lunes, junio 24, 2013

La espiritualidad y la religión

Gustavo Daniel Romero

La espiritualidad no implica necesariamente practicar alguna religión o tener una creencia en particular. Es un sentimiento o estado mental intensamente personal, que bajo los dogmas religiosos se manifiesta en códigos de conducta institucionales.

En la actualidad, la mayoría de las personas se encuentra en búsqueda de la espiritualidad, especialmente a través de la religión. Pero también se halla preferentemente en forma personal, a través de la música, la poesía, la literatura, el contacto con la naturaleza o las relaciones íntimas, a diferencia de las religiones donde la participación es comunitaria mediante rituales compartidos, como asistir a un templo o iglesia y observar sus preceptos y costumbres.

Conviene destacar, sin embargo, un estudio reciente publicado por el British Journal of Psychiatry realizado partir de 7.000 entrevistas en Gran Bretaña muestra que las personas ligadas a la regularidad y disciplina de una religión tienen menos riesgos de sufrir desórdenes psicológicos que aquellos que no canalizan su espiritualidad a través de la práctica religiosa comunitaria.1

De cualquier manera, el estudio demuestra una correlación, no necesariamente una causalidad. Lo que sí podemos concluir es que, al menos en Occidente, la religiosidad estable y disciplinada tiene efectos psicosociales beneficiosos.

Ello podría deberse a que en las instituciones religiosas existe una red de apoyo social, dota al individuo de esperanza y que en comunidad es más fácil llevara a cabo las prácticas que ayudan a desarrollar la espiritualidad.

El psiquiatra Viktor E. Frankl desarrolla la idea de una religiosidad inconsciente en el sentido de un estado inconsciente de relación a Dios, que aparece como una relación a lo trascendental inmanente al propio hombre, aunque a menudo latente en él.2 Frank habla de una relación innata e inconsciente pero intencional a Dios, y de una fe inconsciente.

Es en el inconsciente espiritual en donde tendrán cabida una moralidad y una creencia o religiosidad inconsciente. El inconsciente espiritual no se halla a nivel instintivo. No será, por lo tanto, que uno se sienta arrastrado hacia Dios sino que ha de decidirse por Él o contra Él.

Según Frankl, para Sigmund Freud y para Carl Jung el inconsciente determina al sujeto, ya se trate de impulsos sexuales o religiosos. Para él, en cambio, “el inconsciente espiritual, y muy en particular la religiosidad inconsciente, es decir el ‘inconciente trascendental’, no es un inconsciente determinante, sino existente”3, es decir, libre.

La sintonía de la conciencia con los principios trascendentales, fundamentales y universales es para Frankl la sintonía con Dios, autor de los mismos.

Para Frankl hay una realidad eterna y actual, omnipresente, que constituye la religiosidad humana. Considera que, frecuentemente, es precisamente la represión de esa realidad la que genera neurosis y que necesita hacerse consciente. Así pues, dice, el objetivo de la logoterapia es hacer al enfermo consciente de su responsabilidad y de esa relación con la trascendencia de la cual no es consciente porque la ha reprimido.

Cuando estaba cursando la escuela primaria, un maestro ateo dijo a la clase: “Yo no creo en Dios, pues si creó al ser humano a su imagen y semejanza tendría que pensar que Él es un inodoro”. Quizá el docente no era verdaderamente un ateo pues en el fondo creía en un Dios justo y bondadoso al que no veía reflejado en sus criaturas.

Al respecto el Dr. en Psicología y pastor Jorge León asevera que en toda persona –ya sea creyente o no–, la base de su humanidad reside, precisamente, en haber sido creado a Imagen y Semejanza de Dios y que ella es el motor de la tendencia espiritual. Y agrega que esa Imagen Dios la ha presentado al ser humano en forma arquetípica en la persona de Jesucristo de Nazaret.4

Postula que esa impronta no se ha perdido por causa del pecado. Dice: “Es obvio que el hombre de hoy no es el mismo que salió de las manos de Dios. Pero un poco lo intuimos, todos los que somos conscientes del deseo de completitud que experimenta el ser humano. Este deseo de completitud es una manifestación de la revelación subjetiva de Dios, que se manifiesta en nuestra esencia, en nuestro Imago Dei, a pesar de haber sido desdibujado por el pecado”. Y es precisamente de esa Imago Dei de donde surge la necesidad del ser humano de comunicarse con Dios.

Así leemos en el Salmo 8: 3-5,

Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,

La luna y las estrellas que tú formaste,

Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,

Y el hijo del hombre, para que lo visites?

Le has hecho poco menor que los ángeles,

Y lo coronaste de gloria y de honra.

La palabra que aquí se traduce como “ángeles” es “elohim”, por ello las siguientes versiones lo expresan de esta manera:

  • La Versión Popular: “Lo hiciste casi como un dios”
  • La Nueva Biblia Española: “Lo hiciste poco menor que un dios”
  • Nácar-Colunga: “Lo has hecho poco menor que Dios”
  • Versión Regina: “Lo hiciste un poco inferior a los dioses”

El hombre fue creado lo más parecido posible a Dios Padre porque El hombre iba a ser el compañero de Dios. Esto capacitó al hombre para cumplir el propósito de Dios de ser aquel que gobernaría en la tierra y en todo lo que el Reino de Dios tenía planeado. Ahora bien, la Carta a los Hebreos 2: 5-8, versión RVR 1995, expresa:

Dios no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando. Al contrario, alguien testificó en cierto lugar, diciendo:

«¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que lo visites?

Lo hiciste un poco menor que los ángeles, lo coronaste de gloria y de honra y lo pusiste sobre las obras de tus manos.

Todo lo sujetaste bajo sus pies».

En cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no le sea sujeto, aunque todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios experimentara la muerte por todos.

Este pasaje es una revelación del dominio de Adán. El versículo 8 revela que el ser humano ya no tiene ese dominio. El versículo 9 nos habla que el dominio que perdió Adán, ahora lo ha recuperado Jesucristo por su obra redentora en la Cruz a favor del hombre y la mujer.

Aunque Adán fue “hecho a la imagen y semejanza” de Dios, la similitud se ha deteriorado tanto que su posteridad muestra tan sólo una débil representación de ambas. Satanás se ha ocupado de distorsionar la Imagen de Dios, y también de distorsionar la imagen del hombre a fin de que el sujeto se vea a sí mismo como un ser insignificante; pero la gran verdad es que ¡el ser humano es lo más valioso de la creación de Dios!

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  1. M. King, L. Marston, S. McManus, T. Brugha, H. Meltzer y P. Bebbington. Religion, spirituality and mental health: results from a national study of English households. Papers, The British Journal of Psychiatry [en línea] <http://bjp.rcpsych.org/content/202/1/68.abstract>
  2. Viktor E. Frankl. La presencia ignorada de Dios, Barcelona: Herder, 1977, p. 68.
  3. Op. cit., p. 73
  4. Jorge A. León. La comunicación del Evangelio en el mundo actual. Buenos Aires: Pleroma, 1974, pp. 31-48.