sábado, junio 27, 2015

Vol. 4 Ext. 1 - La encíclica Laudato si', una invitación para rescatar la naturaleza

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La encíclica Laudato si', una invitación para rescatar la naturaleza

Luis Fernando Ortiz
Facultad de Economía, Universidad Nacional Autónoma de México.

Hace algunos días se hizo de conocimiento público la encíclica del papa Francisco titulada “Laudato si' (alabado seas), Sobre el cuidado de la casa común”. Dicho escrito recibió buena respuesta por diversas organizaciones tales como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), entre otras.

No es para menos. Y es que en ella se aborda el problema del deterioro ambiental y la destrucción de los ecosistemas en lo que se denomina como “casa común”. Esto se realiza desde varios aspectos, tanto el teológico como el científico, por lo que es buen ejemplo de la interrelación entre estas dos vertientes del conocimiento humano. En específico, la novedad de esta encíclica es que cae en un momento donde el cambio climático hace sentir sus efectos de manera contundente en el planeta, abriendo con ello debates en la arena política, académica y civil; y logra así poner en el centro de la mesa la continuidad de la sociedad de consumo. En ese sentido, la encíclica es una invitación a que el teólogo y el hombre que busca la espiritualidad también se muestren interesados en un tema que es alarmante en nuestro tiempo, como bien lo expresa el pontífice: “La destrucción del ambiente humano es algo muy serio, porque Dios no sólo le encomendó el mundo al ser humano, sino que su propia vida es un don que debe ser protegido de diversas formas de degradación”.

Pero no todos la han aceptado de buen modo. El candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Jeb Bush, quien claramente representa los intereses de compañías petroleras, ha arremetido contra el contenido de la misma diciendo: "No me dejaré dictar la política económica por mis obispos, mis cardenales o mi Papa"(*). Incluso llega más lejos al considerar que eso del cambio climático no es una “ciencia exacta”, y le recomienda al jerarca de la iglesia que se ocupe de “hacer mejores a las personas y menos de cuestiones que tienen que ver con aspectos políticos". La polémica es una de las tantas cosas que rodean a esta encíclica.

La preocupación por la naturaleza no es reciente, y hay que reconocer que el tema no es nuevo. Ya desde los años setenta, con la publicación del informe del Club de Roma sobre los límites al crecimiento económico, se habían realizado varias advertencias sobre el agotamiento de los recursos naturales, pero tales señalamientos como siempre fueron ignorados. Con el paso del tiempo se fue mostrando que este asunto no debería ser tomado a la ligera, e incluso, a “la teoría del desarrollo” se le sumó el apellido de “sustentable”. Tenemos entonces de una fecha de no más de 20 años una explosión de interés creciente sobre el medio ambiente y los recursos naturales que a su vez ha sido abordado e incorporado por distintas disciplinas en sus objetos de estudio.

En este clima, parecía que la teología no tenía nada que decir. Pero la encíclica muestra muy acertadamente que esto no es cierto. En la primera parte, el papa, recupera el pensamiento de Juan Pablo II y de Benedicto XVI referentes a la naturaleza, pero no hay que ser ingenuos ya que lo realiza en forma crítica. Otro de los puntos bastante acertados, es que trae de nuevo a un personaje bastante desconocido, al menos para el mundo evangélico latinoamericano: Francisco de Asís, que es considerado por muchos como el primer ecologista. No por nada para Boff, Francisco de Asis "supo elaborar toda una ecología interior, una verdadera ecología del espíritu. En sus escritos, sus oraciones y sus canciones, se percibe el entusiasmo vivido en su relación con el mundo y con Dios" (ver referencia, pág. 118). Como se puede notar, la encíclica en sí ya promete un avance en el diálogo ciencia-teología, pero además representa el rescate del pensamiento cristiano sobre los temas ambientales.

En una reseña como esta es imposible abarcar toda la encíclica, pues aborda muchísimos aspectos esenciales de la sociedad actual, y uno de los objetivos de la misma es abrir el debate, por lo que no hay un pensamiento último en ella. Sin embargo, no podemos dejar de notar que hay una crítica bastante fuerte hacia los intereses financieros y económicos, y la rapiña de las empresas con la naturaleza invocados todos por medio de la consigna del progreso, con lo cual la encíclica toma un cierto tono de ecología política en algunos momentos. También – y en esto muchas reseñas lo han dejado de lado– hay un señalamiento bastante abierto en contra del capitalismo, este sistema económico basado en la propiedad privada y que es justificado desde distintas facciones en el cristianismo. Bergoglio toca el asunto y sin más hace una declaración que no gustará a muchos: “La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada”.

Para terminar, queda recordar que para San Agustín, Dios había escrito dos libros. El primero sería la naturaleza, esa creación en donde también había un susurro por parte del creador hacia el ser humano transmitiendo quién es él, mientras que el segundo libro sería la Biblia, el cual la mayoría ya conoce. La encíclica retorna entonces a esa parte de la teología que se centra en la creación y no tanto en la redención. Tal vez esto pueda crear un poco de problemas para los evangélicos latinoamericanos, quienes hemos sido bombardeados hasta lo sumo en contra de cualquier ánimo de admiración a todo aquello que tenga que ver con la creación, ya que instantáneamente se le cataloga de panteísta.

En suma, tenemos un escrito que llega en el mejor momento, y que toca elementos nodales de la sociedad contemporánea, pues los cambios necesarios no son menores. El proceso ineludiblemente redefinirá a la especie humana llevándola a reconocer que el planeta no es nuestro, que es una casa común en la cual otras especies viven y que ya no podemos sostener eso de que “Dios nos dio la tierra para sojuzgarla”.

Referencias

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(*) RAMOS DÍAZ, Ary Waldir. Jeb Bush no quiere que el Papa Francisco hable de cambio climático [online]. Aleteia, 17 junio, 2015. Disponible en: https://bit.ly/2pRe7LX.