martes, julio 04, 2017

Resucitaremos, no reencarnaremos

Publicado en el canal divulgativo: Mosaicos Teológicos | Citación

Resucitaremos, no reencarnaremos

Fuente: todofondos.com
Raúl Isea

Entre los que profesamos la religión católica cada vez es más frecuente escuchar la aseveración de que vamos a reencarnar, es decir, que nuestra alma podrá renacer en otro cuerpo después de morir. Sin embargo, esa posibilidad no la contempla en la religión católica a pesar de que la idea de la reencarnación haya estado presente en la humanidad desde la antigüedad.

Como se abordará en el desarrollo de este texto, nuestras acciones serán juzgadas una vez que hayamos muerto, y a partir de ese juicio se decidirá si alcanzaremos el Reino de los Cielos o no. A diferencia de otros ensayos que hemos escrito, dejamos dos preguntas abiertas para que los lectores expresen su opinión en la sección de comentarios, con el fin de llegar a un consenso colectivo.

Como se indicará a lo largo del ensayo, no nos parece razonable aceptar la idea de la reencarnación porque ello supondría la posibilidad de volver a nacer, sin que se valoren las faltas cometidas en una vida pasada.

Considero que Dios no permitiría una vida injusta en la que el dolor y el sufrimiento sean el pan de cada día para las personas justas, con la esperanza de que en otra vida las personas que han cometido tropelías puedan redimirse. Ese no es nuestro Dios, esa no es nuestra creencia ni nuestra fe. Abrazamos al Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, el Dios de nuestros padres, y el de Dios Padre de Jesucristo, el único que nos espera al final de nuestros días, el que se ha revelado en el Evangelio.

Por ello, solo el Diablo puede aceptar el concepto de la reencarnación para que, de esa manera, las personas crean que pueden obrar sin miedo al castigo eterno, por aquello de que existe la posibilidad de ser perdonados por sus culpas al reconocer sus errores en otras vidas.

A continuación nos remontaremos al posible origen de la reencarnación, y posteriormente explicaremos por qué no reencarnaremos, sino que resucitaremos con Cristo, nuestro Salvador, en vista que Dios Padre nos brinda el don del libre albedrío para que podamos elegir el camino del bien o del mal. En este punto considero, a título personal, que el libre albedrío es como “un arma de doble filo” porque puede impulsar a las personas a creer o no en Él.

Probablemente algunos señalen a los egipcios como los primeros en manifestar su preocupación por la inmortalidad del espíritu humano. De alguna u otra forma hemos observado las pirámides o los lugares donde momificaban a sus faraones. Para comprender la razón de ello, recordemos que los egipcios consideraban que una persona cuando moría se separaba de su “Ka” (la fuerza vital o componente del espíritu humano). El Ka es justo lo que hace la diferencia entre estar vivo o muerto. El “Ba”, por su parte, es lo más cercano a lo que conocemos como alma. Es lo que trasciende, donde radica la personalidad, y es la parte de las persona que pervive tras su muerte. Así, al fallecer, estas tres partes (el cuerpo físico, Ka y Ba) se separaban, pero tanto el Ka como el Ba aún continuaban dependiendo del cuerpo físico. De allí la necesidad de momificarlo, ya que si el cuerpo no estaba en buen estado, el difunto no podía alcanzar la vida eterna1.

Podríamos continuar con otras religiones y creencias, pero centrémonos en las religiones dhármicas de origen indio. Para ello se debe explicar qué es el karma, concepto que constituye un factor importante en las religiones hinduista, budista, el jainismo que como sabemos rechaza el origen divino, y la sijista, fundada por Gurú Nanak (1469-1539).

El karma está vinculado a las acciones que hemos realizado en las vidas pasadas, en el sentido de que si se disfruta de una vida placentera, es porque se posee buen karma, o por el contrario, se tendrá un mal karma a consecuencia de una vida donde predominó la maldad, el egoísmo, así como otros atributos negativos. De allí que el Karma se visualice como una energía trascendente que dependerá de las acciones de las personas, a raíz de que para esas religiones dhármicas, una vida es insuficiente para alcanzar el destino final de una persona.

Probablemente sorprenda a algunos lectores que la palabra karma, de acuerdo a Los Vedas –el libro sagrado de los hindúes—, significa un sacrificio o acto ritual, que luego evoluciona a un concepto según el cual, cualquier acto realizado en esta vida tendrá efecto en una vida futura. De allí que siempre el karma sea asociado con una ley de causa y efecto, e incluso con una “ley Cósmica de Retribución”2. Dicho coloquialmente, sería simplemente afirmar que uno recibe lo que da en vida.

La idea de la reencarnación posee un origen antiquísimo, como lo evidencia el poeta griego Píndaro (518-438 a.C.) quien compuso en la segunda Oda olímpica un poema sobre Terón, el tirano de Agrigento, que hablaba sobre la vida después de la muerte. Asimismo, Pitágoras (582-500 a.C.) se destacó por escribir sobre la transmigración del alma y su inmortalidad. En uno de sus textos expresa claramente que “Necesitamos muchas vidas, revestirnos de múltiples cuerpos, nacer y morir y volver a nacer muchas veces para llegar al fin último de la perfección que es el que los dioses nos reservan. Esta ley de vidas sucesivas da la adecuada explicación a todas las desiguales manifestaciones de nuestra existencia”3. Incluso sostenía que el cosmos es consecuencia de la armonía a raíz de una ley del orden donde existe una energía universal que une tanto lo celestial como lo terrenal, lo divino con lo humano. Este punto es interesante tenerlo presente, pues Pitágoras reconoce que existe algo que da vida, aunque no logra identificarlo.

Por la brevedad que requiere este trabajo, solo recordaremos a otros dos filósofos. En primer lugar al griego Empédocles de Agrigento (490 - 430 a.C.), quien se destacó por su teoría de las cuatro raíces, a las que eventualmente Aristóteles (384-322 a.C.) llamará elementos. Empédocles sostenía que el Ser no puede ni nacer ni morir sino que todo es una mezcla de elementos que permiten un nacimiento, y lógicamente dicha disolución la asociamos con la muerte. De modo que el Ser se compone de “cuatro raíces de todas las cosas”, es decir, fuego, agua, aire y tierra. Él pensaba que era necesario espiar las culpas en diversas vidas: “(…) yo ya he sido antes un muchacho y una muchacha, un arbusto, un pájaro y un mudo pez del mar”4.

Platón (427-347 a.C.), por su parte, planteó que el mundo es dualista, es decir, que por una parte estaría conformado por las ideas y por otro, por las cosas, donde el alma es una realidad intermedia entre ambos. Defendía la premisa de que el alma es inmortal, y sostenía que está encerrada en la cárcel del cuerpo cuando nace en el mundo, habiendo olvidado su pasado. El alma volvería a reencarnar en sucesivos cuerpos y seres, bien sea personas o animales.

Con base en lo dicho hasta ahora, la reencarnación constituiría el siguiente paso de la existencia física, la cual está condicionada por el karma, de acuerdo al contexto dhármico. Con el tiempo, los griegos comenzaron a usar la palabra metempsicosis como sinónimo de reencarnación, esta última entendida como una triple constitución del hombre dada por espíritu, alma y cuerpo; y así poder explicar la transmigración o reencarnación del alma. Sin embargo, como señaló el masón, matemático y filósofo francés René Guénon (1886-1951), existe una diferencia entre dichos términos, e incluso los distingue de la transmigración: “(…) entiéndase bien que, cuando se habla de reencarnación, eso quiere decir que el ser que ha estado ya incorporado retoma un nuevo cuerpo, es decir, que vuelve al estado por el que ya ha pasado; por otra parte, se admite que eso concierne al ser real y completo, y no simplemente a los elementos más o menos importantes que hayan podido entrar en su constitución”5. Con esto deseamos destacar que metempsicosis es el Ser que ha reencarnado, retoma un nuevo cuerpo y comienza otra vez.

En este punto, debemos citar al yogui y gurú hinduista Paramahansa Yogananda (1893-1952) quien afirmaba que una persona puede ser capaz de recordar las vidas pasadas, pero que eso no es accesible a todas por la carga emocional que implica. Solo a través de la meditación es posible alcanzar el nirvana, un estado de súper conciencia. Asimismo, es importante resaltar que para Yogananda solo a través de una experiencia se puede alcanzar la verdad, no es mediante la fe ciega: “(…) la verdadera base de la religión no es la fe, sino la experiencia intuitiva. La intuición es la capacidad del alma de conocer a Dios. Para saber lo que es realmente la religión hay que conocer a Dios”.

En este punto, comienzan a existir ambigüedades que parecen inofensivas, pero son la base para comenzar a crear dudas entre los que profesamos la religión católico, donde se intenta justificar la existencia de vidas pasadas. Un católico reconoce que una afirmación semejante es incorrecta por lo cual esperamos que se animen a ayudarnos a demostrar este punto en la sección de comentarios al final del blog.

En el “Canto del Divino”, un poema del siglo III a.C., el Krisnha (la reencarnación del dios Vishnu) afirma6: “Como una persona que se viste con ropa nueva y deja la que ya ha utilizado, así el alma se viste de nuevos cuerpos materiales, desechando los viejos e inútiles” y según su óptica, las vidas sucesivas solo buscan lograr el nirvana, la felicidad eterna.

Un claro exponente que ejemplifica la creencia en la reencarnación es la figura del Premio Nobel de la Paz, Dalái Lama (nacido en 1935), llamado también el “Buda viviente”, que sería la encarnación número catorce de Avalokiteśvara, cuyo espíritu habría estado presente en el Tíbet desde el siglo XIV, según se ha documentado, a través de los sucesivos Dalái hasta la actualidad. Esta aclaratoria obedece al hecho de que fue el tercero el que recibió el nombre de Dalái Lama, que significa “grande como un océano” en mongol; mientras que el decimotercero (el predecesor del actual Dalái Lama) fue quien “luchó” por la independencia del Tíbet tras la caída de la dinastía Manchú. Ahora, el decimocuarto nos explica que uno debe experimentar sucesivas vidas hasta finalmente lograr erradicar los vicios o venenos, de modo que nos preguntamos: ¿él está equivocado cuando afirma que se debe reencarnar hasta lograr alcanzar la armonía en la vida? Antes de dar una respuesta, nos gustaría conocer las opiniones de ustedes ya que son el corazón del presente manuscrito, pero al igual que el nuestro que late bajo nuestra piel, ustedes deben sentir esa verdad.

Independientemente de las interpretaciones que se puedan generar sobre la reencarnación del Dalái Lama, en el año 2014 él mismo indicó que quizás no reencarnará nuevamente, que no existirá otro sucesor después de una tradición de casi quinientos años. Ese comentario surge a raíz de una entrevista que apareció en el semanario alemán Welt am Sonntag, en la que el Dalái declaró que “la institución del Dalái Lama tenía importante a causa por su poder político, y eso ya no existe hoy”7.

Tras la lectura anterior nos preguntamos si ese concepto se admite en la religión católica, es decir, ¿la Biblia avala la reencarnación? Quizás no sorprenda la respuesta: No. De hecho, existe un pasaje que quizás podría asociarse con la figura de la reencarnación, pero como se explicará inmediatamente, se trata de un enfoque malintencionado. Nos referimos al que está en Mateo 17, 10-12: “Sus discípulos le preguntaron: ‘¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?’ Respondió él: ‘Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo. Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos”. Basta con releer esos párrafos, donde se señala que es una profecía relacionada con Juan el Bautista, que vino a sufrir al igual que Jesús. Cerrando esta aclaratoria, les recuerdo el episodio en Juan 1, 21 donde claramente responde que no es Elías: “Y le preguntaron: ¿Entonces, qué? ¿Eres Elías? Y él dijo: No soy. ¿Eres el profeta? Y respondió: No”.

Al revisar la Biblia no se indica explícitamente que vamos a reencarnar. De hecho, en Hebreos 9, 27 dice: “Y así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio”, por lo que solo morimos una vez, y en ese momento, existe un juicio universal que valora nuestras acciones en vida, y determinar sí alcanzamos o no el Reino de los Cielos, como se expresa en Mateo 25, 46: “Aquéllos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”.

Asimismo, en el libro de Daniel 12, 2 este dice a través de un ángel: “La multitud de los que duermen en la tumba se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la vergüenza y el horror eterno”, de modo que tras la muerte, comienza la vida eterna para los que han obrado con bien, o sufrimiento para todos los pecadores. Así como en 2 Mac 7, 36 cuando se relata el episodio del rey Antíoco IV Epífanes de Siria que torturó a siete hermanos para que claudicaran de su fe. A medida que iban muriendo afirmaban que resucitarían en la vida eterna; y el último de ellos sentenció: “Mis hermanos después de haber soportado una corta pena, gozan ahora de la Vida Eterna”.

Existen otros pasajes en la Biblia que se deben resaltar, citemos Juan 5, 25: “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán”. Es un claro ejemplo de que se habla de la resurrección. Sin pasar por alto que somos bautizados en Cristo resucitado, de acuerdo a las enseñanzas del apóstol Pablo para simbolizar que al ser sumergido en agua, se está recordando la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo. Por otra parte, en Juan 3, 3 se dice: “(…) si no vuelves a nacer no entrarás en el Reino de los Cielos”. Más claro imposible. Aquí no se refiere a la reencarnación ‘física’, sino a un renacimiento a una nueva vida, saliendo de la ‘muerte’, del pecado y la ignorancia, pues Cristo, como veíamos antes, los consideraba como muertos.

Para cerrar el argumento de este ensayo, se evidencia que no hay segundas oportunidades. Y nos referimos específicamente a la escena en la que Cristo, estando en la cruz, conversa con el “buen ladrón” y le anticipa: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23, 43). Así como el pasaje en Mateo 25, 46: “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”, donde claramente apreciamos cuál es el requisito para pasar a la vida eterna.

Lógicamente, surge una posible pregunta: ¿si vivimos en un área donde no se escucha la palabra de Dios, esas personas podrán alcanzar el Reino de los Cielos? Quizás algunos estarían tentados a decir que ellos deben volver a nacer hasta que alcancen la sabiduría divina. En ese sentido, recuerden que Dios crea el mundo en que vivimos y está presente en todas partes, por lo que de alguna u otra forma se revela su voluntad, independientemente de si la persona cree en él o no. No obstante, una respuesta proviene de la catequesis del Papa Juan Pablo II quien nos habla de “las semillas de la verdad”, las cuales estan presentes en todos los hombres indiferentemente de su creencia religiosa, y que les permite a todas las personas actuar con conciencia. Más aún, Juan Pablo II reseño que las “semillas de verdad” son “un reflejo del único Verbo de Dios, que ilumina a todo hombre haciendo carne en Cristo Jesús”.

Aún hoy en día, desconocemos sus designios, su voluntad, porque al vivir en este mundo material, no podemos contemplar toda su esencia. Recuerden la reflexión de Pitágoras: no sabía de Dios, pero dedujo que debía existir uno que le dio vida al mundo y a los hombres. Pero ese es un tema de debate y ojalá en el presente Blog sea la base para poder visualizar posibles respuestas, porque estamos indicando que Pitágoras cree en Dios mucho antes de la revelación de la palabra de Jesucristo.

Conclusiones

Solo se vive una vez en este plano terrenal, y no numerosas veces. Una sola vida debe ser suficiente para alcanzar el Reino de los Cielos. Tras nuestras acciones somos juzgados para decidir si nuestra alma alcanza el Reino de los Cielos o no. Es imposible concebir la idea de un Dios que permita reencarnar porque entonces la maldad triunfaría ante Él. De hecho, en Sabiduría 16, 14 eso queda claro: “El hombre, en cambio, puede matar por su maldad, pero no hacer tornar al espíritu que se fue, ni liberar al alma ya acogida en el Hades”.

Aunque el concepto del karma se remonta a tiempos inmemoriales, en el contexto de nuestra religión cristiana se debería más bien asociar con el concepto de retribución, es decir, las recompensas serán de acuerdo a nuestras acciones como se evidenció en Mateo 25, 46. Mis acciones serán juzgadas una sola vez, no múltiples veces. Somos partidarios de lo que está escrito en Proverbios 22, 8: “(…) el que siembra iniquidad segará vanidad, y la vara de su furor perecerá”. De hecho, en 2 Sm 14, 14 claramente se señala que se muere y no hay nada más después, o en otras palabras, el agua que se derrama no se puede volver a recoger.

Para finalizar, quisiéramos que reflexionaran individualmente sobre lo que se desprende del evangelio de Juan 11, 25 quien cita las palabras de Cristo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que vive en mí, aunque muera, vivirá y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás”. De modo que quien cree en Jesús, resucitará.


  1. Para mayores detalles en el trabajo publicado por Fernando Schwarz. “El Alma en el antiguo Egipto”. Revista Esfinge Vol. Sept. 2010.
  2. Consultado en el trabajo publicado por Arnau Sarrà Sole en http://www.arnausarra.com/tag/ley-cosmica-de-la-retribucion/ (consultado 30 de abril de 2017)
  3. Tomado de http://calamb.blogia.com/2008/032601-textos-sobre-la-reencarnacion-pitagoras-.php (consultado 30 de abril de 2017)
  4. Alberto Buela. “ Empedocles: El último Arcáico”. Symbolos: Revista Internacional de Arte - Cultura – Gnosis. Disponible en http://symbolos.com/empedocl.htm#n* (consultado 30 de abril de 2017).
  5. Tomado de https://es.wikipedia.org/wiki/Metempsicosis (Consultado el 30 de abril de 2017)
  6. Aldo Buonaiuto. “A los orígenes de la Reencarnación”. In Terris. Online International Newspaper. 13 marzo de 2015. Disponible en http://www.interris.it/es/2015/03/13/47981/columnas/misterios/a-los-origenes-de-la-reencarnacion.html# (consultado 30 de abril de 2017)
  7. Tomado de http://www.lavanguardia.com/internacional/20140909/54415788315/dalai-lama-no-sucesor.html (Consultado el 30 de abril e 2017)

Citación (ISO 690:2010): ISEA, Raúl. Resucitaremos, no reencarnaremos [en línea]. Mos. Teol. (Rev. RYPC), 4 julio 2017. <http://www.revista-rypc.org/2017/07/resucitaremos-no-reencarnaremos.html> [consulta: ].