viernes, noviembre 18, 2011

Signos de los tiempos

Luis Fernando Ortiz

Son signos de los tiempos, que no se dejan encubrir ni por mantos de púrpura ni con negras sotanas. No anuncian que ya mañana vayan a ocurrir milagros. Revelan cómo hasta en las clases dominantes apunta el presentimiento de que la sociedad actual no es un inalterable cristal, sino un organismo sujeto a cambios y constantemente en proceso de transformación1.

Dentro del curso de la historia hay personas que son controvertidas tanto por lo que hicieron, y un poco más por lo que dijeron. Con el paso del tiempo van siendo menospreciados, en parte porque su mensaje es diluido generación tras generación por sus supuestos seguidores, y en parte porque fueron en contra de mucho lo que se decía y establecía en su época llegando a generar nuevas formas de pensar.

Carlos Marx fue uno de aquellos hombres que generó controversia en su tiempo, siendo, con el paso del tiempo relegado en el mundo occidental, y convertido en una especie de divinidad en algunos países. El error consistió simplemente en la mala interpretación de sus ideas y en el hecho de no considerar su pensamiento global, sino tratando de separarlo y dividirlo en varios campos. Hoy su vigencia es indiscutible, pues se muestra la tendencia a la caída del sistema capitalista y la expresión de la misma en esta crisis financiera —que como he expresado en otro artículo no sólo es financiera2.

Los tiempos están cambiando. Lo que se creía inalterable hoy no lo es. El mercado no funciona, las instituciones no funcionan y se necesita un cambio en las diferentes sociedades humanas, así lo claman las diferentes manifestaciones mundiales que piden —con justicia— menos concentración de la riqueza generada en el mundo. En otras palabras podemos observar una incipiente movilización de transformación en el mundo.

Pero, ¿Qué sucede con los cristianos? Nosotros no pensamos ni un ápice en esas cosas —y hablo de la generalidad no de la particularidad—, en nuestra mente existe un hecho increíblemente fijado: El mundo no se puede transformar puesto que todo está bajo las manos de Dios. Esa imagen nos hace ser sumamente contemplativos con la realidad pero no participativos. Ahora a lo que me refiero no es tanto el hecho de que todos nos vayamos a marchar y golpear cacerolas, sino entender que se puede afectar a la sociedad, es decir, se puede transformar sin que vaya o esté en contradicción con los designios de Dios.

Sin embargo, hoy no llevaré a máxima conclusión este análisis. El mundo se encuentra cambiando y se hacen muchos análisis prospectivos de cuál va a ser su conclusión. ¿Cuál es nuestra propuesta? El hecho de que estemos capacitados para responder a los cambios de la conducta del hombre nos hará más proclives a presentar el evangelio de una forma adecuada. No se piense que se debe adecuar el evangelio, sino que, si ignoramos como piensa el hombre de hoy, cual es su anhelo, su deseo y sus frustraciones; entonces no estaremos cumpliendo con lo que caracterizo el ministerio de Jesús cuando: “he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos”3

Signos de los tiempos que nos deben hacer reflexionar, no para espantarnos, al contrario; para hacer ver al hombre que Jesús es Señor.

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  1. Karl Marx, “Prólogo a la Primera Edición”, El Capital, Tomo I, Volumen I, México: Siglo Veintiuno, 1998, p. 9.
  2. Para este punto véase: ORTIZ, Luis Fernando, La crisis económica-mundial contemporánea: Un reto cristiano. [en línea] <http://www.revista-rypc.org/2011/09/la-crisis-economica-mundial.html>, Revista RYPC, 1 de septiembre de 201.
  3. Mateo 9: 10