Manuel David Morales
No es novedad que la componente subjetiva es algo muy importante en la religión, más considerando el hecho de que la mayoría de las religiones incentivan un encuentro personal entre el ser humano y la realidad divina. Incluso, si miramos en forma mas globalizadora, pareciera extremadamente difícil pensar en algún tipo de verdad religiosa universal, debido al sin número de religiones que hoy en día existen, con sus propias concepciones, tradiciones y rituales. No obstante, como punto de partida es fundamental reconocer dos aspectos que son determinantes en el análisis de esta problemática. El primero de ellos, es que todas las religiones sostienen universales, por lo tanto reducirlas a simples interpretaciones subjetivas, al menos por definición, es incorrecto. Y el segundo, es la clara dicotomía que existe entre sujeto y objeto. Para un entendimiento adecuado, es sumamente importante distinguir entre la persona que experimenta el hecho religioso del trasfondo ontológico detrás de dicha experiencia propiamente tal.
No es novedad que la componente subjetiva es algo muy importante en la religión, más considerando el hecho de que la mayoría de las religiones incentivan un encuentro personal entre el ser humano y la realidad divina. Incluso, si miramos en forma mas globalizadora, pareciera extremadamente difícil pensar en algún tipo de verdad religiosa universal, debido al sin número de religiones que hoy en día existen, con sus propias concepciones, tradiciones y rituales. No obstante, como punto de partida es fundamental reconocer dos aspectos que son determinantes en el análisis de esta problemática. El primero de ellos, es que todas las religiones sostienen universales, por lo tanto reducirlas a simples interpretaciones subjetivas, al menos por definición, es incorrecto. Y el segundo, es la clara dicotomía que existe entre sujeto y objeto. Para un entendimiento adecuado, es sumamente importante distinguir entre la persona que experimenta el hecho religioso del trasfondo ontológico detrás de dicha experiencia propiamente tal.
Ahora bien, considerando lo anterior surge la pregunta crucial ¿Es posible realmente hablar del hecho religioso, como un reflejo de una realidad, objetivamente hablando? En lo personal creo que sí. Uno de los hechos más remarcables, es que a pesar de la enorme diversidad, en mayor o menor medida siempre es posible encontrar algún tipo de convergencia conceptual entre las diferentes creencias: y precisamente esta convergencia constituye un claro indicio de que las religiones consisten básicamente en acercamientos legítimos y honestos hacia la misma realidad espiritual objetiva y última, a saber, lo que tradicionalmente denominamos por "Dios".
Uno de los aspectos más importantes y que es común a todas las religiones, es la creencia en un mundo espiritual e invisible, ya sea en lo más profundo del ser humano (inmanente) o fuera del ser humano (trascendente), el cual no está sujeto a las leyes físicas espacio-temporales. Adicionalmente, la consciencia de la relación entre la persona y dicho ámbito sagrado, la cual se ve reflejada tanto en la naturaleza humana como en la posibilidad de comunicación a través de acciones determinadas: oración, meditación, danza, canto, comunión, entre otras. En este sentido, las religiones contradicen abiertamente la típica visión reduccionista que no deja espacio para ningún tipo de realidad espiritual.
Dios, como principio de todo lo que existe, ya sea personal, transpersonal o impersonal, es algo que también esta presente en prácticamente todas las formas de religión. Por supuesto que existen claras diferencias entre las religiones teístas, politeístas y no-teístas en cuanto a su visión particular de la divinidad, no obstante todas sostienen que detrás de todo lo que existe hay un Absoluto Último en el cual se fundamenta toda la realidad. Por ejemplo en el Cristianismo es el Dios Trino (Jehová, Jesucristo y el Espíritu Santo), para el Budismo es el Mahâ Brahmâ, en la tradición hinduísta es Saguna Brahman, para el Islam es Allāh, entre muchos otros casos.
Otro aspecto convergente, es la dualidad cognoscibilidad-incognoscibilidad propia de la naturaleza de Dios como realidad que está más allá del conocimiento humano. En el Judaísmo podemos encontrarlo claramente a través del Dios personal de Abraham, Isaac y Jacobo; junto con el En Soph enseñado en el Séfer Yetzirá. En el Taoismo está presente en la distinción que se hace en torno al Tao: la palabra propiamente tal, del Tao eterno, el cual no puede ser vertido en palabras. En el cristianismo también se hace esta distinción por ejemplo en la teología dialéctica, la cual se sostiene que el teológo debe hablar de Dios aún cuando no puede hablar de Dios, debido a que es totalmente otro (Karl Barth), o también haciendo referencia a la divinidad como el Dios más allá del Teísmo (Paul Tillich).
Un cuarto punto de suma importancia, es la creencia en la existencia de la bondad y la maldad como hechos objetivos. Incluso, aún cuando en algunas religiones no-teístas el fundamento de la moral radicaría en el propio ser humano más que preceptos establecidos de manera abstracta, se reconoce la existencia de principios básicos, los cuales constituyen reglas éticas con el fin de salvaguardar determinados valores universales. A la luz de este tercer aspecto, en una primera aproximación es perfectamente factible entender las religiones como sistemas que buscan establecer los fundamentos últimos para la moral humana y el deber-ser.
Estrictamente hablando, estas convergencias no demuestran de manera concluyente la existencia de Dios, ni mucho menos que tal o cual religión es verdadera. Sin embargo, dejan entrever de que efectivamente existen ciertos principios básicos que son comunes a todas las religiones, los cuales constituyen un punto de partida a la hora de reflexionar sobre el hecho religioso propiamente tal y su real alcance en cuanto a la posibilidad de un mundo espiritual objetivo. Es muy importante notar además, que principios como éstos establecen las bases para los diferentes argumentos persuasivos a favor de la existencia de Dios, que tradicionalmente se formulan en filosofía de la religión.