domingo, enero 30, 2011

Teología Natural: perspectivas históricas

Jonathan Morales

Suele ser una clásica reclamación de sectores conservadores de la intelectualidad evangélica, la necesidad de efectuar una drástica diferenciación valorativa entre el legado del Renacimiento humanista y la Reforma protestante del siglo XVI. Esto trae como resultado cierto desprecio de una gran tradición teológica, cuyos fundamentos se enraízan en lo profundo de una de las corrientes más importantes del pensamiento occidental. La Teología Natural, que en palabras de Bacon, constituía "aquel conocimiento o rudimento de conocimiento concerniente a Dios, que puede obtenerse por la luz de la naturaleza y la contemplación de sus criaturas."

Es la teología que el Humanismo consideró como natural, y que para beneficio de algunos o la desgracia de otros, le acompaño en su auge y decadencia desde el Renacimiento hasta entrado el siglo XVIII. Hoy en día, los embates contra esta tradición teológica no solo vienen de los sectores conservadores indicados más arriba –cuya oposición pareciera estar motivada mas por una cuestión de ignorancia en la materia, que por una argumentación teológica sustancialmente plausible– sino también desde la teología dialéctica, el materialismo dialéctico, y toda clase de reduccionismos cientificistas.

Una de las objeciones más recurrentes contra la relevancia de la teología natural en occidente, apunta a que su fuente humanística se trató de una estructura artificial superpuesta al cuerpo ya existente de la cristiandad europea. De acuerdo al historiador Christopher Dawson, en su obra "Religión y Cultura", a pesar de este carácter, se reveló como "un poder activo y creador que hizo sentir su influencia en todos los aspectos de la vida occidental."

Cuando la Cristiandad occidental se encontró profundamente dividida, el humanismo y su teología natural -que en épocas de catolicidad no tuvo una existencia autónoma- proporcionaron un elemento unificador de la cultura europea, donde naciones e iglesias podían compartir en igualdad de condiciones. "En otras palabras, una educación y una cultura literaria comunes reemplazaron la fe común y la communio sacrorum como principales vínculos subsistentes de la unidad europea."

Otra objeción, se deduce de una mala interpretación desde la secularización de la cultura europea, que predicó el humanismo. Pero éste jamás se trató de un movimiento irreligioso, tradición a la que sus actuales apologistas deben poquísimo respeto. Dawson expresa que en:

"Poggio, Maquiavelo o Vanini no encontraremos los representantes típicos de la actitud humanista hacia la religión; pero sí en Erasmo, en Moro y los platónicos cristianos. La nueva apreciación de la bondad de la naturaleza, de la dignidad del hombre y del optimismo racional del ethos humanista requería una Teología natural para justificarlo. Los humanistas vieron el mundo como un orden racional que sólo podría explicarse como obra de la Razón divina, como de obra arte divino que expresa la mente del divino Artista."

Es esta la misma idea que se reproduce en los comienzos de la revolución científica, en que la empresa de la ciencia experimental constituia una verdadera empresa moral. "Mientras más completamente realizan (los primeros científicos modernos) su ideal de universo racional, más necesitan la idea de Dios como fuente y principio de inteligibilidad."

Lo expresó Descartes: "La certeza y la verdad de toda ciencia dependen del conocimiento de Dios y sólo de ello (pues) de ello depende la certeza de todas las otras verdades, porque sin el conocimiento de Dios sería imposible llegar al conocimiento de ninguna otra cosa."


Referencias
  • DAWSON, Christopher. Religión y Cultura. Argentina, Editorial Sudamericana, 1953.
  • DAWSON, Christopher. La Religión y el Origen de la Cultura Occidental. Argentina, Editorial Sudamericana, 1953.