lunes, noviembre 07, 2011

Segregados y discriminadores

Jonathan Morales

Durante los primeros años del siglo XIX, las repúblicas hispanoamericanas accedieron a una limitada libertad religiosa para aquellos individuos que no profesaran el catolicismo de jurisdicción romana: para ese entonces base confesional de la gran mayoría de constituciones políticas de la región. Algunas concesiones de tolerancia religiosa, como el resultado de convenientes acuerdos diplomáticos y comerciales con potencias del Atlántico norte, beneficiaron a un escaso número de ciudadanos extranjeros cuyo emprendimiento laboral era clave para la naciente economía de los Estados independientes. En la medida en que se avanzaba hacia la segunda mitad de siglo era posible apreciar una rápida romanización del catolicismo latinoamericano lo que a la postre facilitaría la constitución de un clero conservador, antimoderno y ultramontano1. La respuesta no se dejó esperar y fue mayormente a través de la organización de “sociedades de ideas”2 que se configuraron nuevos frentes políticos para los cuales unos de los objetivos programáticos fundamentales era quitar, ya sea paulatina o vertiginosamente, el carácter católico de un primer liberalismo de principios de siglo3.

Atendiendo a este contexto es que quiero señalar algunas palabras de reflexión sobre nuestros tiempos, en torno al “Patio de Disidentes” o patio Nº 1 del Cementerio General de Santiago de Chile. Este hermoso monumento histórico declarado “Obra Bicentenario de la República” tan solo el año pasado, es un testimonio fiel de la discriminación que sufrieron protestantes, judíos, francmasones y librepensadores a lo largo del siglo decimonónico chileno; segregación que fue incentivada por una cultura religiosa que no vio en la diversidad de cultos sino un motivo más para la apostasía y la descreencia generalizada. Pese a tratarse de un cementerio público desde la fecha de su creación en 1821, no fue sino hasta 1854 que se autorizó la sepultura de incrédulos de la religión oficial. Aún así, se cuenta que los fieles católicorromanos desenterraban por las noches las sepulturas de los disidentes para evitar de esta forma la profanación del camposanto donde descansaban sus seres queridos. Para 1871, en el marco de un proceso más amplio de liberalización del Estado chileno a través de reformas constitucionales, se promulgó un decreto de derecho eclesiástico que establecía la obligación de disponer lugares especiales para el sepulcro de no católicos, prohibiendo la exhumación de cuerpos por las razones religiosas señaladas. La jerarquía eclesiástica respondió con la exigencia de que además se construyeran colosales muros de 7 metros de alto y 3 de ancho para que “el lugar bendito esté materialmente separado del terreno profano”. Hoy, un refaccionado patio de los disidentes es lugar de descanso de notables figuras de la historia del protestantismo chileno, como el primer ministro evangélico latinoamericano el presbiteriano José Manuel Ibáñez Guzmán, o el ex-jesuita y después misionero metodista Jean Baptiste Canut de Bon, cuyo apellido es la referencia del clásico apelativo de los evangélicos chilenos: “canutos”.

Los tiempos han cambiado y los herederos de los protestantes del siglo XIX, entre los que se encuentran una gran mayoría de cristianos pentecostales –que otrora también fueran discriminados por su humilde extracción– progresan en las esferas de una sociedad que ha comenzado a gozar de las garantías de un régimen democrático. Pero pese a que en estos últimos tiempos han florecido las iniciativas para reconocer el aporte del protestantismo chileno en distintas áreas de la sociedad, advertimos la apremiante necesidad de rescatar el compromiso con la tolerancia y la libertad de conciencia que caracterizó a las bases de la predicación y obra de los pioneros. A nuestro parecer, este asunto se hace tanto más evidente al pasar revista por las numerosas ocasiones en que buena cantidad de autoridades evangélicas y protestantes –algunas más directas que otras– se han pronunciado con premura y en términos absolutos sobre asuntos de moral personal en una suerte de obsesión por la sexualidad y la vida íntima de la ciudadanía en general. Muy a nuestro a sentir, vemos cómo la violencia se está apoderando de los discursos en defensa de la moral cristiana tradicional, bajo la justificación de que los tiempos peligrosos requieren hacer apología “de la sana doctrina” y optar por una decidida acción de “celo cristiano”. Quizás se acerca la hora de sondear nuestro pasado, tal como el Dios de Israel exhortara al profeta: “Deténganse en los caminos y miren; pregunten por los senderos antiguos. Pregunten por el buen camino, y no se aparten de él. Así hallarán el descanso anhelado.” (Jer. 6,16a)

El patio de los disidentes nos entrega una gran lección para nuestro tiempo. El buen Dios no permita que los que ayer fueran excluidos y marginados, hoy se transformen en agentes de discriminación para con sus semejantes. No vaya a ser que en el momento del esclarecimiento de la verdad nos hallemos cual Saulo de Tarso tras los pasos del mismo Señor.

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  1. BASTIAN, Jean-Pierre. “Protestantes, liberales y francmasones: Sociedades de ideas y modernidad en América Latina, siglo XIX”. México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1993. p.11. El ultramontanismo, expresión centralista y verticalista del papalismo moderno, debe su nombre a la idea de que los obispos galicanos (Galia, Francia) rehuían del obedecimiento más allá (ultra) de los Alpes (montes, montanos).
  2. “(Augustin) Cochin, en particular, las consideró (…) como formas modernas de sociabilidad (…) que ofrecieron nuevos modelos (…) en medio de una sociedad globalmente organizada en torno a una estructura corporativa jerárquica (órdenes) y compuesta en esencia por actores sociales colectivos.” BASTIAN, Jean-Pierre. “Protestantes… Op. cit. p.7
  3. Para una introducción al tema, con una interesante aproximación a la cuestión de la educación pública y laica, ver: RUIZ-TAGLE Vial, Pablo. “La contradicción del Liberalismo Católico en Chile”. Conferencia CEP Chile [en línea] <http://132.248.9.1:8991/hevila/EstudiospublicosSantiago/2004/no93/11.pdf> [Consulta: 29 de Octubre, 2011].