicos corresponde a una singularidad. Sin embargo, cuando en la ciencia se habla de “comienzo”, no es sinónimo de “origen” o comienzo absoluto como el enseñado en teología. Esto ya que $t=0$ representa un límite que se desprende de relatividad general, que apelando a extensiones del modelo estándar, puede removerse -como por ejemplo, los originados en gravedad cuántica-. Por lo que teóricamente uno podría concebir estados físicos previos al Big Bang, un universo autocontenido sin comienzo, entre otras opciones10.
¿Singularidad ≡ Nada?
Algunos cristianos tienden a identificar la singularidad -el instante cuando el universo se encontraba comprimido en un volumen casi cero, con densidad y temperatura infinitas- con la noción metafísica de “nada”. Esto constituye un encaje muy cuestionable, ya que en el terreno de la cosmología no se tiene en absoluto claro si dicha singularidad ocurrió realmente, o incluso en caso de que hubiera ocurrido, qué es lo que representa. Por lo demás, si sostenemos que la singularidad en $t=0$ constituye el límite entre la no-existencia y la existencia, por pura analogía las estrellas luego de colapsar gravitacionalmente a una singularidad, deberían de dejar existir11; algo que obviamente no ocurre, ya que su estadio último es un agujero negro.
Lo curioso de opiniones como la de Wickman, es que motivadas por un interés puramente apologético, parecieran no asimilar que el descubrimiento del BICEP2, más que entregar apoyo científico para la doctrina cristiana de la creación, constituye el primer “guiño” a una de las explicaciones que compiten con el moderno argumento teleológico basado en el ajuste fino del universo. Me refiero a la hipótesis del multiverso. Esto lo podemos ver en dos pasos:
Primero, que la inflación se formula para mitigar, entre otras cosas, el problema de las condiciones iniciales del universo, o por qué algunos parámetros físicos tuvieron que estar finamente ajustados para producir un universo como el nuestro. Y segundo, que una vez que la inflación cósmica se establece como modelo plausible a la luz de las observaciones -algo que comienza a saborearse a partir del hallazgo del BICEP2-, se allana el terreno para tomar el siguiente paso, el cual es considerar extensiones a la inflación cósmica, como por ejemplo la inflación caótica de Linde, de las cuales se desprende la idea de los muchos universos, que terminaría por remover gran parte del ajuste fino.
Es claro que aquí no estamos en presencia de una “demostración” del multiverso, pero sí del primer paso para ir pensando en extensiones al modelo inflacionario, que en el futuro podrían acercarnos mucho más a esta idea12. ¿Acaso esto no constituye una buena razón para replantearnos la empresa apologética, y pensar en interpretaciones teológicas de la cosmología un poco más abiertas?
Si posturas como las anteriores son problemáticas cuando distinguimos cuidadosamente los terrenos de la ciencia y la teología, desastrosas resultan ser las reacciones de aquellos cristianos, que basados en un entendimiento ultra-literal del Génesis, rechazan los descubrimientos científicos. Éste es el caso del creacionista de la tierra joven John G. Hartnett:
¿Es este descubrimiento el “arma humeante” del Big Bang? Esto implica que es similar a tener un delito justo después de haberse cometido, y encontrar una persona con la pistola humeante. Bueno, incluso si así fuera, todavía podría tenerse a la persona equivocada, porque no estaba allí para ver directamente el crimen. Es circunstancial. En este caso se tendría que demostrar que la evidencia no podía venir de cualquier otra fuente o mecanismo posible. Este es el problema con la cosmología en general.13
Éste y otros señalamientos14 esencialmente apuntan a que no sería posible concluir que las señales recibidas por el BICEP2 corresponden a las ondas gravitacionales primordiales, debido a que no se están descartando todas y cada una de las otras posibles causas para dichas señales, y que no podemos retroceder el tiempo y estar “allí” para observarlo-. Lo realmente curioso, es que el mismo Harnett señala que hacer frente a estas dificultades constituye una simple y llana utopía, ya que “tendría que saberlo todo, lo que le haría un dios”15. ¿Qué clase de dificultades “teóricas” son éstas, que ni siquiera admiten posibles escenarios lógicos que nos permitan superarlas? Es cierto que debemos ser críticos con los resultados que nos entrega la ciencia. Pero esto no significa caer en una especie de solipsismo científico, que ni siquiera reconozca que la ciencia, más que “demostrar fuera de toda duda” una teoría, lo que busca es evidencia acumulativa que apunte a su verosimilitud. Por lo demás, siempre será posible aplicar este tipo de críticas a los diferentes “modelos creacionistas”, que en vez de buscar el arbitraje de la observación16, al final descansan en supuestos religiosos no negociables desprendidos de una muy particular interpretación de los textos bíblicos.
Advertidos los problemas de las posturas como las anteriores, surge una tercera opinión, menos difundida en los medios, pero bastante mejor articulada. Ésta es la de considerar la creación como algo independiente de los recientes hallazgos científicos, así como de las explicaciones científicas acerca de los orígenes, en general. Aquí una referencia obligada es la del sacerdote y astrónomo belga Georges Lemaître, que pertinentemente ha sido puntualizada por Marcio Campos hace algunos días17, pero que ya se adelantaba hace un par de años por Eduardo Riaza y Pablo de Felipe18.
Tomando las referencias señaladas, podemos decir que la postura de Lemaître -la cual naturalmente se contrapuso con la interpretación apologética que el papa Pío XII le dio a la teoría del Big Bang-, fue de considerar ciencia y la religión como caminos distintos, pero complementarios, en la búsqueda de la verdad. Pero además fue crítico que el científico creyente considerara la ciencia y la religión como dominios aislados, en que en ciertas ocasiones invocara su ciencia y en otras a su fe, así como del intento de mezclar y confundir aquello que debe permanecer separado.
Es claro que la virtud de este tipo de posturas, es que evitan el tradicional enfoque apologético coercitivo, que busca “demostraciones científicas” a favor de la existencia de Dios. La realidad divina, por definición, está por sobre cualquier demostración racional -sin contar que esto es coherente con el hecho de que casi nadie se hace cristiano o ateo/agnóstico por demostraciones, sino más bien por cuestiones vivenciales-. Pero además, nos invitan a superar el ya trasnochado prejuicio de considerar ciencia y religión como dominios en conflicto, cuando bien sabemos, poseen una naturaleza epistemológica que globalmente las hace muy diferentes19.
Ahora bien, es necesario señalar que este tipo de enfoques tampoco está exento de dificultades. Porque por ejemplo, si consideramos que los descubrimientos científicos sobre los orígenes son independientes de la creación, como en la práctica lo sostuvo Lemaître con el caso del Big Bang, ¿cómo se explica que muchos de éstos nos provean un marco para rechazar ciertas interpretaciones de los textos bíblicos? Aquí podría replicarse que las interpretaciones rechazadas nunca fueron acertadas, porque incurrieron en los problemas de las posturas antes mencionadas. Sin embargo, si somos realistas, es difícil no reconocer que estas apreciaciones casi siempre se hacen a posteriori. En este sentido, el hecho de que la evolución de la teología cristiana casi siempre haya ido de la mano con la evolución de la cultura occidental, y el conocimiento científico en particular, resulta ser bastante coherente. Es innegable que existe un flujo de información desde la ciencia hacia la teología, o en otras palabras, interacción.
El desafío: considerar alternativas más dialógicas
¿Existe alguna característica común a todas las reacciones cristianas aquí mencionadas? A simple vista, y considerando que quienes las sostienen pertenecen a sectores del cristianismo algo desconectados entre sí -como por ejemplo sucede con el evangelicalismo, que tienden a posturas como las dos primeras; y las ortodoxias cristianas, muy afines a la tercera-, pareciera ser que no. Aunque, si nos enfocamos en sus motivaciones, no es difícil apreciar que uno de los motores principales que las mueven es el de conservar ciertas verdades de la fe, sistematizadas al alero de tradiciones teológicas muy específicas. En este sentido, se nos presenta la teología cristiana como un terreno inmune a cualquier tipo de innovación proveniente del ámbito de las ciencias naturales.
Si lo que buscamos es establecer una imagen de Dios predominantemente trascendente, o incluso, fortalecer el compromiso cristiano hacia esta imagen, estos caminos quizás lo faciliten. Sin embargo, aquí lo preocupante es que hacen del Cristianismo, y la teología cristiana en particular, un terreno intelectualmente estancado, poco innovador, y con escasa empatía epistemológica y metodológica hacia la cultura científica moderna. En virtud de esto, creo que uno de los caminos más fructíferos a la hora de superar estas posturas, es el de construir teologías motivadas por la integración, en contexto con las ciencias naturales, y que sean capaces de generar una verdadera interacción entre la fe cristiana y los hallazgos de la ciencia moderna. Lo cual, sin duda, hará del Cristianismo un terreno inteligible, culturalmente informado, y sujeto a constante revisión.
Por motivos de espacio no podré seguir extendiéndome mucho. No obstante, para que el lector al menos pueda asimilar algunas alternativas, resulta ilustrativo considerar el concepto de consonancia, acuñado por el filósofo Ernan McMullin; quien reconociendo la independencia de la ciencia y la teología, orienta al cristiano a “esforzarse en hacer de su teología y la cosmología consonantes con respecto a las contribuciones que éstas hacen a (ésta) visión de mundo”.20 En este sentido, el teólogo Ted Peters plantea una metodología para buscar lo que él llama “consonancia hipotética”21:
i. Escuchar los sonidos preliminares en resonancia,
ii. Construir una hipótesis, que de verificarse, permita identificar consonancias,
iii. Estudiar las posibilidades, considerando la pluralidad de enfoques, pero la unicidad de la realidad,
iv. Esperar que surja algún tipo de concordancia entre ambas disciplinas.
Hace algún tiempo me referí muy someramente a una interesante alternativa de interacción entre creatio ex nihilo y la teoría del Big Bang propuesta por Robert J. Russell22, que básicamente se elabora desde una interpretación realista de la consonancia. Es decir, que el análisis de las contribuciones de ambas disciplinas y el posterior reconocimiento de la consonancia se hace desde la objetividad del afuera. Sin embargo este camino no es único, ya que el análisis también puede realizarse desde adentro, considerando que la consonancia también puede darse en la construcción de una visión de mundo en la que la teología y la ciencia se reúnan. Éste es el caso de la “consonancia constructiva” sostenida por el físico y teólogo Willem B. Drees, que toma en cuenta que las ideas metafísicas, en efecto, influyen en la elaboración de modelos cosmológicos, y cómo estas pueden estar en consonancia con las ideas teológicas. Tomando la noción de programas de investigación (Lakatos), y considerando que en la cosmología existen diversos modelos en competencia, Drees puntualiza:
La ciencia, en general, conduce nuestra comprensión del mundo. Sin embargo, las influencias metafísicas, incluso en la construcción de las teorías más abstractas sobre nuestro Universo, proveen una oportunidad para la influencia religiosa en la investigación científica. Si uno tiene un fuerte interés teológico en la historia, uno preferiría una metafísica que incorpore la asimetría temporal. Por lo tanto, uno podría preferir trabajar en un programa que se ajuste a ese interés, como el programa de Penrose [cosmología realista anti-simétrica]. Si la religión es más acerca de Dios como el último, atemporal, fundamento trascendente, uno podría preferir algo así como el planteamiento de Hawking [cosmología cuántica sin-tiempo]. La diversidad metafísica en cuestiones tales como la naturaleza del tiempo y la realidad significa que uno puede lograr la consonancia, en algunos casos, al optar por el programa científico que mejor se ajusta a las propias ideas teológicas23.
Acercamientos como el de Drees, Russell y Peters constituyen una pequeña muestra de posturas teológicas mejor articuladas a la hora de entablar diálogo entre el cristianismo y la cosmología moderna. Debido a que generan innovaciones en el entendimiento de la relación ciencia-religión, reconociendo que en efecto, existe un flujo de información entre ambos dominios. Todo esto es de suma importancia, ya que hacen del Cristianismo algo relevante para nuestra cultura científica moderna. Pero, lo que es más destacable, es que permiten apropiarnos teológicamente de los diversos modelos que hoy encontramos en el gran “menú” de la física cosmológica.
- Ver por ejemplo: COWEN, Ron. Telescope captures view of gravitational waves. [en línea] Nature, 17 marzo 2014. <http://www.nature.com/news/telescope-captures-view-of-gravitational-waves-1.14876> [consulta: 17 marzo 2014]; ECOS del Big Bang detectados en el Polo Sur revolucionan la física. [en línea] Tendencias 21, 18 marzo 2014 <http://www.tendencias21.net/Ecos-del-Big-Bang-detectados-en-el-Polo-Sur-revolucionan-la-fisica_a32016.html> [consulta: 25 marzo 2014].↩
- Los ingredientes para el modelo estándar de la cosmología básicamente son los siguientes: i) Teoría general de la relatividad + supuesto de homogeneidad e isotropía del universo -principio cosmológico-; ii) Diferentes tipos de energía: radiación, materia bariónica, materia oscura fría, energía oscura; y iii) Un espectro inicial de perturbaciones.↩
- Los principales problemas que busca hacer frente la inflación cósmica son cuatro. i) El problema de la planitud, o por qué la densidad de materia y energía del universo en el principio tuvo que estar tan cercana a la densidad crítica -es decir, a la densidad de un universo plano-, para producir el universo en que vivimos. ii) El problema del horizonte, o por qué el universo pareciera cumplir el principio cosmológico a grandes escalas, siendo que regiones suficientemente lejanas, y por la expansión gravitacional, no pudieron haber entrado en contacto causal para equilibrarse. iii) El problema del monopolo, o por qué no hemos sido capaces de detectar monopolos magnéticos, siendo que se espera que en el universo temprano se hayan producido, con densidades muy grandes, lo que implicaría que hoy deberían dominar en la densidad total del universo. iv) El problema de las perturbaciones, o la búsqueda de un mecanismo físico que explique el origen de las perturbaciones cosmológicas que permitieron la vasta formación de estructuras en el universo -perturbaciones que observamos en las inhomogeneidades del fondo de radiación cósmica-.↩
- Una transición de fase que observamos de manera habitual es cuando el agua que calentamos en una tetera pasa del estado líquido a gaseoso, una vez que alcanza la temperatura de $100^{\circ}~C$. Otro ejemplo, menos habitual pero para nada exótico, es cuando un material ferromagnético, un imán, al alcanzar la temperatura de Curie $T_{C}=1043~K$, pierde su magnetización y pasa a comportarse como un material paramagnético.↩
- Todo indica que dentro de no más de dos o tres décadas, la comunidad científica contará con interferómetros lo suficientemente sofisticados para detectar de manera directa las ondas gravitacionales. Por lo pronto, podemos destacar proyectos como el Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory (LIGO), el Australian International Gravitational Observatory (AIGO), y la futura Laser Interferometer Space Antenna (LISA).↩
- En palabras muy simples, un campo vectorial consiste en una región del espacio, en que a cada punto se le asigna un vector -es decir, una cantidad que posee magnitud y dirección, y que se suele representar por una flecha-.↩
- Los resultados oficiales de las mediciones pueden encontrarse en <http://bicepkeck.org/>↩
- WICKMAN, Leslie A. Does the Big Bang breakthrough offer proof of God? [en línea] CNN Belief Blog, 20 de marzo, 2014 <http://religion.blogs.cnn.com/2014/03/20/does-the-big-bang-breakthrough-offer-proof-of-god> [consulta: 24 marzo 2014]↩
- Por ejemplo: CRUZ, Antonio. Big Bang: Y Dios Dijo (entrevista a Protestante Digital). [en línea] 17 de marzo, 2014. <http://www.protestantedigital.com/ES/Multimedia/Articulo/66211/Big-bang-y-dijo-dios-antonio-cruz> [consulta: 30 marzo 2014]; CRAIG, William L. BICEP 2 Project and the Big Bang (entrevista a FOX News). [en línea] 21 de marzo, 2014. <http://www.youtube.com/watch?v=K9V3Sa9vlG8> [consulta: 30 marzo 2014].↩
- Para una ilustrativa clasificación de los diferentes modelos cosmológicos, con respecto a su relación con la noción de comienzo y eternidad, recomiendo VAAS, Ruediger. Time before Time - Classifications of universes in contemporary cosmology, and how to avoid the antinomy of the beginning and eternity of the world. Bild der Wissenschaft 10 (2004) pp. 32-41. Versión online en: <http://arxiv.org/abs/physics/0408111> [consulta: 29 marzo 2014]↩
- Incluso, como lo sostiene Brian Pitts, si invocamos a un Creador en el primer caso, se necesitaría de un Destruidor en el segundo caso. PITTS, Brian J. Why the Big Bang Singularity does not Help the Kalam Cosmological Argument for Theism. [en línea] <http://philsci-archive.pitt.edu/3496/> [consulta: 30 marzo 2014]↩
- COWEN, Ron. Gravitational-wave finding causes 'spring cleaning' in physics. [en línea] Nature, 21 marzo 2014. <http://www.nature.com/news/gravitational-wave-finding-causes-spring-cleaning-in-physics-1.14910> [consulta: 30 marzo 2014]↩
- HARTNETT, John G. Has the ‘smoking gun’ of the ‘big bang’ been found? [en línea] Creation Ministries International. 20 de marzo, 2014. <http://creation.com/big-bang-smoking-gun> [consulta: 30 marzo 2014]↩
- Por ejemplo: BIG BANG Announcement Scorned By Creationist Scientist Dr. Danny Faulkner. [en línea] The Huffington Post. 12 de marzo 2014. <http://www.huffingtonpost.co.uk/2014/03/21/big-bang-creationist-scientist-dr-danny-faulkner_n_5008571.html> [consulta: 30 marzo 2014].↩
- HARTNETT, John G, loc. cit.↩
- Los creacionistas de la tierra joven por lo general consideran que la evidencia experimental siempre estará sujeta a la interpretación de los científicos -y por ende, sus particulares prejuicios-. MORALES, Manuel D. Panorámica Ciencia, Fe y Orígenes - I. Los Creacionismos. [en línea] Documentos RYPC. 14 de marzo 2012 <http://www.revista-rypc.org/2012/03/mmorales-1-03.html> [consulta: 30 marzo 2014] pág. 6.↩
- CAMPOS, Marcio. Vamos aprender com o padre Lemaître. [en línea] Gazeta do Povo: Tubo de Ensaio. 21 de marzo, 2014. <http://www.gazetadopovo.com.br/blogs/tubo-de-ensaio/vamos-aprender-com-o-padre-lemaitre/> [consulta: 30 marzo 2014].↩
- RIAZA, Eduardo; DE FELIPE, Pablo. Georges Lemaître: 80 aniversario de la Teoría del Big Bang. Protestante Digital: Tubo de Ensayo. 18 diciembre, 2012. <http://www.protestantedigital.com/ES/Magacin/articulo/4346/Georges-lemaitre-80-aniversario-de-la-teoria-del> [consulta: 30 marzo 2014].↩
- A la luz del realismo crítico, y tal como lo han señalado diversos científicos-teólogos, localmente existen interesante similitudes entre los métodos de la ciencia y de la teología. Una breve explicación en: CRITICAL Realism in Science and Religion. [en línea] <http://www.counterbalance.org/ghc-outl/criti-body.html> [consulta: 30 marzo 2014].↩
- MCMULLIN, Ernan. How should Cosmology Relate to Theology? En: PEACOCKE, Arthur. (ed.) The Sciences and Theology in the Twentieth Century. Notre Dame, University of Notre Dame Press., 1981. pág. 52↩
- PETERS, Ted. La creación del cosmos. En: RUSSELL, Robert J.; STOEGER William R. y COYNE, George V. (Eds.). Física, Filosofía y Teología: Una búsqueda común. México, Edamex, 2002. pág. 309.↩
- MORALES, Manuel David. Big Bang: ¿teológicamente relevante? [en línea] Revista RYPC. 17 de noviembre, 2010. <http://www.revista-rypc.org/2010/11/big-bang-teologicamente-relevante.html> [consulta: 30 marzo 2014]↩
- DREES, Willem B. Quantum Cosmologies and the “Beginning”. Zygon, vol. 26, no. 3, septiembre 1991.↩
Citación (ISO 690:2010): MORALES, Manuel David. Cristianos frente al reciente hallazgo del BICEP2 [en línea]. Nat. y Tras. (Rev. RYPC), 8 abril 2014. <http://www.revista-rypc.org/2014/04/cristianos-frente-al-reciente-hallazgo.html> [consulta: ].↑