lunes, noviembre 23, 2020

La Iglesia cristiana, el feudalismo y las invasiones del siglo IX y X

Publicado en el canal divulgativo: Travesías Dialécticas | Citación

La Iglesia cristiana, el feudalismo y las invasiones del siglo IX y X

Mihály Munkácsy: Honfoglalas (La Conquista).
Fuente: wikipedia.org

Belkis García Hernández

La descomposición del Estado Carolingio en el año 830 hizo a Europa más vulnerable. En lo concreto, hubo dos acontecimientos que rompieron con la fortaleza política e ideológica del Imperio occidental. Uno de ellos es la decadencia de la monarquía carolingia que, sin lugar a dudas, en su momento constituyó un impulso bien logrado de resucitar el esplendor del extinto Imperio romano; y la otra, no menos importante, fueron las invasiones que llegaron por el norte, este y sur del orbe. Pero, al analizar el entorno de las invasiones y sus consecuencias, surge un interrogante: ¿hasta qué punto se vio afectada la cultura occidental y el cristianismo, unidad indisoluble entre lo temporal y lo espiritual? Vamos a ver que se generó una relación entre los señores feudales y la Iglesia, propiciando fuertes lazos de dependencia entre ambos, y llegando a caracterizar la estructura económica del feudalismo en la Edad Media.

Los historiadores reflejan que hacia el siglo VII el ejército franco logró detener el empuje musulmán que intentó invadir el territorio de la actual Francia. El terror se apoderó del país galo cuando, en 732, el gobernador de Al Andalus, Abel al-Rahmán decidió cruzar los Pirineos. Carlos Martel con su ímpetu guerrero y con un ejército bien alistado hizo un llamado a la cristiandad para hacer frente al emergente imperio islámico. Ambas huestes se encontraron entre Poitiers y Tours, a solo 175 kilómetros de Paris. Los francos superiores en número y armamento logaron detener las fuerzas musulmanas, impidiendo su desplazamiento hacia el norte. La Marca Hispánica se mantuvo durante el auge carolingio por medio de excelentes jefes militares, y nunca más los sarracenos se asomaron por la Aquitana. Pero el mar había quedado libre y un considerable número de piratas musulmanes se lanzaron a la conquista de territorios desde España y del Magreb, ocupando las islas del Mediterráneo.

Los sarracenos

Las conquistas de los musulmanes habían recibido un rápido empuje desde la época de los califas, sucesores de Mahoma. A mediados del siglo VIII, el período de sus primeras conquistas había culminado, logrando tomar posesión de un enorme imperio que se extendía desde el Océano Indico hasta el Atlántico. Primero, ocuparon las islas del Mediterráneo occidental, los Balcanes, Córcega y, a partir de 806, Sicilia y San Andrés. Posteriormente, la ciudad de Roma en 846, seguido por la Apulia y la Campania, todas fueron asoladas. En el siglo IX, un grupo de aventureros musulmanes se establecieron de forma permanente en la Cộte des Maures1. Entrando por los Alpes, de ese modo, cortaban las rutas entre Italia y la Galia, y exigían rescates a peregrinos, dado que este era el tiempo de las peregrinaciones, sobre todo hacia la Tierra Santa.

Las conquistas musulmanas se caracterizaron inicialmente por el saqueo violento de ciudades, una empresa de pillaje, en busca de botín. Posteriormente muchos optaron por asentarse en territorios en los que pudieran expandir el Islam. Muy al contrario de las otras invasiones, los musulmanes no eran propensos a ser ganados al cristianismo u otra forma de culto. Pero es de suponer que frente a la amenaza que estos representaron para la iglesia oriental, el cristianismo caería en un período de decadencia. En cierta medida esto fue lo que sucedió, pero a pesar de estar cercada por el este y por el sur por los musulmanes, la iglesia oriental logró llevar a cabo una activa labor misionera hacia el norte y el nordeste, al tiempo que trataba de zanjar sus diferencias con el cristianísimo occidental. Los pueblos eslavos se unieron a la cristiandad occidental, otros siguieron la inspiración de Bizancio, en cambio Rusia se sumó a la tradición oriental. Numerosos misioneros, latinos y bizantinos evangelizaron la Europa del este, que en su mayoría siguió las tradiciones cristianas orientales.

Los sarracenos fueron considerados piratas de los mares, y se aventuraron a una empresa de consecuencias catastróficas para el comercio occidental, ocupando lugares considerados reliquias del cristianismo. Territorios que en los primeros siglos de nuestra era fueron bastiones del cristianismo, en la actualidad son estados musulmanes, un ejemplo de ello fue la región de Asia Menor, territorio que hoy ocupa la actual Turquía.

Los normandos

Durante varios siglos, los territorios que hoy comprenden los países de Dinamarca, Suecia y Noruega, habían estados ocupados por pueblos denominados escandinavos, aunque algunos historiadores afirman que ellos se autodenominaron vikingos. Hacia el siglo VIII d.C. eran considerados relativamente sedentarios, sin embargo hacia los siglos IX y X habían desarrollado el arte de la navegación. Embarcaciones sin una considerable longitud, ni timón2, sin puente y con mástil único y vela cuadrada, lograron desafiar las más terribles tempestades. Sus naves eran conducidas por alrededor de 40 hombres y en algunas ocasiones hasta100.

Estos pueblos provenientes del norte del continente europeo recibieron el nombre de normandos por parte de los nativos europeos. Lograron penetrar por ríos y azotaron costas, debilitando regiones en medio del caos al cual fueron sumergidos luego de la disgregación del imperio carolingio. En Francia habían quedado los ríos y costas indefensas, terreno fértil para el saqueo de iglesias, palacios, monasterios y la captura de esclavos. La violencia con que arrebataban el botín los hicieron temidos, pues sembraron el pánico por doquier.

La empresa del pillaje no fue su única incursión, ya que la búsqueda de recursos naturales como metales preciosos también caracterizó la violencia con que se proyectaban hacia zonas rurales y regiones donde existían monasterios. Siendo éstos enormes depositarios de objetos de orfebrería y de riquezas, se convirtieron en blanco de los ambiciosos depredadores. La cristiandad fue azotada como nunca antes, se vivía un ambiente de completa inseguridad, y muchos buscaban protección en las fortificaciones o a la sombra de algún señor.

Dentro de los normandos encontramos a los noruegos, que buscaban tierras para colonizar y se establecieron en las Shetlands y en las Orcadas, luego en las Hébridas y las costas del Lancashire. En el 834 conquistaron de forma sistemática Irlanda y, sembrando el pánico en su paso por toda Europa occidental, la unidad lograda con Carlomagno se vio rota frente a tal desmán. Por cien años las expediciones marítimas normandas sembraron el terror y la desolación por las costas del Norte, la Gran Bretaña, a lo largo del litoral septentrional y oeste de Francia y por la España musulmana, Provenza e Italia. Sus incursiones no se limitaron a las costas, sino que penetraron en el interior de cada región siguiendo el curso de los ríos. Lograron penetrar en Paris, Orleáns y Sevilla.

En el caso de los daneses se aprecia que sus incursiones fueron más violentas y profundas, ya que aquí aparecen numerosas tropas dirigidas por jefes militares. Bajo la impronta de mercaderes piratas se lanzaban en la búsqueda de oro, plata y el tráfico de personas para convertirlas en esclavos. Conquistaron Frisia a partir de 810, Inglaterra y las proximidades de la desembocadura de Sena en el año 885. También saquearon Nuimulier en el año 820, las costas del país vasco en 859, rodeando además, la Península Ibérica. Los puertos del Atlántico sufrieron sus saqueos (La Coruña, Lisboa, Cádiz, Sevilla), y continuaron su paso hacia el Mediterráneo. La conquista normanda tuvo un alcance hacia el reino de Sicilia en 1154 y por varias décadas el sur de Italia fue víctima de la actividad de aventureros independientes.

Las invasiones escandinavas tienen un denominador común, y es la expoliación total de los territorios. El botín con el tiempo no fue sólo el objetivo, muchos fueron los casos de asentamiento en territorios desbastados donde expandieron su cultura y absorbieron las formas de feudalismo existentes, con ello los valores de la cultura occidental, incluyendo la fe cristiana. Se aprecia una interesante paradoja, quienes vinieron asolando comunidades cristianas, terminaron siendo ganados por el cristianismo. El reino escandinavo que comprendió lo que es el nordeste de Inglaterra adoptó la organización feudal. En 911, los normandos se hicieron reconocer oficialmente por el rey de Francia occidental.

Los húngaros

Otra invasión llegó a la asolada Europa por el este, los denominados magiares, a quienes el mundo latino nombró como húngaros3. En 906 se establecen en la llanura de Panonia y desde este punto lograron organizar expediciones de pillaje, hacia el sur de Alemania, Lorena, la Lombardía y el valle de Ródamo. Lograron llegar a Borgoña y a Berry en 935. En Roma realizaron sus incursiones en 937 y finalmente en Aquitania en 951. Su avalancha básicamente se concentró en Europa Central. Además, existe una característica que los diferenció de los sarracenos, y es que abrazaron el cristianismo con facilidad. Fueron derrotados por Otón I el Grande en el Lech, afluente del Danubio. En su momento se convirtieron en el terror de la cristiandad pero, una vez derrotados, abandonaron sus correrías y la vida nómada. Finalmente se convirtieron en pueblos campesinos, asentados fundamentalmente en la región de la Panonia, país que hoy se llama Hungría. Su organización guerrera acabó por gestar una estructura política, naciendo de este modo el Estado Húngaro. La conversión de los húngaros al cristianismo fue en tiempos del Papa Silvestre II y terminó con la coronación de su rey San Esteban.

Esta invasión de carácter violento, que se caracterizó por la búsqueda de territorios y por el pillaje, culminó con el nacimiento de un nuevo estado cristiano. Quizás al principio sólo fueron movidos por la búsqueda de fortuna, pero en el transcurso del tiempo su expansión adquirió un doble carácter, añadiendo a ello la expansión territorial, lo que incidió en la transformación hacia un nuevo pueblo. Finalmente, al llegar a Europa Central se convirtieron en una nueva civilización absorbiendo el estilo cristiano occidental.

La contribución de las invasiones al entramado político-económico

Podemos afirmar que el éxito de las empresas de pillaje tanto de los sarracenos, los normandos como de los húngaros se debió esencialmente a la disgregación del Imperio Carolingio. La consecuencia de esta realidad trajo consigo la incapacidad de los ejércitos imperiales de defender sus marcas y fronteras. Por tanto, la moral de sus guerreros estuvo muy debilitada, frente a un enemigo violento y, en la mayoría de las ocasiones, inesperado. Las invasiones de manera general aceleraron la descomposición de las instituciones monárquicas, debilitando el prestigio del soberano. Ejemplo de ello fue cuando en el año 845, la Galia e Inglaterra intentaron comprar la tranquilidad del reino, organizando colectas para ofrecer tributo a los normandos.

La falta de unidad que caracterizó a la Iglesia en este momento fue fruto del distanciamiento y del divorcio entre lo temporal y lo espiritual, unidad que sólo subsistió en los tiempos de Carlomagno y Ludovico Pío. El Tratado de Verdum en el 843 había dividido a Europa de forma definitiva en reinos independientes, por lo que la cristiandad latina no estaba preparada para una guerra defensiva.

Los siglos IX y X se caracterizaron por la desolación y la inseguridad, muchas personas huían de los centros urbanos hacia zonas rurales. El estado de guerra permanente que propiciaron las invasiones trajo consigo la consolidación de determinados lazos de dependencias, como la necesidad de colocarse bajo la protección de un poderoso (y que a su vez se garantizara la protección de sus inferiores), con el cual mantener su prestigio, su fortaleza e incluso su seguridad. Como bien sabemos, ya existían lazos de dependencia en Roma y en Germania, aportación de éstos últimos, es el caso del siervo de la gleba y el campesino germano libre, con diferentes compromisos con respecto al señor. Aquí aparece el protagonismo de poderosos propietarios de castillos o nobles residentes en ciudades amuralladas, que eran los únicos que podían ofrecer protección real ante las incursiones de escandinavos, magiares y sarracenos. Esta es una época en que el rey sólo tiene el nombre y la corona, incapaz de ofrecer protección a todos sus súbditos.

Las invasiones aceleraron los lazos de dependencia, forma de vida que va a caracterizar a toda la Edad Media, o sea, el estado de guerra permanente hizo una distinción entre las maneras de ligarse a un jefe. Los campesinos sólo podían ofrecer su trabajo servil o agrícola, y cargaban con toda suerte de obligaciones de baja condición que los reducía a una servidumbre. En cambio, existía otro grupo que brindaba su ayuda guerrera con una serie de obligaciones de parte del señor feudal que le ofrecía la condición de protector y protegido, una especie de pacto bilateral que desaparecía a falta de una de las partes. El término vasallo, terminó por aplicarse a este segundo grupo de caballeros al servicio de la espada. A partir del siglo IX aparece como sinónimo de miles de soldados. La expresión del historiador denota de qué forma eran retribuidos estos guerreros: “El feudo es el sueldo del caballero”4.

A mi juicio las invasiones sirvieron a la consolidación del feudalismo y que, en épocas anteriores, sólo venían en proceso de gestación. Las tierras que cultivaban los campesinos libres las cedían al señor para recibir de éste la garantía de protección. La tierra se le devolvía gravada de cargas en especie o en dinero y de servicios agrícolas, mientras que al vasallo se le daba en calidad de feudo honroso. En ambos casos siempre la tierra quedaba en sujeción con el hombre. Al final el señor era el que otorgaba la tierra y el plusproducto le pertenecía, aunque el campesino tenía una participación en la producción, pero a su vez era limitado el disfrute del mismo. Debemos tener en cuenta que esta es una sociedad agrícola donde, en el feudalismo, la vida rural sustituye en importancia a la vida urbana, por tanto la economía viene del campo.

Según el historiador Edouard Perroy, las invasiones aceleraron el sistema de fortalezas y de obras defensivas. La empresa del pillaje dejó un enorme saldo en Europa, dentro de los que figura la pérdida de enormes reservas de metales preciosos y riquezas incalculables, por la dispersión de obras de orfebrería acumulada en monasterios. Esto no tuvo incidencia negativa en la circulación monetaria, sin embargo los rescates provocaron la absorción de cantidades enormes de plata amonedada5.

El saldo positivo de estas invasiones fue la estimulación de los intercambios comerciales. Los normandos hicieron colonias agrícolas en Inglaterra e implantaron una aristocracia militar. Convirtieron a la Normandía en una colonia vigorosa de Occidente, prueba de la aportación escandinava. Finalmente, Europa no encontró su unidad, pero conservó parte de lo mejor de la herencia carolingia, el florecimiento de un nuevo sistema socio-económico, el feudalismo, gestado en sus formas embrionarias como una aportación germánica, madura, ya para entonces.

Los normandos o pueblos escandinavos lograron conquistar, en gran medida, casi toda la Europa Occidental. Establecieron colonias en Inglaterra, en el siglo XI, por un ejército liderado por Guillermo II de Normandía. En Normandía, los daneses adoptaron la lengua nativa y la organización feudal ya existente. Los escandinavos al asentarse se convirtieron en agricultores. Debemos recordar que la producción agrícola es la pieza que sostiene el sistema feudal. No pocos se dedicaron al comercio y estimularon el trueque.

La influencia de las invaciones en la fe cristiana

Durante la Edad Media la Iglesia ocupó un lugar destacado, fue guía espiritual de los pueblos y sus pontífices coronaron reyes. Como institución nunca se mantuvo al margen del sistema vigente, también se feudalizó, por lo que su alta jerarquía recibía feudos de manos de los señores nobles y muchas ocasiones de los emperadores. Todo ello, implicó que en muchas ocasiones debían rendir juramento de fidelidad y convertirse en vasallos de personas ajenas al clero. Los emperadores y señores feudales con frecuencia nombraron obispos y párrocos, otorgándoles bienes temporales. En respuesta a la vida rural, la Iglesia incentivó la vida monástica e imprimió una visión de trabajo y caridad muy apegada a ideales de austeridad. El monasterio fue el principal motor religioso, cultural y artístico de la época.

La gran paradoja del destino que se aprecia en los pueblos invasores, es que luego de llegar y asolar al cristianismo, fue éste el que finalmente les ganó la partida. El propio acto de asumir el cristianismo occidental los incluyó en la dinámica socioeconómica de la época, donde la jerarquía de la Iglesia es el instrumento de legitimación del sistema feudal. Esto nos corrobora la rapidez con la que los pueblos invasores absorbieron la cultura occidental, logrando dar origen al amplio abanico cultural de este periodo.

Los normandos habían sido muy osados en su campo de acción y lograron establecerse como conquistadores en diversos lugares. En Inglaterra, el rey de Wessex, Alfredo el Grande, fue el único que logró resistir su embate. En Francia tomaron y saquearon ciudades como Burdeos, Nantes y Paris. En España, saquearon lugares cristianos tales como Santiago de Compostela y centros musulmanes como Sevilla. Luego de pasar el estrecho de Gibraltar y de atacar las costas del Mediterráneo, se establecieron en el sur de Italia y en Sicilia, de donde expulsaron a los musulmanes y fundaron un reino normando. Una letanía del culto cristiano era bien conocida: "de la furia de los normandos, líbranos Señor"6.

Al mismo tiempo que sembraron el caos y cometían desmanes, los normandos se establecían en territorios cristianizados y, a la postre, aceptaron la fe de los pueblos conquistados. Muchos reyes de origen normando se convirtieron al cristianismo y luego sus súbditos siguieron su ejemplo (en algunos casos por mandato real). En el siglo XI, bajo el rey Canuto, quien llegó a gobernar Inglaterra, Dinamarca, Suecia y Noruega, casi todos los escandinavos eran ya cristianos, al menos de nombre.

Pero, al mismo tiempo que los normandos invadieron la cristiandad occidental desde el norte de Europa, los magiares o húngaros lo hacían por el este. Los húngaros también invadieron Alemania repetidamente. Todo lo arrasaban a su paso, incendiaban ciudades enteras. La Borgoña tembló bajo los embates de los jinetes magiares y hasta el extremo sur de Italia sus huestes marcharon victoriosas y destructoras.

El primer rey de Hungría, Esteban I, era de ascendencia magiar y, sin dudas, pagana, aunque posteriormente fue el primer miembro de la dinastía Árpad, devoto al cristianismo (se desconoce la fecha de su bautismo ). Ganado por la fe cristiana y coronado por el Papa Silvestre II, se convirtió en un defensor de la Iglesia en Hungría, donde la difusión del cristianismo era casi obligatoria. Estableció un arzobispado y varios monasterios benedictinos, y de esta manera la Iglesia Católica se desarrolló con independencia de los arzobispos del Sacro Imperio. Tras su muerte fue canonizado por el Papa Gregorio VII en 1083.

La glesia cristiana es la única institución del pasado que prevalece en el presente, ni las persecuciones de antaño, ni las invasiones, ni las transformaciones socioeconómicas de todos los tiempos han logrado extinguir el Espíritu que renueva su mensaje y lo hace actual y vigente en todo tiempo.

Bibliografía
  • Enciclopedia Labor. Tomo V: El hombre a través del tiempo. Editorial “Labor”. Barcelona-Madrid, 1962.
  • Enciclopedia Autodidáctica Interactiva Océano (Atlas). Tomo VII. Editorial Océano. Barcelona-Madrid, 1962.
  • Moreira de Lima, William J (Compiladora). Historia Medieval. Selección de Lecturas Tomo I. Editorial “Félix Varela”. La Habana, 2004.
  • Perroy, Edouard. Historia general de las civilizaciones. La Edad Media. Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1962.

Esta es una versión ampliada y mejorada de un ensayo publicado en el libro: "Artículos y ensayos sobre Historia, Religión y Arte". Editorial Universitaria (Cuba), La Habana, 2020.


  1. Perroy, Edouard. Historia general de las civilizaciones. La Edad Media. Instituto Cubano del Libro. La Habana, 1962. Pág. 159.
  2. Una descripción más o menos parecida la podemos encontrar en: Enciclopedia Labor. Tomo V. El hombre a través del tiempo. Editorial “Labor”. Barcelona-Madrid, 1962. Pág, 249.
  3. Húngaros, procedentes del Ural asiático.
  4. Esta expresión aparece en un texto del siglo XIX. En: Enciclopedia Labor. Tomo V. El hombre a través del tiempo. Editorial “Labor”. Barcelona-Madrid, 1962. Pág., 508.
  5. Es decir, plata hecha moneda.
  6. Letanía del siglo X.

Citación (ISO 690:2010): GARCÍA HERNÁNDEZ, Belkis. La Iglesia cristiana, el feudalismo y las invasiones del siglo IX y X [en línea]. Trav. Dial. (Rev. RYPC), 23 noviembre 2020. <http://www.revista-rypc.org/2020/11/iglesia-cristiana-invasiones.html> [consulta: ].