lunes, diciembre 10, 2018

Vol. 7 Ext. 2 - Leyendo las noticias como un ejercicio espiritual

Revista RYPC, ISSN 0719-2320
Vols. publicados > Vol. 7 (Dic. 2018) > Extra 2 | Citación

Leyendo las noticias como un ejercicio espiritual1

Luis Vera
Mount Saint Mary’s University, EE.UU.

Reading news. Fuente: Pxhere.com
Sabemos que hay un problema en la manera en que difundimos, consumimos y reaccionamos a las noticias.

En cierto sentido, también compartimos en general una idea sobre donde radica dicho problema. Algo tiene que ver con la interacción compleja de factores tales como la estructura de los medios digitales, las industrias que financian estas tecnologías y nuestro clima cultural, económico y político. De algún modo, estos factores impulsan y son impulsados por tendencias actuales: limitantes “camaras de eco” (echo chambers), discursos públicos cada vez menos empáticos ante la diversidad de opiniones, comentarios en línea que no respetan ni permiten que las personas se relacionen adecuadamente, disminución de la capacidad de atención, además del agotamiento y la desesperación –cada vez más agravadas por el desfile de situaciones que surgen en estos días y que organizan nuestras emociones como si siguieran una especie de calendario litúrgico. Algo está mal en cómo buscamos la verdad en la sociedad digital.

Respecto a cómo abordar este problema, en general se han sugerido dos enfoques razonables. El primero pone énfasis en la estructura de nuestras tecnologías involucradas y las corporaciones que las desarrollan y las aprovechan. Se debe corregir Google, Facebook y Twitter a través de legislaciones y la presión de los consumidores. El segundo enfoque se centra en identificar y favorecer el cultivo de hábitos intelectuales necesarios para lograr que las personas participen responsablemente en la producción y el consumo de noticias. Necesitamos habilidades de pensamiento crítico y virtudes tales como la imparcialidad, el coraje intelectual, la sobriedad y un deseo activo por la verdad.2

Ambos enfoques, indudablemente, son necesarios. De hecho, parece que ya estamos pidiendo mucho al consumidor de noticias diarias, considerando que el escaso tiempo y energía también son parte del problema. Aun así, un enfoque alternativo para tratar este asunto puede enriquecer nuestra perspectiva en conjunto y, de hecho, ayudarnos a abordar la cuestión del agotamiento.

Una forma de presentar el enfoque que sugiero, es comenzar con el último mensaje del papa Francisco en la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: "«La verdad os hará libres» (Jn 8, 32): Fake news y periodismo de paz".3 La respuesta de Francisco al problema de las noticias falsas en parte refuerza las dos estrategias identificadas anteriormente. No obstante, también elabora una serie de puntos que, si bien al principio pueden parecernos obvios, todo en su conjunto impulsa una conversación distintiva y refrescante sobre las noticias digitales.

1.

De acuerdo con el enfoque de la "teoría crítica", Francisco se centra en las personas que producen y consumen las noticias. "El mejor antídoto contra las falsedades no son las estrategias, sino las personas" que, entre otras cosas, "permiten que la verdad emerja a través de la fatiga de un diálogo sincero" (§4). Este señalamiento nos motiva a tomar en cuenta las complejas formas en que las personas ejercen su agencia en los medios digitales. La estructura de nuestros medios, junto con las fuerzas culturales que estos expresan o comunican, dan forma a nuestras acciones tal que, a menudo, se adelantan a nuestras intenciones o conciencia consciente. Pese a eso, podemos formarnos para convertirnos en el tipo de personas capaces de hacer retroceder, cada vez más creativa y fructíferamente, esas fuerzas. De ahí la importancia de discutir las virtudes intelectuales.

No obstante, curiosamente, Francisco resume estos puntos al hablar de un "discernimiento atento y profundo" (§2). Esto sugiere no solo un conjunto de hábitos sino también una práctica: una metodología particular de lectura que debe ser trazada y cultivada.

2.

Con base en una gran cantidad de declaraciones papales y curiales de los siglos XX y XXI, Francisco se esmera por integrar un enfoque de la verdad que incluya la comunión. Hay más vínculos entre la verdad y la comunión de los que podemos explorar aquí, pero tres son de especial importancia para mi argumento. Primero, desde una perspectiva teológica, la verdad tiene un aspecto interpersonal irreducible:

La verdad no es solamente el sacar a la luz cosas oscuras […] La verdad tiene que ver con la vida entera. En la Biblia tiene el significado de apoyo, solidez, confianza, como da a entender la raíz ‘aman, de la cual procede también el Amén litúrgico. La verdad es aquello sobre lo que uno se puede apoyar para no caer. En este sentido relacional, el único verdaderamente fiable y digno de confianza [...] es el Dios vivo. (§3).4

Segundo, en la práctica, simplemente no podemos separar el proceso de ayudarnos los unos a otros para llegar a la verdad y el de construir comunión y confianza: “La verdad [...] no se alcanza realmente cuando se impone como algo extrínseco e impersonal; en cambio, brota de relaciones libres entre las personas, en la escucha recíproca. (§3) ".

Tercero, las fallas específicas y visibles en el ciclo de noticias digitales son, comúnmente, fallas que se contraponen a la justicia y la caridad. Estamos hablando de “desinformación” cuyo objetivo es “el desacreditar al otro, el presentarlo como enemigo, hasta llegar a la demonización que favorece los conflictos. Las noticias falsas revelan así la presencia de actitudes intolerantes e hipersensibles al mismo tiempo, con el único resultado de extender el peligro de la arrogancia y el odio. (§1)".

Por supuesto, partiendo de la inquietud de Francisco podríamos decir mucho más sobre cómo mejorar la conversación en vez de proteger a ciertos sectores de las necesarias críticas. De todas formas, el argumento general parece ser difícil de negar, a saber: que nuestra complicidad con un ciclo destructivo de difusión de noticias está íntimamente relacionada con nuestro deseo (comprensible pero, sin embargo, problemático) de reducir la complejidad de otros ideológicos para poder demonizarlos, instrumentalizarlos o ignorarlos –y así, volver a trabajar, dormir un poco y conservar un sentido de cordura y coherencia en un mundo que drena nuestras energías mentales y se muestra cada vez más allá de nuestra comprensión. Por lo tanto, la disfuncionalidad de nuestro sistema de noticias es mucho más que el mero resultado de tecnologías mal estructuradas y una falta de pensamiento crítico. Tiene que ver con el predominio de una forma específica de injusticia y nuestra incapacidad general (aunque no necesariamente culpable) de reunir los recursos internos requeridos para abordar ese fracaso.

3.

Una forma en que la declaración de Francisco puede ayudarnos a atender esa deficiencia es ampliando la conversación sobre los hábitos internos que se necesitan para un consumo de noticias saludable. Las noticias falsas atraen nuestra atención no solo "poniendo el acento en estereotipos y prejuicios extendidos dentro de un tejido social" sino también que "se apoyan en emociones fáciles de suscitar, como el ansia, el desprecio, la rabia y la frustración" junto con nuestra codicia y sed de poder (§1). Por lo tanto, el proceso de discernimiento que busca Francisco implica una profunda conciencia de nuestros hábitos intelectuales, así como de nuestros estados emocionales actuales y cómo estos se relacionan con la actividad de consumir noticias. “Educar en la verdad significa educar para saber discernir, valorar y ponderar los deseos y las inclinaciones que se mueven dentro de nosotros” (§2).

Francisco propone un movimiento interesante, el cual puede ayudarnos a profundizar el análisis con respecto a las emociones involucradas en nuestra lectura de noticias. Él interpreta el problema de las noticias falsas a la luz de la narrativa de la caída en Génesis 3. La serpiente comienza con una pregunta que malinterpreta el mandato de Dios, incitando a la mujer a emitir una respuesta que ya es parte del problema, porque "tiene un sabor legalista y negativo". Aquí el objetivo principal de Francisco es resaltar cómo las medias verdades bien planteadas pueden impulsarnos a cambiar el estado de ánimo básico con el que abordamos una pregunta o tema en particular (§2). Pero de igual pertinencia es el contenido del cambio de paradigma de la mujer, en el que se pasa de una confianza vulnerable en el mandato de Dios a una sospecha lejana generada por el temor de ser manipulada, lo que resulta en un deseo de control individual sobre los parámetros que orientan su vida. Si nuestro viaje colectivo hacia la verdad requiere un ambiente de confianza mutua, entonces estamos seriamente necesitados de una profunda conciencia y autodisciplina con respecto a los temores que involucramos en el acto de leer y compartir las noticias.

*

Pienso que todo esto sugiere, al menos, dos implicaciones adicionales que merecen una mayor consideración:

a. La amplia credibilidad que normalmente asociamos a nuestro clima de desinformación podría interpretarse, con mayor precisión, como un síntoma de una desconfianza muchó más profunda. Tal vez se configura así:

Comenzamos con el entendimiento, relativamente razonable, de que es posible que no podamos confiar en la mayoría de las personas que nos rodean como potenciales compañeros libres, inteligentes y sinceros en nuestro viaje hacia la verdad. No obstante, sabemos que deberíamos hacer algunos esfuerzos para extender las ofertas de confianza al otro lado del camino, involucrando personas que no piensan como nosotros. Pero nos falta el tiempo, la atención y la energía emocional necesarios para resolver, con sinceridad, los desacuerdos que sabemos que surgirán de tales compromisos. Por lo demás, tenemos la sensación de que nuestra comprensión del presente es cada vez más tenue. Por lo tanto, aceptamos e impulsamos aspectos de nuestra ecología de intercambio informativo que parecen satisfacer, desde una mentalidad consumista, nuestra necesidad de lidiar con esa experiencia. Esta puede ser una de las principales razones por las que las cámaras de eco nos atraen y nos preparan para, posteriormente, ser permisivos con una cultura de desinformación. Tal vez no sea solo que esas cámaras de eco sean espacios discursivos relativamente cómodos. Sino también sea que nosotros mismos tomamos un acuerdo relativo con los métodos y los posicionamientos de un grupo en particular, esto como señal confiable de que al menos podemos confiar en esas personas como aliadas y verdaderas interlocutoras en el desierto informativo. Al menos aquí, por lo que parece, podemos esperar que nuestro escaso tiempo y energía no se desperdicien. Tal grupo parece ser digno de nuestro tiempo. De ahí que los otros ideológicos no siempre tienen que ser demonizados, ni concebirse como chivos expiatorios. Todo lo que realmente necesitamos es una explicación convincente de por qué ellos no son dignos de nuestro valioso tiempo y fatigada atención.

Si lo vemos de esta manera, es fácil simpatizar con el proceso. Pero sigue siendo parte del problema. Todavía es cierto que estamos demasiado ocupados organizando nuestras propias interpretaciones del mundo –limitadas pero estables– como para escucharnos los unos a los otros. Por otro lado, este proceso sugiere que es improbable que corrijamos nuestra cultura de desinformación; esto, a menos que encontremos mejores formas de cultivar seriamente la confianza entre nosotros, mucho antes de llegar a un nivel de acuerdo que sea cómodo. O, para decirlo de otra manera, hasta que realmente desperdiciemos nuestro tiempo con la otra parte –en vez de solo llamarlos a conversión–, es probable que no cambie mucho la situación.

Actualmente, no nos permitimos mucho espacio para tal exploración. Uno escucha bastante, de ambos lados del espectro teológico, que la confianza real, la amistad real, e incluso la posibilidad misma de un compromiso intelectual fructífero, dependen de una ratificación genuina y mutua de una serie de principios de justicia básica y, tal vez, metodología.5

De hecho, nuestras mejores amistades y las más importantes deberían involucrar un alto grado de convergencia sobre como son las cosas, la dirección hacia la que debemos dirigirnos y cómo esperamos llegar allí. Pero, dado el problema actual, también puede ser nuestra responsabilidad explorar cómo o cuando estas condiciones no necesitan cumplirse para que surja algún tipo de confianza secundaria, pero a su vez, significativa. Los intentos de explorar cómo sería dicha confianza pudieran rechazarse –al considerarse como obstáculos para una confrontación honesta con las injusticias, falsedades o metodologías defectuosas con las que el otro lado es cómplice. Sin embargo, deseamos que estos intentos sean ratificados y apoyados.

b. Si el desafío no es solo cultivar hábitos individuales, sino también identificar una práctica o metodología de lectura en particular, y si además necesitamos una autoconciencia relativamente integral con respecto a las costumbres y estados intelectuales y emocionales que involucramos al leer las noticias, entonces sería fructífero discutir si es posible concebir la lectura de noticias como una práctica espiritual en sí misma. Podríamos tomar esto en un sentido descriptivo como normativo.

En lo descriptivo, cualquier forma concreta en que se leen las noticias puede analizarse, de manera relevante, como una práctica espiritual específica con su propia teleología formativa. Las fuentes periodísticas difieren con respecto a los eventos que cubren y el ángulo interpretativo con el que analizan dichos eventos. Pero esto no es todo, ya que dichos ángulos se corresponden con los itinerarios emocionales que se ofrecen a los lectores y las identidades especificas que, se supone, la experiencia de consumo apoya. Esto es cierto incluso en el caso del periodismo responsable, el cual representa una entrega a la búsqueda de la verdad y un respeto a la capacidad interpretativa del lector –obviamente que tales fuentes pueden ser una opción bastante mejor que las publicaciones sensacionalistas. Aun así, vale la pena admitir que las fuentes periodísticas mas responsables están vendiendo una experiencia de lectura particular, es decir, una que me hará sentir menos manipulado, más educado, más responsable y con una mentalidad más abierta. Desde el punto de vista teológico y moral, sería miope suponer que mi deseo de tal experiencia, y de confirmarme en la identidad que se corresponde con dicha experiencia, es algo inequívocamente bueno. A veces, ese deseo simplemente apuntala mi sentido de superioridad sobre las decenas de zombis con lavado de cerebro que no leen las noticias con tanta responsabilidad como yo, ratificando, además, el privilegio de no perder el tiempo con ellos.

De manera similar, valdría la pena pensar en cómo accedemos realmente a las narrativas, entendiendo este acto como un práctica espiritual específica. ¿Qué hábitos cultivo, en relación al mundo que me rodea, al leer regularmente las noticias en un flujo de datos (feed) virtualmente infinito generado por la aplicación de Google en mi teléfono? Esta no es solo una pregunta sobre cámaras de eco. La velocidad a la que puedo desplazarme, el orden aleatorio en el que se suceden noticias de diversa importancia y urgencia, la facilidad con la que puedo abrir y cerrar la aplicación, y la sensación de "haber hecho algo" una vez que cliqueo y marco una historia en particular sin leerla realmente; todas estas cosas dicen algo sobre cómo entiendo el acto mismo de "leer las noticias", y por qué lo considero importante. Estas cosas sugieren, por ejemplo, que dicho acto tiene que ver con el “sentirse informado” (y disfrutar el efecto calmante de desplazarse a través de un flujo de medios digitales), mas que el trabajo costoso y entregado que se requiere para comprender realmente lo que está pasando en el mundo hoy.

Por otro lado, entonces, desde un punto de vista normativo podríamos argumentar a favor de una explicación que involucre, concretamente, qué tipo de práctica espiritual debería ser la lectura de noticias. El lenguaje de los "ejercicios espirituales" ya apunta a recursos constructivos existentes en nuestra propia tradición. Tales prácticas involucran, por lo regular, un procedimiento específico para leer la Biblia y una atención específica a cómo reaccionamos al texto. Así entonces, no debería ser tan difícil describir analogías adecuadas para plasmar, integralmente, lo que significa leer las noticias correctamente en nuestro tiempo.

Las Escrituras y las publicaciones periodísticas, por supuesto, difieren significativamente en su forma, su contenido y las exigencias que nos piden como lectores. Sin embargo, existen buenas bases teológicas para buscar una estrecha y ordenada integración entre las lecturas de ambos textos. Considero que, en parte, esto es lo que puntualiza la constitución Gaudium et spes al afirmar que "es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio" (§4). Hugo de San Víctor, canónigo regular del siglo XII, buscó algo similar. La ética de lectura que traza en su Didascalicon no es solo un programa exegético de las Escrituras, sino también un proceso educativo comprensivo, mediante el cual el aprendizaje de los textos "seculares" puede integrarse debidamente con la apropiación profunda que hacemos de la Biblia.6

Replanteando lo que está en juego: si la lectura de las Escrituras básicamente abre e ilumina nuestro presente y futuro (en lugar de solo determinar hechos del pasado), entonces una ética de la lectura bíblica en sí misma demanda una explicación de lo que significa hacer un balance del presente de forma responsable. No se trata únicamente de poner en práctica principios teológicos para analizar lo que sucede a nuestro alrededor. Se trata de comprender la confrontación de uno mismo con la noticia, como una extensión del proceso que ya se lleva a cabo y que involucra leer y reaccionar al texto bíblico.

No obstante, la necesidad de una ética sólida que guíe la lectura de noticias tiene mucho que ver con el desafío identificado anteriormente. Me refiero a encontrar formas de cultivar recursos interiores que nos permitan vadear fructíferamente a través de un río torrencial de noticias, agotador y alienante, que arrastra nuestra atención y nuestras emociones a rutas que a menudo no llevan a donde va Jesús. Mis propios intentos de procesar el Informe del Gran Jurado de Pensilvania7 y la subsiguiente tormenta mediática, me han confirmado lo que durante un tiempo había sido simplemente una sospecha semiconsciente, esto es: que la única alternativa, en lugar de evitar estas realidades o bien experimentarlas como un simple consumidor, es acercarse al acto de leer las noticias con la misma seriedad y apertura a la gracia que sé que debo llevar a la oración. Sencillamente, no sé cómo afrontar un evento de noticias de este tipo –y la interminable serie de eventos que se procesan ante nosotros– sin caer en la comodidad de una tribu ideológica. Me encuentro desesperadamente necesitado de una práctica que me permita leer las noticias al pie de la cruz. Necesito una manera de confrontar el presente, estando en un lugar donde pueda aprender cómo nombrar el pecado con precisión y valor, amar a mis enemigos y absorber, antes que perpetuar, el dolor causado por nuestros pecados y por nuestros intentos miopes de nombrar y tratar con esos pecados.

Podríamos decir mucho más sobre lo que involucraría esta ética de lectura y qué desafíos tendría que enfrentar. Al menos por ahora, podemos cerrar con una lista de preguntas que, desde mi propuesta, tendrían que ser más o menos habituales para que una ética de este tipo tenga éxito. Todo esto presupone que el lector se esfuerza por cultivar las virtudes intelectuales y el ejercicio de la lectura crítica. Ninguna de estas preguntas pretende ser meramente retórica.

  1. ¿Estoy dispuesto y me siento capaz de invertir el tiempo y la energía necesarios para una confrontación seria con este artículo de noticias y con el evento al que se refiere?
  2. Si no, ¿qué explica la atracción o el sentido de urgencia, que hace que la elección de dar una mera lectura superficial, se sienta tan natural? ¿Qué cosas quiere este artículo que yo asuma que son urgentes? ¿Son verdaderamente urgentes?
  3. ¿Por qué estoy viendo las noticias primeramente? ¿He considerado este instante de lectura, cuidadosamente, como un momento en mi día? ¿Estoy haciendo esto por diversión, relajación, distracción, un incremento de energía o cualquier otra combinación de funciones neuroquímicas, cognitivas o emocionales, que parezcan tratar mi condición acosada, ocupada y desconcertada, estando inmerso en una sociedad digital? ¿He evaluado dónde es que tales actos encajan o no encajan en mi búsqueda de Dios?
  4. ¿A qué le temo con respecto a este tema? ¿Este artículo arrastra esos temores? ¿De qué otra manera mis temores o inseguridades moldean la forma en que estoy leyendo y reaccionando a este texto? ¿Por qué tengo miedo de esas cosas? ¿Qué estoy haciendo con esos miedos?
  5. ¿Con qué grupo de personas me interesa más discutir este artículo? ¿La gente de ese grupo me ayudará a entender la verdad de las cosas? ¿Están ellos preparados para desafiarme cuando sea necesario? ¿O la conversación se centrará principalmente en apuntalar nuestro sentido de identidad dentro del panorama político, cultural o teológico?
  6. ¿Qué diferencias de identidad o perspectiva nos separan al autor y a mí? ¿Esto me hace leer el artículo, principalmente, para detectar por qué esta persona debe estar equivocada de una manera u otra?
  7. ¿A qué otras emociones o recuerdos se refiere el tema y el texto en cuestión? ¿Cómo esto moldea mi reacción al texto? ¿Qué estoy preparado para hacer al respecto?
  8. ¿Con respecto a qué sufrimiento este texto llama mi atención? ¿De quién es el sufrimiento que, en este artículo, se trata con poca importancia?
  9. Si normalmente me importan las personas cuyo sufrimiento fue ignorado en este texto, ¿mis pensamientos y sentimientos actuales respetan totalmente el hecho de que el autor de este texto también es un ser humano que sufre, está herido y a quién ama Cristo?
  10. ¿Quién es mi enemigo aquí? ¿Cómo puedo amar mejor a mi enemigo? ¿Cómo puedo seguir compartiendo los gozos, las esperanzas, las tristezas o las angustias de esa persona?
  11. ¿Por qué debo orar, ya sea en lo privado o en lo público, con respecto a este tema y la(s) audiencia(s) a la(s) que se dirige este texto? ¿Qué tipo de valentía necesito para leer este texto adecuadamente?
  12. ¿Hay alguien en mi vida que sea tocado por lo que se traza en este artículo y con quien pueda trabajar en una relación de confianza, incluso si no estamos de acuerdo con respecto a temas realmente importantes –o incluso, si él o ellá no merece mi tiempo o energía?
  13. ¿Dónde encajan los eventos descritos por este artículo en la historia de Dios y su relación con la creación? ¿Dónde está Cristo?
  14. ¿Sigo dispuesto a morir por la verdad? Si estoy dispuesto a morir por la verdad, ¿puedo también sufrir el dolor causado por las heridas colectivas que seguimos creando por miedo y agotamiento? ¿Puedo participar en el sufrimiento de Cristo producto de estas heridas? ¿Estoy permitiendo que Cristo lo comparta conmigo?
__________
  1. Texto original: VERA, Luis. Reading the News as a Spiritual Exercise [en línea]. Church Life Journal, 6 noviembre, 2018. <http://churchlife.nd.edu/2018/11/06/reading-the-news-as-a-spiritual-exercise/> [consulta: 12 noviembre 2018]. Traducido al español por Manuel D. Morales. Con permiso del autor, Luis Vera, gestionado por Artur S. Rosman, editor responsable del Church Life Journal. Agradecimientos especiales al autor quien, además, contribuyó a mejorar algunas partes claves de esta traducción.
  2. SHADLE, Matthew. Fake News and the Intellectual Virtues [en línea]. Catholic Moral Theology, 21 noviembre, 2016. <https://catholicmoraltheology.com/fake-news-and-the-intellectual-virtues/> [consulta: 6 diciembre 2018].
  3. PAPA FRANCISCO. Mensaje para la 52 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: «La verdad os hará libres» (Jn 8, 32). Fake news y periodismo de paz [en línea]. Sitio de la Santa Sede, 24 enero 24, 2018. <http://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/communications/documents/papa-francesco_20180124_messaggio-comunicazioni-sociali.html> [consulta: 6 diciembre 2018]. Por ‘fake news,’ Francisco se refiere a “informaciones infundadas, basadas en datos inexistentes o distorsionados, que tienen como finalidad engañar o incluso manipular al lector” (§1). Ver también OKEY, Stephen. Fake News and the Good News [en línea]. Daily Theology, 24 enero, 2018. <https://dailytheology.org/2018/01/24/fake-news-and-the-good-news/> [consulta: 6 diciembre 2018].
  4. Ver también el tratamiento clásico de este punto en RATZINGER, Joseph. Introducción al Cristianismo (trad. De José Luis Domínguez Villar). Salamanca, Ediciones Sígueme, 2016, En particular, las secciones 2 y 5-7 del capítulo 1.
  5. ¿Cómo se supone que, en la búsqueda de la verdad, debo coincidir con alguien que es cómplice de algún aspecto de nuestro mundo que, desde mi cosmovisión, se expone como pecado estructural –especialmente cuando ese pecado me afecta directamente a mí o a mis seres queridos?
  6. Ver especialmente HARKINS, Franklin. Reading and the Work of Restoration: History and Scripture in the Theology of Hugh of St. Victor. Toronto, Pontifical Institute of Medieval Studies, 2009.
  7. Informe resultante de una investigación realizada por el Gran Jurado de Pensilvania, EE.UU, sobre abusos sexuales ocurridos en seis diócesis de dicho estado. La pesquisa se efectuó entre los años 2016 y 2018.

Citación (ISO 690:2010): VERA, Luis. Leyendo las noticias como un ejercicio espiritual [en línea]. Razón y Pensamiento Cristiano, Vol. 7, Ext. 2, 2018. <http://www.revista-rypc.org/2018/12/vol7ext2.html> [consulta: ].