miércoles, mayo 25, 2016

Pro-Text-Antes

Publicado en el canal divulgativo: Mosaicos Teológicos | Citación

Pro-Text-Antes

Estatua de Erasmo de Rotterdam.
Fuente: www.esl.eur.nl.
Rubén Bernal Pavón

Pro-text-antes: (pro: “a favor de”; text: “texto” [entiéndase neotestamentario]; antes: “evocación al pasado”). Definición: dícese de aquellos cristianos evangélicos, quienes en contra de las ciencias bíblicas contemporáneas, se han obstinado en el “texto antes usado” en sus comunidades, es decir, en las traducciones que tienen como base textual el Textus Receptus (preparado en el siglo XVI por Erasmo de Róterdam)1 distinguiéndolo como única e incorrupta Palabra de Dios –para el Nuevo Testamento– en rechazo de la base textual ofrecida por el llamado texto crítico.2

Hablamos aquí, con esta definición de pro-text-antes, de quienes básicamente reniegan del trabajo de la crítica textual, que coteja y examina los manuscritos, para determinar cuál pudo ser la forma más próxima al texto del autógrafo original (procedimiento valioso que depura al texto de los cambios y variantes de los copistas).3

Quienes así piensan se atreven a afirmar que el Textus Receptus –que por ejemplo configura nuestro NT en la tradicional versión Reina Valera– que se apoya mayormente en el texto bizantino (un texto que armoniza las fuentes de las que bebe evidenciando su confección tardía),4 es el texto original (o casi el original).

Aunque el texto preparado por el famoso humanista del Renacimiento está elaborado con muy pocos manuscritos griegos (siendo los más antiguos del siglo X y por consiguiente tardíos y con inexactitudes), los pro-text-antes consideran que, como la mayoría de textos descubiertos después han sido de la misma familia (bizantina), esta cantidad debe “evidenciar” la tradición textual más auténtica (criterio de que la verdad se establece por estadísticas numéricas).5 Ante ello merece la pena señalar lo que expresa R. L. Omanson:

Algunos cristianos insisten hoy día en que el texto bizantino es más cercano a los escritos originales, porque existen más copias de esta familia de textos que de la familia textual alejandrina. Su razonamiento es que Dios no habría permitido que las lecturas correctas se preservaran en un tipo de textos que tuviera menos manuscritos griegos que otro tipo de texto. Este razonamiento no sólo ignora los cambios históricos de que los idiomas locales remplazaron al griego en casi todo el Imperio Romano, sino que también refleja una idea ingenua de cómo se relaciona Dios con el mundo.6

Desde luego hemos de reconocer el trabajo que Erasmo hizo y el buen servicio que su texto ha dado a la Iglesia (¡mucho le debemos los evangélicos y mucho le debe la Reforma!).7 Pero como señalan A. G. Patzia y A. J. Petrotta “Hoy en día el Textus Receptus es muy criticado a causa de la prisa con la que se produjo, y lo fuertemente que se apoya en manuscritos griegos tardíos, más que en manuscritos de mayor antigüedad”.8 Por ello, aunque la crítica bíblica dispuso durante cierto tiempo solo de manuscritos medievales tardíos y del Textus Receptus, la crítica moderna tiene acceso a manuscritos y papiros más antiguos y fiables que actualmente juegan un papel importante en las nuevas ediciones de la Biblia.9 Así pues, no se entiende que los pro-text-tantes pretendan conservar la exclusiva normatividad de un texto que ha sido superado científicamente por otros de más antigüedad y de mayor fiabilidad.10

Por otra parte, aunque no comparta el posicionamiento de estos defensores del Textus Receptus, debo decir que conviene distinguir entre quienes adoptan esta postura con mediana seriedad, y aquellos otros que, a través de webs de pseudoapologética cristiana, pretenden refrenar los avances de la crítica textual con argumentos conspiranoicos y panfletarios, autopresentándose incluso con el disfraz de críticos textuales para desaprobar los avances de esta metodología. Aunque estos medios son muy populares, los académicos no reparan tiempo en refutar estas absurdas campañas de desprestigio.11 Permítame el lector, ya que me acabo de tomar la libertad de señalar ciertas actitudes, que a juzgar por el discurso de algunos pro-text-antes, pareciera que éstos, según su concepción de la doctrina de la inspiración, confiesan que el Logos, en vez de encarnarse en Cristo como expresa nuestra teología tradicional, lo ha hecho en la edición griega de Erasmo.

Si lo que hay es miedo a encontrarse con una realidad bíblica y doctrinal distinta a lo que hemos aprendido en nuestras iglesias, pueden quedarse tranquilos (aunque la actitud pasiva y tranquila no siempre es la mejor para leer una Escritura que debe confrontarnos, pero ese es otro tema). Los millares de diferencias existentes entre las ediciones críticas modernas del Nuevo Testamento y el Textus Receptus, carecen de importancia mayor. R.L. Omanson aclara que tales discrepancias son generalmente ortográficas o tienen que ver con los tiempos verbales y el uso de palabras diferentes que tienen el mismo significado. Por tanto no alteran en importancia el mensaje neotestamentario ni las doctrinas fundamentales de la fe cristiana.12 Por otro lado, hay manuscritos que incorporan en el cuerpo del texto lo que en un principio fueron notas que los copistas hacían en los márgenes y otras que fueron añadidas intencionalmente como aclaraciones.

Quizá el lector este familiarizado con sentencias como la siguiente:

–¡Han mutilado la Biblia! ¡Han mutilado a la Palabra de Dios!–. Así deducen los pro-text-antes cuando comprueban que las ediciones nuevas de la Biblia no contienen algunas frases (por ser interpolaciones tardías) que sí están en el texto de la Reina-Valera. ¡Hasta hay quienes culpan a masones, jesuitas e iluminatis de esta operación!13 Me sorprende y me asusta la gran cantidad de creyentes que sostienen estas historias mediante un lenguaje que demoniza y condena a las versiones modernas. No faltan quienes añaden además aquella famosa maldición de Ap 22,18-19 para arremeter contra los editores de estas nuevas traducciones: “Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitara su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de las cosas que están escritas en este libro” (RVR60). Dicho sea de paso, cuando en esta maldición se hace referencia “al libro”, se está refiriendo al Apocalipsis en concreto (no al canon bíblico que todavía no se había configurado cuando estas palabras se escribieron). Lo curioso es que esta declaración que encontramos en Apocalipsis anatemiza en primer lugar a quien “añada” ¿entonces cómo es que esta afirmación no ha animado a los pro-text-antes (especialmente a los de tendencia conspiranoica) a considerar precisamente que las interpolaciones deben eliminarse gracias a la crítica textual?

Como los ejemplos podrían ser muchos, demos para muestra un botón. Cuando Erasmo publicó su primera edición del texto griego no incluyó el comma johanneum (el texto trinitario de los “tres testigos” de 1Jn 5,7 que figura en nuestra RVR60) pues argumentaba que no la había encontrado en ningún manuscrito griego.14 En efecto esta era una glosa latina –probablemente del siglo IV- que se había incorporado en la Vulgata.15 Erasmo incluso llegó a decir que si alguien le demostraba que la glosa figuraba en algún manuscrito griego la publicaría en su tercera edición. No tardaron en presentarle una traducción latina al griego (y por tanto falsa), pero para evitarse problemas acabó publicándola. Por este motivo apareció como parte del texto de la epístola en diversas traducciones protestantes de la época como en nuestra Reina-Valera.

Sin embargo, los pro-text-antes de hoy tratan de justificar la inclusión del comma johanneum proyectando argumentos teológicos posteriores con objeto de legitimarla.16

El espíritu humanista de Erasmo que, le impulsó a preparar su edición griega del Nuevo Testamento, tenía como cometido “volver a las fuentes”. El “texto de antes” no era el que él mismo confeccionó a partir de las copias manuscritas que tuvo al alcance en su época, sino el de los hagiógrafos bíblicos. Aunque los textos originales no se conservan, la crítica textual trabaja en llegar con la máxima exactitud a las formas más primitivas y cercanas al autógrafo. Si ser un “pro-text-ante” es desear el texto más fiable y antiguo (el “de antes”), lo más coherente desde esta posición sería dejar de obstaculizar la labor de los especialistas que trabajan en ello y favorecer esta causa.


  1. En realidad el título de Textus Receptus no se lo dio Erasmo. De hecho ni siquiera era título, sino parte de una frase. Cuando se usó, ya había habido varias ediciones, todas ellas revisadas, de los manuscritos entonces disponibles, que eran de la tradición (o familia) bizantina.
  2. No se trata de un único texto crítico sino de varios. Una obra defensora de esta postura cuya tesis es la prioridad del Textus Receptus es la de R. EBERTSHÄUSER; La Transmisión del texto del Nuevo Testamento y nuestras biblias de hoy (Barcelona: Edicions Cristianes Bíbliques, 2000). El biblista Plutarco Bonilla refutó esta publicación mediante dos artículos que aparecieron en la revista Traducción de la Biblia (revista de traducción de las Sociedades Bíblicas Unidas). La primera parte en el Vol. 11, Nº 2, II Semestre de 2001; y la segunda parte en el vol. 12, Nº 2, I Semestre de 2002.
  3. Si acaso, aceptan la crítica textual únicamente –si les conviene– dentro de la tradición bizantina de la que hablaremos más adelante. Para un estudio asequible y divulgativo sobre crítica textual cf. R. DUPONT-ROC; P. MERCIER; Los manuscritos de la Biblia y la crítica textual; Cuadernos Bíblicos 102 (Estella: Verbo Divino, 2000) pp.5ss. Estos creyentes son reticentes a todo tipo de metodología crítica y no solo hacia la crítica textual Cf. R. BERNAL PAVÓN “Autoridad bíblica y metodología crítica: dos caras de una misma moneda” en: Razón y Pensamiento Cristiano (Santiago de Chile, Septiembre 2015) En línea: http://www.revista-rypc.org/2015/09/autoridad-biblica-y-metodologia-critica.html
  4. Cf. G. E, LADD; Crítica del Nuevo Testamento. Una perspectiva evangélica (El Paso: Mundo Hispano, 1990) p.60.
  5. El Texto Mayoritario, como también se le denomina, no es un texto único, sino un conjunto de manuscritos que tienen variantes entre sí como puede verse en la edición con base en el texto bizantino que prepararon Hodges y Farstad con el título The Greek Testament According to The Majority Text.
  6. R. L. OMANSON; El Texto del Nuevo Testamento, en: E. SÁNCHEZ (Ed.); Descubre la Biblia. Manual de Ciencias Bíblicas (Sociedades Bíblicas Unidas, 1998) p.145.
  7. De igual forma hay que estar agradecidos por la función que la familia de textos bizantinos ha prestado a la Iglesia.
  8. A. G. PATZIA, A. J. PETROTTA; art:”Textus Receptus” en: Diccionario de Bolsillo de Estudios Bíblicos (Miami: Unilit, 2008). Dicho así resulta una mala redacción, pues difícilmente podrían haber usado textos de mayor antigüedad si no los tenían disponibles (con la excepción, quizás, del manuscrito de Beza –D–, que presenta otros problemas). Véase también: M. PÉREZ y J. TREBOLLE; Historia de la Biblia (Madrid: Trotta/ Universidad de Granada, 2006) p. 201.
  9. Cf. J. TREBOLLE; La Biblia judía y la Biblia cristiana. Introducción a la historia de la Biblia. Cuarta Ed. Revisada (Madrid: Trotta, 2013) p.290. Véase también A. CARMONA; art: “Texto bíblico”, en: A. ROPERO (Ed. Gen.); Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia, 3ª Ed (Viladecavalls: CLIE, 2013). Cf. J. FLORES; El texto del Nuevo Testamento (Tarrassa: CLIE, 1977) p.96.
  10. No quisiera ser excesivamente polemista, pero un ejemplo de publicación de mucho tirón que apoya esta tendencia –que considero incorrecta– ha sido El Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español (Nashville: Grupo Nelson, 2011) de César Vidal. Generalmente en la actualidad los proyectos de este tipo no se hacen por un solo estudioso sino por un equipo de traductores y especialistas. Resulta incoherente –dados los avances en las ciencias bíblicas– que se invierta en un proyecto contemporáneo que tenga como texto castellano la Reina Valera de ¡1909! junto con el Textus Receptus. Resulta todavía más increíble, que en la justificación del prólogo de este volumen, se rechace el trabajo de ciertos eruditos no en base a su trabajo sino a sus supuestos “trapos sucios”. Lo que al estudiante de la Biblia le interesa es la calidad del trabajo de critica textual que se ha realizado para llegar a un texto bíblico más fiable, y no si los eruditos que han participado en su confección han contado con la colaboración de especialistas católicos –¿qué más dará la confesión religiosa de los expertos mientras sean rigurosos en su trabajo?– Por otra parte,  sorprende ver como Vidal continúa la falacia de Gail Riplinger autora de New Age Bible Versions (1993), para difamar al erudito bíblico Brooke Foss Westcott acusándole de ocultista (probablemente confundiéndole con William Wynn Westcott, apellidado igual, ocultista reconocido quien nada tenía que ver con la erudición bíblica) Si el lector requiere de un NT Interlineal en castellano puede atender al novísimo trabajo dirigido por la Dra. Elsa Tamez y la Dra. Isela Trujillo publicado por las Sociedades Bíblicas Unidas (cuenta con la colaboración de Irene Foulkes).
  11. No podemos olvidar el ya clásico texto de Domingo Fernández; Conspiración contra la versión Reina Valera(Miami: Resurrección). Ante la aparición de manuscritos más antiguos que los empleados por Erasmo expresa: “esta afirmación no se ajusta a la verdad. Reina y Valera tradujeron el Nuevo Testamento del Textus Receptus, el texto más antiguo, el más puro, el más confiable de todos los manuscritos conocidos” (p.19). Como dice el refrán, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Este autor junto con César Vidal escribió un librito del mismo estilo: Conspiración contra las Sagradas Escrituras (Tegucigalpa: Peniel, 1997).
  12. R. L. OMANSON; Op. cit. p.146. Véase también G.E. LADD; Op. cit. p.62s. Aunque las variantes no son de significado doctrinal, son variantes al fin, y por tanto hay que determinar entre ellas cuál es la que más se acercaría al “original”.
  13. Hago referencia a los populares pseudoapologetas y no a quienes honestamente defienden el TR con una argumentación más respetable.
  14. Para ver otros problemas parecidos de Erasmo cf. G. E. LADD; Op. cit. p.48.
  15. Al parecer esta famosa interpolación es española. Cf. J. N. D. KELLY; Primitivos Credos Cristianos (Salamanca: Secretariado Trinitario) p.38.
  16. Pueden verse los malabares de G. W. y D. E. ANDERSON en el artículo: Por qué 1 Juan 5:7-8 está en la Biblia, http://www.sociedadbiblicatrinitaria.org/1ra_Juan_5_7_y_8.pdf (La Sociedad Bíblica Trinitaria que patrocina el escrito no pertenece a las Sociedades Bíblicas Unidas). Resulta inquietante que se defienda la glosa con base en que la Confesión de fe de Westminster aluda a ella, así como que también el comentarista Matthew Henry la haya dado por buena. En cierto modo, argumentar así es contradecir la fe evangélica que pretenden defender, pues vemos que para estos pro-text-antes, no es la Biblia la que tiene autoridad sobre la Iglesia, sino que al igual que en el catolicismo romano, la Iglesia (en este caso mediante su Confesión de Fe a modo de magisterio) es la que impone al texto bíblico lo que este debe decir, lo que debe ser, incluso determinando qué variantes tardías deben calzarse en él. En honor al lema Ecclesia reformata semper reformanda secundum verbum Dei no hemos de desacreditar la crítica textual. Como dato curioso, la edición The Greek Testament According to The Majority Text, no contiene el Comma, sino que tiene una nota especificando que aparece en el Textus Receptus.

Citación (ISO 690:2010): BERNAL PAVÓN, Rubén. Pro-Text-Antes [en línea]. Mos. Teol. (Rev. RYPC), 25 mayo 2016. <http://www.revista-rypc.org/2016/05/pro-text-antes.html> [consulta: ].