jueves, agosto 02, 2018

El amor Ágape y la necesidad de redescubrir al Otro

Publicado en el canal divulgativo: Travesías Dialécticas | Citación

El amor Ágape y la necesidad de redescubrir al Otro

Derechos Humanos. Fuente: Blogunandes.com
Carlos Eduardo Salinas

Nuestro presente es problemático; ¿aterra darnos cuenta de la existencia de una violencia descontrolada? O ¿acaso la concepción de la vida ha cambiado radicalmente? ¿Pensar que es lo más insignificante? Pues, si no hay sentido, ¿qué caso tiene la existencia? ¿Es demasiado aguantar con la angustia, la incertidumbre del porvenir, del qué será de mí? Porque, si hay vacío, qué más da que uno desaparezca de la noche a la mañana. Sólo queda disfrutar lo poco que se posee, una mínima alegría efímera. Cualquier cosa nos puede hacer reír, no importa cuánto dolor exista de por medio. En verdad nuestro presente es problemático.

En los llamados tiempos posmodernos, en el marco del sistema económico y político del neoliberalismo, ha sido muy polémico establecer cómo deben ser las relaciones sociales moralmente correctas. ¿Se compite contra el otro con respeto o es necesario pasar por encima de él para lograr un determinado propósito?

Día a día nos encontramos con discursos de amor, pero, detrás de tales, ¿se sabe realmente lo que significa amar? ¿Amar es poseer? Si soy engañado, despreciado, ¿vale la pena volver a amar? ¿O desquitaré mis rabias teniendo relaciones casuales con otros consiguiendo placeres físicos?

No parece bien que, tener una relación amorosa con alguien más, sea aprovecharse de su otredad y satisfacer los gustos propios. Entonces, si el Otro no es un objeto como cualquier otro de la realidad; ¿qué es?

En nuestra actualidad, el individualismo ha sido una constante con resultados extremos. Es complejo acercarse a otra persona sin poder evitar discusiones y malestares solo porque ese Otro actúa de una manera que me ofende, que confronta lo que creo que está bien. ¡Es tan difícil convivir con alguien que no comparte mis ideales! ¿Es ser tolerante la respuesta? ¿Significa aceptar la existencia del otro, y a la vez, ignorarlo sabiendo que está ahí?

¿Qué tan valientes somos para interactuar con el Otro que es tan diferente de mí? Conocer sus ideas y a la vez aceptarlas; o mejor dicho, dialogarlas de forma respetuosa sin imponer de manera violenta mis ideas. Tampoco es sano aceptar todo lo que llegue a nuestros oídos.

Pero adviene un problema aún mayor; ser respetuoso con la persona que nos ha causado daño. ¿Qué es mejor? ¿Ser sinceros, mostrando nuestro desagrado con aquel que nos dañó? ¿O por diplomacia, saludarle aunque el enojo existe? En nuestra mente imaginamos escenas donde golpeamos a quien provocó dolor ¿Existe la posibilidad del perdón? Muchos consideran que el perdón es para traidores, para débiles, quienes aceptan la injusticia.

Nuevamente el dilema; ¿no acaso, violencia genera más violencia? Buscar una resolución por la vía pacífica, ¿asegura que el victimario no vuelva a cometer errores? En verdad que nuestro presente es problemático, o para ser más precisos, toda la historia humana es problemática.

En el evangelio de Mateo, el apóstol Pedro preguntó a Jesús “¿Cuántas veces debo perdonar a mi hermano? ¿Hasta siete?” Jesucristo contesta: “no solo siete, sino setenta veces siete”. No significa que hay un límite para perdonar, sino que hay que perdonar siempre. Vaya locura, semejante tarea.

Y es que no solo es perdonar por perdonar, sino parece que es necesaria una apertura, intentar saber quién es el Otro. El filósofo Emanuel Lévinas en su libro Totalidad e infinito tiene en esencia un reto, saber enfrentar el “rostro” que me cuestiona, me afecta y altera mi subjetividad.1

El Otro puede pedirme ayuda, ¿somos capaces de salirnos de nuestro “Yo”? Esto es comprender al Otro sin aprehenderlo, ni violentarlo con la noción propia de validez y falsedad. Entonces, ¿qué hace falta para poder relacionarme con el Otro? ¿Cuál es el método a seguir?

El filósofo Denis de Rougemont nos dirá que lo que hace falta es el amor, pero ¿qué amor? No el amor pensado desde el Eros, que tiende a idealizar exageradamente al Otro; porque en realidad lo estaríamos convirtiendo en lo que nosotros deseamos que sea sin aceptar realmente su otredad. El amor del que habla Rougemont es del amor pensado desde el Ágape, de origen judeocristiano. Este no omite al Eros, sino que, lo controla, le hace entender que el Otro no puede ser transformado a imagen y semejanza del “Yo”, sino que lo deja ser libre:

¿Qué significa: amad a vuestros enemigos? Es el abandono del egoísmo, del yo y de la angustia, es una muerte del hombre aislado. Pero también es el nacimiento del prójimo. A quienes le preguntan con ironía: ¿Quién es mi prójimo?, Jesús contesta: es el hombre que os necesita. Desde este momento todas las relaciones humanas cambian de sentido.2

Rougemont afirma que desde el amor Ágape se contribuye a la creación de comunidad dentro de una sociedad. Para la comunión deben de existir dos sujetos con sus diferencias. No se ama al “Otro” para exaltar el “Yo”, sino para buscar el bien común. Dicho de otro modo, para que pueda haber amor Ágape, no debe existir una fusión entre seres tal que uno se rinda ante el otro. Sino que debe haber una relación que respete la autonomía de cada sujeto. Lo que une a los seres humanos son sus acciones, no sus esencias. Algo similar sucede con la relación Dios-hombre: se respeta la condición del creador y lo creado, son realidades diferentes, sin embargo, de forma indirecta, Dios se manifiesta como el sustento de la realidad y la libertad; ahí radica su amor. Nietzsche omite esta cuestión al suponer que Dios es opuesto a la libertad humana, pues piensa que le impone al ser humano cómo debe de vivir.3 En la Biblia, Dios ama su creación dándole libertad, libre albedrío. El sujeto puede hacer lo que quiera, pero sabe qué le conviene y qué no. El Apóstol Pablo declaraba en 1 Corintios 10:23-24:

Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro.

El filósofo francés Paul Ricoeur en Amor y Justicia señala que el amor en el judeo-cristianismo es un mandamiento, una responsabilidad que forma parte de la obediencia a Dios.4 Si amo al otro, amo a Dios; algo que el teólogo alemán Rudolf Bultmann llama “la metamorfosis de Dios”.5 El pasaje de Mateo 25:34-40 es el claro ejemplo:

Entonces el rey dirá a los de su derecha: venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuando te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: de cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

Después de todo lo antes dicho, ¿qué posibilidad existe de concretar estos ideales entre los seres humanos? Es una tarea compleja, pero no imposible. Lo que persiste es la esperanza de que nosotros seamos capaces de transformar nuestra visión y relación con el Otro.


  1. Véase Lévinas, Emmanuel, Totalidad e infinito, Sígueme, Salamanca, 2012.
  2. De Rougemont, Denis, Amor y Occidente, CONACULTA, México, 2001., pp. 71-72.
  3. Ibid. p. 313.
  4. Ricoeur, Paul, Amor y justicia, Siglo XXI, México, 2015, pp. 20-23.
  5. Bultmann, Rudolf, “La metamorfosis de Dios”. En: Antología teológica del siglo XX, Gibellini, Rosino (ed.), Sal Terrae, Santander, 2012, pp. 64-65.

Citación (ISO 690:2010): SALINAS, Carlos Eduardo. El amor Ágape y la necesidad de redescubrir al Otro [en línea]. Trav. Dial. (Rev. RYPC), 2 agosto 2018. <http://www.revista-rypc.org/2018/08/el-amor-agape.html> [consulta: ].