lunes, diciembre 26, 2011

¿Es posible una filosofía cristiana?

Raúl Méndez Yáñez

En esta revista varios autores han referido el vínculo que guarda la fe con la ciencia, la congruencia mutua en algunos puntos, así como la importancia de considerar los contextos culturales para el diálogo1. Aunado a estos esfuerzos de conceptualizar la fe en términos vinculados con el desarrollo científico, este artículo se pregunta si la filosofía, como madre de toda ciencia, puede tener el apellido “cristiana” y sus implicaciones.

Para responder a la pregunta sobre la posibilidad de la filosofía cristiana se debe empezar con la conceptualización del término “filosofía” (del gr. phileos= amor; logos= orden, estudio, tratado, ¿palabra?). De la constelación de definiciones de la palabra filosofía podemos, un poco apresuradamente, reducir a cuatro ejes semánticos este pluriforme término: 1) disciplinario/institucional, 2) epistemológico, 3) ontológico y 4) dialógico.

Eje disciplinario/institucional. Es decir, la “Filosofía” entendida como disciplina académica y profesional. Este eje se puede sintetizar en el sátiro aforismo de que “Filosofía es lo que hacen los filósofos”, pues se trata del desarrollo reflexivo mediado por las instancias institucionales que realizan los filósofos como miembros de la comunidad científica2. Los adjetivos que podríamos colocarle a este tipo de filosofía sería “institucionalizada”, “orgánica”3, o “nacional”, por ejemplo. Desde luego no toda la Filosofía realizada por filósofos tiene este alcance nacional. Pese a ello, la publicación de libros, artículos, así como el ejercicio de cátedra y docencia de la Filosofía así como la pertenencia a la comunidad científica, sí están atravesados por el constreñimiento institucional tanto del Estado como de los organismos universitarios y sus respectivos currículos escolares.

Desde este eje, que se refiere a la práctica institucional de la Filosofía, no puede existir una filosofía cristiana pues las instituciones científicas y educativas no son cristianas en sí mismas. Esta laicización de las instituciones ha sido uno de los logros históricos del liberalismo latinoamericano pero defendido más tenazmente por las orientaciones políticas de izquierda. No obstante el recrudecimiento del fundamentalismo político del actual neoliberalismo, como por ejemplo en la así llamada Democracia Cristiana en América Latina, pueden atentar contra esta separación política y teológica de la Iglesia y el Estado. Por tal motivo hablar actualmente de filosofía cristiana como ejercicio institucional sería una triste nota de retroceso civil y de totalitarismo político conservador.

Eje epistemológico. Según el eje epistemológico, la filosofía es una disciplina científica y crítica que tiene por objeto conocer las condiciones en las cuales se da el conocimiento sobre temas metafísicos, políticos, religiosos…. En tanto ciencia, la filosofía tampoco puede ser cristiana pues la ciencia, como dice el neointelectualista Robbin Horton se caracteriza por la crítica interdisciplinaria que supone los cuestionamientos epistemológicos y ontológicos de cualquier postura teórica4, mientras que, la filosofía cristiana se centra en el debate intradisciplinario, es decir, reflexión crítica pero sin menoscabo del postulado ontológico fundamental: Dios.

Cabe señalar que, no obstante, en este sentido epistemológico se han ensayado filosofías cristianas. Como ejemplo tenemos al movimiento inaugurado en Holanda desde la década de los 40 del siglo pasado por el jurista Hermann Dooyewerd5 y que se ha cristalizado en la denominada Teología Reformacional6 la cual tiene como proyecto fundamental el desarrollo de una “ciencia cristiana”. Así, se hablaría no sólo de “filosofía cristiana”, sino también de “historia cristiana”, “sociología cristiana”, etc., siempre y cuando estas ciencias reconozcan y respeten sus motivaciones religiosas provenientes del cristianismo; pues según Dooyewerd, la práctica científica siempre está cargada subjetivamente por un motivo religioso. Por lo tanto, si la ciencia en general tiene por motivo religioso el espíritu de apostasía que niega a priori la trascendencia divina, entonces, sigue argumentando Dooyewerd y con él una plétora de teóricos reformacionales, ¿por qué no ha de ser posible desarrollar una filosofía y una ciencia cristiana que reconozca a priori la actuación trascendental de Dios?.

La razón que damos para contestar negativamente a esta pregunta es que el cristianismo no puede pretender crear aisladas esferas ónticas de conocimiento7, pues aun saludando el prístino reconocimiento que realizó Dooyewerd de la imposibilidad de la plena objetividad científica - en lo cual están muy de acuerdo los sociólogos de la ciencia y los diversos constructivismos sociales8 – el cristianismo como de la teología decía Karl, “no se encuentra a sí misma en posesión de llaves especiales para puertas especiales”9 como suponen algunas teologías, no sólo las reformacionales.

Por lo tanto el cristianismo debe filosofar sobre la realidad sin fueros epistemológicos pretendidamente revelados, es decir sin llevar al terreno interdisciplinario sus fundamentales propuestas interdisciplinarias. Con esto no se está mandando a la filosofía cristiana al ostracismo, si no señalando que si pretende realizar un diálogo interdisciplinario, no puede mantener intacta su ontología fundamental. Una cosa es filosofar desde la perspectiva cristiana y otra desarrollar una filosofía sobre los postulados del cristianismo, que es donde apropiadamente se habla de filosofía cristiana. Así que, si con un modelo centrado en las tesis del cristianismo se pretende dialogar con la ciencia, se tendría que realizar diversas peticiones de principio: Dios y las afirmaciones doctrinales.

Esto es lo que está pasando con los creacionismos, con una filosofía cristiana intra quieren realizar una crítica inter, y el resultado es sencillo: el evolucionismo está mal porque no se ajusta a mis doctrinas. Nunca se les podrá convencer de lo contrario pues piensan que el mundo científico (inter) debe apegarse a sus presupuestos ontológicos prefabricados (intra).

Eje ontológico. En este eje sí es posible hablar de filosofía cristiana, es decir la filosofía que evalúa y argumenta la práctica de la fe y la teología. Un conspicuo ejemplo de teología cristiana entendida como ontología es la Summa Theologica de Tomás de Aquino, pues en ella se encuentran los temas fundamentales de la teología y la práctica cristiana desde una perspectiva filosófica, discutiendo con categorías y estilos argumentativos propios de la filosofía escolástica occidental y árabe pero centrándose en temas propiamente doctrinales, también –guardando las diferencias doctrinales, de terminología y argumentación, la Institución de la Religión Cristiana de Juan Calvino y la ya citada dogmática de Barth. Se tratan de filosofías cristianas en tanto que atienden a los pormenores doctrinales y filosofan sobre ellos produciendo teología. Desde luego que estos contenidos doctrinales que la filosofía cristiana evalúa filosóficamente hablan de todo el mundo y de toda la vida, pero se debe entender que es un mundo y una vida mirada dentro de los mismos postulados cristianos (intra), y que por lo tanto nunca serán aceptados por otras perspectivas (inter).

Eje dialógico. La fe no será filosofía como disciplina, ni como presupuesto epistemológico que garantice a priori sus resultados, sino una forma de entender el mundo, de forma cotidiana, teológica o con diálogo científico. Este es el eje dialógico: Filosofar y hacer ciencia con perspectiva cristiana. Esto permite participar en la interdisciplinariedad, pues no se está pensando que la filosofía o la ciencia respeten los postulados del cristianismo, ni que sólo se esté pensando en el cristianismo, sino que la ciencia y la filosofía pueden debatir con la fe, cada uno manteniendo sus presupuestos y – es deseable – manteniendo una constante revisión de los mismos. En este sentido la filosofía cristiana puede ayudar al diálogo con la ciencia y la filosofía en tanto funcionaría como los pits de las carreras automovilísticas: un lugar para reparar, revisar y valorar el estado del vehículo a fin de que pueda volver a la carrera: revisión interdisciplinaría para el diálogo interdisciplinario.

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  1. Véase, por ejemplo, MORALES, Manuel David, “Sobre la racionalidad inherente al mundo natural”, en Razón y Pensamiento Cristiano, 18 de mayo, 2011. Disponible en http://www.revista-rypc.org/2011/05/sobre-la-racionalidad-inherente-al.html. NAVARRO, César, “Consideraciones para un modelo misional evangélico sobre asuntos de ciencia y fe en Latinoamérica”, en Razón y Pensamiento Cristiano, 28 de octubre de 2011. Disponible en http://www.revista-rypc.org/2011/10/consideraciones-para-un-modelo-misional.html 
  2. VARGAS, Gabriel, Mauricio Beuchot, et al, La filosofía mexicana, ¿incide en la sociedad actual?, México, Torres y asociados, 2008.
  3. CREHAN, Kate, Gramsci, cultura y antropología, Madrid, Ediciones Bellatierra, 2004.
  4. DÍAZ Cruz, Rodrigo, Archipiélago de rituales. Teorías antropológicas del ritual, México/Barcelona, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, Editorial Anthropos, 1998, pág. 48.
  5. Dooyewerd, Hermann, Las raíces de la cultura occidental. Las opciones paganas y secular, Barcelona, CLIE, , 1998.
  6. SPYKMAN, Gordon, Teología Reformacional. Un nuevo paradigma para hacer la dogmática, Miami, TELL, 1994. Si bien no todos los reformacionales están de acuerdo con lo propuesto por Spykman.
  7. Cf. COPLESTON, Frederick, Historia de la filosofía 3: De Ockham a Suárez, Barcelona, Ariel Filosofía, 2000.
  8. LATOUR, Bruno, 1995, “Dadme un laboratorio y moveré el mundo”, en IRANZA, J.M., , J.R. Blanco, T. González, C. Torres y A. Cotillo (coords.), Sociología de la ciencia y la tecnología, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1995.
  9. BARTH, Karl, Church Dogmatic. Vol. 1, Part I. The doctrine or the Word of God [1936], Edinburgo, T&T Clark, 1960, I, i: 4.