jueves, junio 12, 2014

El acuerdo del Club de París y el papel del economista negociador

El Club de París. Fuente: tresor.economie.gouv.fr
Gustavo Daniel Romero

“El amor al dinero como una posesión – a diferencia del amor al dinero como un medio para los goces y realidades de la vida – será reconocido como lo que es, algo morbosamente desagradable, una de esas propensiones semi criminales y patológicas”.
John Maynard Keynes

Hace un tiempo me visitó un tío de España y me inquirió acerca de lo que parecía un contrasentido: “¿Por qué Argentina toma deuda de Venezuela a mayor interés que el que le ofrece España?” A lo que yo lo respondí: “¿No será porque Venezuela le ofrece al país otra ventaja de la cual nosotros no tenemos noticia?”

Esto viene a cuento pues luego de la nacionalización de YPF, la oportunidad que tiene la Argentina de participar de la sexta cumbre del Grupo BRICS y del acuerdo con el Club de París, les propongo reflexionar acerca del aporte del economista como negociador, desglosando 10 conclusiones a modo de aprendizaje:

1) La mayoría de las situaciones económicas son de suma no nula, ya que se pueden crear, destruir, o asignar bienes y servicios valiosos, y cualquiera de éstos creará una ganancia o pérdida neta. Por ejemplo, los integrantes del Club de París no sólo tienen interés en cobrar su deuda como resarcimiento sino también porque les posibilita realizar inversiones en Argentina, coincidiendo con el interés del país sudamericano. Por lo tanto se trata de una negociación en que, bien llevada, todos ganan en mayor o menor medida.

2) Sin dejar de ser marxistas (en el sentido de Groucho Marx que jocosamente decía “estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”), no tenemos que confundirlos con las posiciones, pues lo que funciona es reconciliar intereses, no posturas.

3) Detrás de posturas opuestas hay intereses tanto enfrentados como compartidos y compatibles. Si complementamos estos últimos podremos arribar a un acuerdo satisfactorio. Por lo tanto, se requiere empatía y no manipulación psicopática para reconocer estos intereses que no siempre están explícitos y reconocer la psicopatía como lo que es: un trastorno de la personalidad altamente perjudicial.

4) No ver a la otra parte meramente como una amenaza que atenta contra nuestras debilidades sino como una oportunidad.

5) Que lo que se trata en una negociación es un problema para ambas partes, por las que, para llegar a una solución, hay que encararla como un desafío a superar por todos los involucrados.

6) Que “el árbol no nos tape el bosque”: No hay que visualizar el resultado del acuerdo sólo como el desembolso que nos costó, sino en una perspectiva de beneficios a mediano y largo plazo y enumerar todas las externalidades positivas que de él se derivan, más allá del gobierno de turno.

7) El economista es aquel que, según la etimología de la palabra, “administra la casa”, entendiendo esta como la comunidad circundante, empezando por la nacional y terminando por la mundial. El economista no es un poseedor sino un mayordomo que debe administrar los recursos que le son encomendados de la mejor manera posible para la comunidad actual y la por venir.

8) En tal sentido, el egoísmo no juega un papel en su tarea, ni hay lugar paras “vender el país”, sino para negociar en favor del mismo, convencido de las bondades de la comunidad forma parte e identificado con ella. Tampoco hay lugar para el nacionalismo exacerbado que mira para adentro pues, todos vivimos en la misma barca, que es nuestro mundo, el único posible.

9) Las “señales de los tiempos” nos muestran que nos encontramos en la época de la integración regional en bloques económicos con intereses comunes principalmente de carácter regional, tendencia de la cual no podemos “quedarnos afuera” si deseamos gozar de los beneficios comerciales y económicos.

10) Que más allá de los intereses particulares, en Argentina tenemos que tener claro nuestro proyecto de país y, por tanto, nuestros intereses pues, en caso contrario, como expresó el famoso escritor conocido como Lewis Carroll: "Si no sabes donde vas, ningún camino te llevará allí”.

Desde el punto de vista teológico, el papel del economista lo podemos deducir del pensamiento de John Wesley, padre del metodismo:

Wesley sugiere lo que hay que tener presente a la hora de administrar el dinero: Todo el dinero excedente después de cumplir con las cuatro obligaciones que a continuación describimos se debe destinar a la solidaridad.

“Se admite 1- que hemos de proveer las cosas necesarias y convenientes para los miembros de nuestra familia; 2- que las personas dedicadas a los negocios han de guardar todo lo que es necesario para llevar adelante dichos negocios; 3- que hemos de dejar a nuestros hijos aquello que les provea lo necesario y conveniente después que hayamos dejado el mundo, 4- que hemos de proveernos de todas las cosas honestamente a la vista de las personas de modo que no debamos a nadie nada. Pero almacenar algo más, cuando todo esto ha sido hecho, es lo que nuestro señor lisa y llanamente ha prohibido.” 1

A quienes van dirigidas estas recomendaciones es a aquellos que poseen bienes y riquezas. A ellos les dice que todo es de Dios y que ellos están llamados a ser buenos mayordomos según las enseñanzas de la Biblia.

Wesley vuelve a insistir que todo en la tierra y en el cielo, en cuanto creación, es de Dios. Y que estos recursos se ponen a nuestro cuidado, para que lo administremos como buenos mayordomos, ya que Dios es el único propietario. Y que en su palabra revelada en las Sagradas Escrituras nos dice cómo hacerlo. En su palabra Dios manifiesta que Dios quiere que usemos estos recursos para cubrir nuestras necesidades de alimento, vestimenta y refugio para nosotros y nuestros seres queridos y para nuestros dependientes y para ayudar a los que están en necesidad. No obrar de esta forma es caer en grave pecado.

Los dos temas relacionados a la economía que Wesley señala como destructores de la comunidad: “el amor al dinero” y “la injusta distribución de los bienes que no tiene en cuenta las necesidades diarias de las personas”, los denuncia como una abierta transgresión al amor fraternal y un pecado contra la justicia. ¡Qué el Señor nos ayude a ser buenos economistas/mayordomos!
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  1. Obras de Wesley, Justo L. González, Tomo IV Sermón IV, Sermón 87 “El peligro de las riquezas” p. 132